Su mirada parecía pedirme que lo piense una vez más, yo solo trague saliva y respire profundo antes de cruzar la puerta y cerrarla de un solo golpe. Acomodé mi mochila con un simple movimiento y caminé por la vereda sin destino alguno mientras que el sonido que hacían las ruedas de la maleta al recorrer la acera intentaba sacarme de mis pensamientos, pero era imposible ignorar la impotencia que sentía cada vez que recordaba como ella mató a mi gato.