Han sido días difíciles para mí, trato de no ver con malos ojos a mi papá, pero es una tarea casi imposible.
El lunes por la tarde, Samuel se apareció en mi casa, a palabras de él “era algo importante” hablar conmigo. Pero solo salió con un montón de cosas sin sentido sobre Henry. ¿Acaso yo le he dicho con quién debe o no relacionarse?
—Samuel, si tienes problemas con Henry eso no me incumbe —y añado —no me incluyas en tus cosas, ¿puedes hacerme ese favor?
—Te gusta, por eso lo defiendes.
—Si ese fuere el caso, no debe de importarte, además estás con Karina, ¿no?. Deja ya de hacerte víctima y aprende a responsabilizarte por tus acciones. Empiezas a tener problemas con la bebida, ¿y cuál es tu excusa? Culpar a otros, supongo que nadie te amenaza de muerte para hacerlo. Deberías hablar con tus padres y buscar ayuda.
Es que Samuel no solo olía, él apestaba a licor y eso me tenía mareada y no de buen modo. Encima se puso a llorar, lo que atrajo la atención de Abner.
—No me salgas con que le estás llorando a esta bruja —burló Abner.
Intento responderle de la mejor manera pero sigue con su perorata lo que termina cabreandome al igual que a mi acompañante.
Antes que Samuel hiciera el amago de golpearlo, le pedí que se fuera a su casa, no iba a agravar los problemas que ya tenía en casa por culpa de un ebrio y un anormal.
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Estábamos en los exámenes finales, y era un estrés pensar en la nota que obtendremos, ya que esta influye en que te acepten en La Universidad del Estado. Quien tiene la posibilidad de continuar en una universidad privada no se preocupa tanto por ello. Pero esto último no es mi caso.
Estaba teniendo dificultad para entender uno de los temas de Organización y Administración de empresas, había pedido ayuda con algunos compañeros de clase, pero aún no logro resolverlo.
Le comenté a Keila, dado que ella había estudiado la misma carrera, aunque por falta de tiempo me recomendó a alguien más.
—Ya te coordiné la tutoría con alguien de confianza, vendrá mañana a las seis de la tarde, ¿te parece?
—Te agradezco Keila, estaré esperándolo.
Olvidé preguntar el nombre de la persona, pero al saber que es de su entera confianza, no puse mucho interés. Al entrar a la casa me encuentro con Leticia cocinando la cena, desde lo del teléfono se ha comportado muy cortante y desdeñosa.
—Buenas noches, Leticia, ¿sabe a qué hora vendrá mi papá?
—No lo sé, aunque ya que tienes teléfono deberías llamarle y preguntarle.
Me dirijo a mi cuarto, no tengo el ánimo para estar viendo su mal semblante.
Graciela necesita ayuda con una tarea, lo cual me causa curiosidad dado que viene a darle “tutorías” el indeseable de Danilo.
—¿No te están sirviendo las tutorías? —pregunto.
—Nunca le entendí a Danilo, más que explicarnos siempre preguntaba por ti. Además, hace días que no viene por aquí. —respondió.
—¿Por mí? Eso es casi imposible pero, ¿qué era lo que te preguntaba tanto?
—Cosas simples, como qué tipo de música te gusta, comida y deportes, cosas así, ¿no se supone que es novio de tu amiga? No deberías darle esperanzas.
Le ayudé a resolver sus dudas, aunque me dejó con la espina clavada sobre el porqué de sus preguntas, yo no olvido que Evelyn es su actual pareja.
Al día siguiente, siendo las cinco treinta de la tarde, preparé todo lo que necesitaba para recibir a quien me recomendó Keila, mientras llegaba la hora dibujaba en mi libreta, en esas estaba cuando escuché a Keila saludar.
Respondí el saludo, pero me quedé a medias cuando vi a quien venía caminando detrás de ella, ¿Acaso era una broma?
—Magaly te presento a Henry, es el chico del que te había hablado… —prosiguió las presentaciones, y hablando maravillas de él.
—Magaly, es un placer conocerte —mientras decía esto, en su rostro se dibujaba una sonrisa pícara.
Le devolví el saludo y despedimos a Keila, le invito a seguir hacia el lugar que había preparado. En todo momento él sonríe de una manera que me exaspera. Dirán, ¿por qué no le agrada? Pues influyó mucho las cosas malas que Estuardo me habló sobre él y su familia.
—Jamás imaginé estar aquí frente a ti tan pronto… Magaly.
—No te emociones tanto, mejor dime ¿cuánto costará que me ayudes en estos temas?. —intenté ser lo más arisca posible.
—Veo que no te explicó Keila, doy tutorías en mis ratos libres, por lo regular cobro entre cien y ciento cincuenta por semana, una hora por tres días, que en este caso serían martes, miércoles y domingo.
—¿Qué? Esa parte al parecer la omitió, entonces dudo que pueda pagarlo. Así que no te quito más tu tiempo. —y lo invité a marcharse.
Este solo me ve con un semblante apacible, y me dice que por esta vez hará una excepción. Cuando empieza a explicarme uno de los temas, se ve tan serio y además apasionado por lo que está haciendo, cosa que me desconcertaba por unos minutos. La hora pasa tan rápido que siento cierta tristeza que se marche.
—¿Entendiste algo? Si no es así, este es el momento de hacer las preguntas.
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Editado: 22.11.2024