Estamos cerrados, imbécil. Te diría que volvieras mañana pero la verdad es que no me apetece volver a verte el careto— no sé dónde se había metido el camarero amable que me dio la bienvenida cuando conseguí este trabajo, pero desde luego no era el hombre que tenía enfrente.
— Eh, creo haber dicho pequeña gattina, en ningún momento te he hablado. A lo mejor pongo una queja, aquí el servicio deja mucho que desear. Además, si no me equivoco en el cartel pone que cerráis a las 21 horas, tengo cinco preciosos minutos para tomarme un cappuccino con la mia gattina y luego llevarla de paseo— mis músculos se tensan como el ambiente en el que nos encontramos al escuchar esas palabras, Antoine tiene razón, es un completo imbécil.
Me giro para llamarle la atención pero lo único que consigo es quedarme paralizada, no me reconozco, creo que todo es culpa de sus ojos que esta vez no me dejan escapar. No sé qué hacer, odio que me miren a los ojos pero tampoco consigo huir de su mirada.
— ¿Te comió la lengua el gato, pequeña?— su sonrisa pícara volvió a sus labios mientras se acercaba cada vez más a mí hasta poner su cara justo delante de la mía, para esto tuvo que encorvarse lo que le daba un aspecto más amenazador. De por sí no me gusta estar tan cerca de la gente, pero este chico me sacaba especialmente de quicio.
— Tío, ya me estás tocando un poco las narices. Te dije que la dejaras tranquila esta mañana y te lo repite ahora o sino, tendremos problemas, y gordos— la ansiedad volvió a mi cuerpo con estas palabras de Ton, estaba lleno de ira y se iba a armar una buena.
— ¡Por favor!— susurré pero ellos no me oyeron, estaban demasiado ocupados viendo quién era más macho. Yo solo quería irme de allí.
— ¿Desde cuando me das órdenes, flacucho?— preguntó él, arrogante acercándose a mi compañero, que era un palillo comparado con su trabajado cuerpo. Antoine le empujó y comenzó la pelea— ¡No ves que no le interesas, iluso!—dijo lanzando el primer golpe.
— ¿Y tú si? Ni la conoces pirado, ¡déjanos tranquilos!— respondió mi compañera esquivándolo a la vez que se preparaba para pegarle justo en la barbilla. Él lo esquivó y tiró de su brazo haciendo que cayera tirándome a mí. Intenté sujetarme a la barra y terminé tirando unos vasos que se rompieron cortándome el brazo.
— ¡Basta! ¡Esto no estaba en mis planes! Dejadme en paz los dos— salí corriendo al servicio a limpiarme la herida y a intentar calmar el ataque de ansiedad que llamaba a la puerta desde su llegada. El desconocido tentó seguirme pero solo dio dos pasos y a sus ojos azules volvió la vergüenza junto a la confusión.
— ¿Planes?— le oí decir al causante de todo el problema, y luego nada.
Antoine me había seguido y me hablaba desde la puerta, estaba preocupado pero la verdad es que no quería ver a ninguno. Es increíble como todo puede cambiar de un momento a otro, no aguantaba la presión en el pecho y me dolía una barbaridad la cabeza. De repente, también me di cuenta de las dimensiones de la herida, iba a necesitar puntos.
— No son asunto tuyo idiota— le responde mi colega al idiota...No sé su nombre, no le conozco y aún así me trata con una confianza incomprensible— ¿Estás bien, Lilia?— salgo sin responderle, dije que no quería hablar con ninguno y eso haré. Cojo rápido una toalla de la barra vintage detrás de la que suelo trabajar en esta pequeña cafetería parisina que, hasta hoy, había sido el sitio más tranquilo para trabajar y corro hacia la sala de personal en busca de mi teléfono y mi bolso, tengo que ir a urgencias. ¡Dios, cómo me duele la cabeza!— Lilia, por favor, estate tranquila, creo que necesitas puntos, déjame llevarte al hospital— vuelve a hablar Antoine quien me mira con preocupación, ambos se sienten arrepentidos por haberme hecho daño.
— Dije que me dejéis tranquila, Antoine y cómo te llames. Voy a coger mi vespa e iré yo misma al maldito hospital— estaba haciendo una escena, aún no había conseguido calmar mi ansiedad. Por suerte en lugar de debilidad parecía estar verdaderamente cabreada por lo que solo se callaron. Entonces pasó, me giré hacia la puerta y todo se puso en negro.
— ¡Lilia!— alguien gritó mi nombre mientras caía, no tengo idea de quién, solo sé que consiguió evitar un segundo golpe.