Liam miraba el cristal ámbar de la estantería, su brillo le recordaba a aquella chica del festival con la que apenas había rozado unos segundos, sus ojos haciendo conexión, su mirada posada sobre él y nadie más, su delicado cuerpo, el cabello suelto desbordándose por sus hombros, la ropa flotando en su ser.
–Pero si te quedas conmigo.. solo te necesito a ti– dijo Pitonisa susurrando a su oído tan cerca que podías sentir el calor que emanaban sus labios.
Liam pego un salto del súbito susto, se había quedado apacible en el recuerdo del festival y de aquella chica con la que el destino jamás lo volvería a cruzar.
–Tienes una mirada encantadora y podría apostar que tiene nombre y apellido– dijo Pitonisa con una sonrisa.
–N… No, no es eso–
–¿Entonces miento?– Pitonisa esperaba una respuesta correcta.
Liam sabía que nadie podía mentir a Pitonisa tiene un poder especial con las palabras, atinándolas en el momento justo, había visto pasar a varias personas por la puerta de cristal en búsqueda de un amuleto de suerte, runas de protección y lecturas astrales del futuro en especial de las almas gemelas. Pitonisa evita aquello último, decía que el amor de aquella forma no era amor, que está bien compartir las emociones en especial si estas son positivas, pero aquellas negativas podrían ser un peligro que contaminasen a uno y esta reciprocidad se podría volver peligrosa.
Lo que más caracterizaba en sus palabras era la verdad, Pitonisa podía leer la verdad escrita en la frente de las personas en especial si alguien mentía, la sesión acababa y aquella persona debía marcharse sin rezongar o peor aún sin haber pagado, era como si tuviera un detector de mentiras de última generación.
–Es por una chica, pero también…– dijo Liam tratando de cambiar una verdad por otra..
–Sh sh sh sh no digas más– dijo Pitonisa entusiasmada –hace mucho que quiero leer tu fortuna, aunque no me lo has permitido, aparte eres alguien muy terco y así no se podía, hasta ahora– sonrió feliz mientras jalaba consigo a Liam al cuarto de los conjuros.
El cuarto de los conjuros era el salón principal del pequeño local estaba justo en el centro, una mesa circular se colocaba con precisión en la mitad de la sala, mientras las paredes adornadas con cortinas de tela, seda y lana con estampados multicolor lo rodeaban, había todo tipo de objetos, desde bolas de cristal, runas hechas de piedra y mármol, una Güija vieja que usaba de adorno porque en palabras de ella ‘Deberías hacer preguntas ahora que estás vivo a los vivos y puedes responderlas y no cuando estés muerto y la pregunta o la respuesta muera contigo’ era la frase con la que abría las sesiones con el más allá.
Los rituales no eran diferentes a los que hayas visto en la televisión o las películas, había una atmosfera de magia sí, pero lo del humo y que las cosas se movieran del lugar era algo que no pasaba aquí.
–No quiero saber mi destino sabes que no creo en él– dijo Liam tratando de zafarse con delicadeza del agarre de Pitonisa.
–No hablamos de destino jovencito– Pitonisa tiro de él con más entusiasmo –hablamos de la fortuna con tu alma gemela, has cumplido 18 y no me has dicho ni una sola cosa de aquella chica, además te perdiste por muchos días y vaya a saber Dios que estarías haciendo, solo quiero despejar unas dudas–
–¿Sobre mi vida o la vida de mi alma gemela?–
–Sí eso mismo, pero todo a su tiempo, necesitas despejar tu pensar andas como ido en tu vida como sin rumbo en especial desde que tienes esa cajita–
Liam se sujetó el bolsillo de la chaqueta, la caja metálica estaba ahí alado de un montón de papeles y sueltos para el transporte.
–Pero, ¿Cómo sabes de …–
–Shhh no me lo digas más, ya lo iremos descubriendo juntos–
Pitonisa extendió una cortina que cubrió el ventanal, la luz se volvía tenue con el vaivén del fuego de las velas, el ambiente bailaba entre el humo del incienso, las decoraciones que se mecían de sus cordeles y una brisa que lo envolvía todo provocando girones con el humo del incienso y la parafina quemada de las velas.
Ambos se sentaron en sillas de madera muy cómodas uno en frente del otro alrededor de la mesa.
–¿Te gusta mi nueva decoración?– dijo Pitonisa orgullosa de aumentar el misticismo en sus sesiones.
–Tienen tu encanto, pero ¿Son necesarias las velas? En un cuarto donde las paredes son de tela y una chispa sería suficiente para calcinarnos–
Pitonisa agachó la cabeza hasta posarla sobre sus brazos cruzados encima de la mesa.
–A lo que vinimos– corto entusiasmada –¿Me pregunto cómo será?– se dijo así misma.
–¿Mi alma?– dijo Liam curioso.
–Sí, también– continuo Pitonisa –primero lo primero–
Pitonisa apagó todas las velas a su alrededor con el solo movimiento de su mano, Liam apenas sentía una brisa leve, las velas fueron apagadas una por una como si algo las hubiera soplado de cerca, después acompaño un chasquido y la cortina de tela que cubría la ventana caía precipitada oscureciendo la habitación por completo a lo que ella susurró: ‘lux’ y las luces decorativas de navidad brillaron en un cielo estrellado la habitación empezaban llenarse de luz suficiente.