- ¿Qué demonios es eso?
-Helen, ¿estás bien?
- ¡Alguien quite a las arañas! ¡Por favor! No puedo verlas ni en pintura.
Ésas fueron las primeras palabras de Jason, Leyla y Alison (sí, en ese orden) ante la nota amenazadora y la maleta llena de arácnidos. Alison corrió al otro lado del pasillo, frotándose los antebrazos como si tuviera la sensación de insectos caminando por su cuerpo. Rosa y Johanna se apresuraron a abrazarla, evitando que se hiciera daño. Helen solo se quedó mirando, el rostro lleno de miedo, manos y piernas temblorosas cual árboles agitados por un vendaval.
-Rápido chicos, hay que atraparlas antes de que se dispersen. -Indicó Jason, Leyla corrió al cuarto y sacó el bote de basura, ofreciéndoselo para atrapar a las invitadas no deseadas. -Gracias amor, ¿puedes llevar a Helen y Alison a la cocina? Creo que han pasado demasiados sustos por un día…
-Claro, vamos chicas, les voy a preparar un remedio casero para el susto.
Ellas la siguieron como hilera de patitos, descendiendo a la planta baja con ella y sentándose alrededor de la cocineta. “Ojalá pudiera hacer algo más” suspiró, intentando recordar algo que pudiera ayudar, hasta que encontró un recuerdo de años atrás, cuando su padre aún vivía… Ella era sólo una niña, sentada en la cocina mientras su padre preparaba un pan calientito con mermelada y té de lavanda. No recordaba porqué había estado asustada, pero la presencia de su padre y el suave olor de la lavanda le hicieron olvidarse del temor en cuestión de minutos. “Un remedio para el susto”
Después de preparar el remedio se dio cuenta de que incluso ella estaba más relajada, su respiración tranquila y ya no sentía esa desesperante necesidad de mirar sobre el hombro a cada instante. Permanecieron en silencio, ¿Qué se supone que le digas a alguien en una situación así? Helen estaba aterrada y con buena razón. Nada se sentía adecuado, las genéricas frases de “todo estará bien” y “no hay de qué preocuparse” parecían más vacías que la ciudad en esos momentos.
Entonces los chicos bajaron, con una bolsa negra y expresiones de seriedad en sus jóvenes rostros. ¿Alguno de ellos lo había hecho? O ¿Alguien los siguió para asustar a Helen? Ambas posibilidades eran aterradoras, pero era preferible pensar que era alguien desconocido, o al menos eso creía Leyla. Una persona anónima molestando era mejor que una persona a quien creías conocer.
-Helen, ¿Sabes quién te dejó la nota? -Preguntó Peter. Ella negó frenéticamente con la cabeza. - ¿Qué quieres que hagamos?
Ella seguía muda como un ratón. Leyla la abrazó con cuidado de no aplastar su cabello dorado con sus brazos. Afortunadamente incluso Arturo había entendido la seriedad de la situación, nadie bromeaba y todos guardaban un sepulcral silencio, mismo que sólo resaltaba el sonido de sus respiraciones.
-Yo… no sé. Quiero ir a mi casa. -Contestó después de varios minutos. - Por favor, quiero irme…
-No podemos irnos, anunciaron en las noticias que las carreteras están cerradas. - Informó Peter consultando su teléfono. - Nadie puede entrar a la ciudad.
- ¿Hay alguien con quien te sientas segura? -Preguntó el Rojo. - Alguien que se quede contigo durante la noche y ya revisamos la casa mañana. No creo que sea buena idea desperdigarnos por la casa dada la situación.
-Leyla y Johanna…
La respuesta sorprendió bastante a Leyla, Helen y Alison eran inseparables, ¿Por qué escogería a Johanna en vez de su mejor amiga? O tal vez estaba sospechando demasiado. Johanna era responsable, el tipo de persona que con sólo su presencia logra tranquilizar a cualquiera. Sus ojos grises siempre analizando la situación como analizaba cualquier problema en la escuela. A veces Leyla olvidaba que Jo era más que sólo una forma de pasar la materia para Helen. Era su amiga, al igual que ella.
Esa noche se retiraron a dormir temprano, ni siquiera habían dado las diez. Cenaron una bolsa de burritos precocinados (ninguno de ellos era bueno cocinando) y después cada uno se encerró en su cuarto, mientras que Leyla y Johanna se quedaron con Helen en la habitación de Jo, pues de acuerdo con ella “Si uno de nosotros fue, lo mejor será que Helen nunca esté en donde ellos esperan”, Leyla no era gran fan de las películas de terror, pero sabía que separarse no era una buena idea y ser predecible era peor.
Juntas fueron al baño para cambiarse y esperaron a que Johanna fuera por un pequeño ejército de cobijas y almohadas. La única explicación que dio fue que en la mañana había encontrado un ropero lleno de ropa de cama.
Johanna se acomodó en el suelo cerca de la puerta.
-Si alguien intenta entrar seré la primera en saberlo. -Dijo, haciendo una cama improvisada con cobijas y almohadas.
Leyla odiaba dormir en el suelo, aun así, se acostó cerca de Jo, cuidando que Helen pudiera verla desde la cama, donde la joven se había sentado sin decir nada. “Vas a pagar por todo”, ¿Qué diablos significaba eso? ¿A qué se refería? Helen era una buena amiga, siempre dispuesta a saltarse clases con ella, sin importar cuantas veces acabaran las dos en exámenes finales. Sus exnovios la amaban y no existía una sola persona que la odiara en la escuela. Entonces, ¿Quién la amenazó? Leyla suspiró, todo se volvía más enredado en su mente.
- ¿Ya se durmieron? -Preguntó Helen.
-No-Respondió Leyla tras corroborar que Johanna también seguía despierta. - ¿Quieres hablar de ello?
-No logro relajarme, ¿Podemos jugar dos mentiras y una verdad?
-Claro, ¿Tú quieres decirlo?
-Que diga Johanna.
La aludida se sentó con la espalda recargada contra la puerta.
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Editado: 21.10.2020