Era justo como estar reviviendo aquella niñez siendo la sombra de Geraldine, por lo menos antes tenía a Pancho, pero ahora hasta él había caído en sus malditos y perfectos encantos, en verdad me dolía hasta el alma.
— ¡Oye Lina!— Oí la voz de Geraldine gritarme por el pasillo y me alcanzó. —oye espera… ¿Qué es lo que ocurre? Ni siquiera te llevaste un solo libro. — ¿acaso no viste? ¡Era Pancho!
—Sí, si lo vi pero no tiene caso el estar ahí; ¿quieres que sea sincera contigo? En verdad tú eras la persona que más odiaba en la escuela, tú tenías a todos, Pancho era lo único que me quedaba, ¿y ahora? Veo que te adora y yo no soy nada para él, no me recuerda Geraldine, ¡mierda! ¡Hasta me duele decir tu nombre!— Le grité como si con eso pudiera sacar todo mi enojo, sí, había explotado y ya no había marcha atrás.
— ¿Te sientes mejor?— Me preguntó con una gran sonrisa en la cara.
—No.
—Vamos a la cafetería, yo invito, creo que hay algunas cosas que debes saber. —Me propuso y pasó su brazo por mis hombros guiándome hasta la zona de comidas. Tranquilas nos sentamos una frente a la otra, era increíblemente extraño tener que enfrentarme a la que fue mi némesis de la infancia, pero bueno… tenía que avanzar. —El tiempo en nuestra Primaria fue difícil, siento nunca haberte hablado, mi mamá pasaba cosas terribles en mi casa y no sé por qué yo tenía una extraña crisis que no me dejaba hablar, me aterraba alzar la voz frente a las personas.—Confesó tomando su café con ambas manos como si ese fuera su salva vidas.— Aun recuerdo él día que te fuiste, no te molestes no lo noté por tu ausencia, lo recuerdo por que Francisco no dejó de llorar en todas las clases.— Y al oírle decir eso no pude evitar sentirme pésima por él, no me había puesto en su lugar.—Andaba solo por la escuela en los recesos, ya ni siquiera participaba en clase, bueno, no es que siempre haya sido un cerebrito…— Y las dos nos burlamos de él.—Pero fuiste un duro golpe para él.
—No lo parece. —contesté sin mirarla, mis ojos ardían con amenazas de llanto y no quería verme débil frente a ella.
—No recordaba que todo ocurrió un mes después de que te fuiste, él y su familia tuvieron un accidente de avión, toda su familia y él salieron salvos… ¡un milagro! Solo que Francisco estuvo unos meses en un hospital por un problema, en esa época yo no entendía de términos médicos así que no le di importancia, el punto es que cuando regresó a la escuela él no recordaba nada antes del accidente. —Y fue ahí que ya no me importó llorar, él me había necesitado y yo no estuve ahí, Geraldine tomó una servilleta y me la dio. —Todos los de nuestro salón e incluso los de toda la escuela lo apoyaron, era como un niño nuevo en una escuela nueva, no lo tomes a mal en verdad, después de que no te recordó volvió a ser el de antes, Alberto mi primo ¿lo recuerdas? Se volvió su amigo, tambien está aquí inscrito, e inevitablemente tambien se volvió mi amigo cuando fuimos a la misma secundaria, crecimos en las mismas calles y es genial que nos hayamos encontrado aquí todos, ¡es una locura!
—Tal vez lo mejor es no decirle quien soy, sé que no me recordará de cualquier forma pero, vamos… ya no tiene caso decirle.
—Oye, él sigue siendo el mismo, ¡éramos unos niños Lina! Ahora estamos en esta bella Universidad y con los mejores maestros. Y por cierto… ya que necesitamos avanzar, quiero decirte que lamento si alguna vez te hice daño inconscientemente, jamás quise ser así. —se disculpó bajando la mirada.
—No… yo, tu nunca me hiciste nada, te agarré coraje por lo perfecta que me resultabas, yo no era tan bonita como tú y bueno… ya sabes.
—Eres un encanto, mi madre estaba obsesionada con mantenerme como una muñeca, lo peor era que yo odiaba verme así. Ah y antes de que me odies más te diré de una vez que ya le dije a Pancho de ti. —me suelta tranquila y voltea a otro lado bebiendo de su café.
— ¡¿Qué?! ¿Pero a qué hora?
—Cuando saliste de la biblioteca, ¡uy! Ahí viene, tú actúa normal. — Dijo de repente mirando de tras de mí, todo mi cuerpo y mi mente se encontraban congelados, ¿Cómo actuaría normal? —Viene con su amigo y mi primo, posiblemente no venga… no, ya se alejaron de él, sí, si viene para acá. —Continuó narrando todo.
— ¿Vinieron por café y no me invitaron?— preguntó con esa voz perfecta de locutor sentándose tranquilo a mi lado y tomó el café de Geraldine sin su permiso mientras sacudía su cabello por los rastros de lluvia.
— ¡Pancho eso es mío! ¿Por qué no te compras uno? —Le gritó molesta pero él no dejaba que se lo quitara, entonces puso cara de asco.