Era una buena vida, tenía dos hermanos, ambos mayores que yo y un hermanito. Un día —no recuerdo que día fue y tampoco el momento— mi amiga me aviso que se marcharía lejos y cuando ella me avisará acudiera a su despedida, acepte como era natural. Pasaron las horas y fue cuando entraron dos personas a la casa, en ese momento estabamos mis hermanos y yo, ellos entraron y se llevaron a mi madre, sin preguntar, eran un chico y una chica vestidos de una manera formal —como uno lo puede ver en las películas de acción—. Como era de esperarse todos saltaron a detenerlos, el chico estaba en mi cuarto buscando algo y luego se paró, este se proponía irse, pero me puse en su frente —no recuerdo como logré hacerlo sentar— y empezamos a conversar —tampoco recuerdo muy bien de qué estábamos conversando— pero ahí estábamos, tratando de hacerle perder tiempo hasta que llegara mi padre.
— ¿Quién eres tú? —le pregunté.
— No es relevante, con su permiso —se levantó y acto seguido lo golpeó como buenamente pude.
— ¿Me vas a devolver el golpe? —le pregunté confiado.
Lo hizo pero con la misma fuerza que la mía, no quería quedarse con la piedra, por lo que seguí golpeándolo y recibiendo uno a cambio, pero cada vez uno más fuerte que el otro para que no se aburriese y entre todos esos golpes no le vio sentido, por lo que se marchó para descubrir que su compañera estaba diezmada por mis hermanos.
Entre esas peleas que eran de vida o muerte, hubo una pelea donde él quedó atado y su amiga había logrado escapar, en ese momento llegó mi padre, teníamos dos pistolas en la casa, tome una y apunte a la cabeza del hombre —que por más golpes que recibió su traje seguía igual de intacto—. Quizás fue un arrebato mío por querer cobrarme los golpes, no disparé y de repente escuché una disparo en la sala, todos salimos, mi hermano y yo con pistolas en mano, era la compañera fugada que reclamaba a su compañero —la que había hecho aquel disparo—. Hubo un cambio de tiros hasta que con un disparo sertero le di, no una ni dos, le disparé tres veces a través de la ventana que le hacía de disfraz. Mi madre fue a recogerla, la atendió y curo, por lo visto no había atinado a ningún punto vital ... En parte quería hacerlo, esperábamos ha que viniera la policía, nosotros teníamos permiso de usar las armas si es en defensa propia y las cámaras revelaban que ellos tiraron la piedra primero.
Mi amiga me llamo, quería responderle y decirle que hiba de inmediato, pero la situación poco podía alegrarme ahora.
Pasó una hora, cuando llegaron unos tipos de aspecto profesional y empezaron a despintar y desmontar el carro donde habían llegado nuestros "amigos", entraron y se los llevaron dejando claro que no abría cargos en nuestra contra, finalizando su discurso con un «eran buscados por la CIA, buenas noches», se retiraron de inmediato.
Efectivamente era de noche, corrí a ver si alcanzaba la despedida de mi amiga, llegué al lugar y estaba oscuros donde parecía que no hubiera habido alguna despedida, llegué muy tarde debido a la escena del crimen. Se nos rehubico en una casa de manera resistente con varias ventanas que podían cerrarce. Cuando mi hermanito me dijo que alguien preguntaba por mi, desde la ventana de atrás, fui a ver quién era, era mi amiga, salí a su encuentro y sin intercambio de palabras nos abrazamos y proseguimos a caminar un rato, resumiendole lo que había pasado, caminandos, me dijo el asunto por el que volvió y mientras la caminata terminamos planificando un futuro juntos —no recuerdo de que se trataba, solo recuerdo que habíamos planificado alguno—. Al volver oímos un gritó, luego otro y otro, corrimos a la casa de manera pues poco inteligente debía ser para no ir a socorrer los gritos que sonaban como una tortura. Dentro de la casa algo cambio, de la nada todo el mundo empezó a morir, su carne desaparecia y quedaban a la vista sus huesos, temía por ella, pero la multitud en pánico nos hizo perdernos. Acabe como ellos, muerto en vida, arrastrandome buscando un yo sé que... Solo quería terminar, es cuando de la nada pude ver a mi hermano escalando un gran edificio del tipo catedral, lo miraba desde abajo, en cuanto el encontró mi vista, me miró con tristeza y dijo «lo siento, no pudimos evitarlo... no, ya no eres mi hermanos, eres una cosa sin vida ni propósito». Al oir esto me ví las manos y efectivamente, mi vida había acabado horas atrás y me perdi en mi locura.
Mi hermano escaló hasta la cima, llevaba una espada que desenvaino al ver a una figura posarse sobre el techo «¡Llegaste demasiado lejos con esto!». Mientras tanto mi otro hermano subía una iglesia, llegando a la cima paso lo mismo, pero el intercambio de palabras no fue el mismo.
— ¡Tienes que morir! —me dijo.
— Yo no puedo morir, yo soy la muerte
— Aquí estás, por hacerme escalar, ¿quieres que me canse? —saco su espada.
— ... —no sabía que responderle.
— ¡Vamos! ¡Dete la vuelta!
— Mata a dos para tener derecho de matar a uno —le dije.
En eso salieron dos personas que dejaron de serlo hace mucho y tomaron posiciones para atacar con cuchillos en frente, cuando atacaron le costó poco esquivarlos, cuando el atacaba también le solian esquivar, fue un espectáculo ver el dominio que él tenia con la espada, acabo con los y se dirigía al último . Mi hermano en la catedral peleó con perseverancia pero al final la cosa de un tajo destrozó su abdomen, un poco más y lo partía en dos, sus pocos segundos de vida tan solo expresaban odio en su mirar. Mi segundo hermano ya después de un tiempo de batalla carecia de un brazo y aún mantenía determinación en su mirada, en la última estocada perdió la cabeza.
Desperté en mi cama, asustado, la casa estaba desolado a excepción de mi hermanito que estaba durmiendo, quería encontrarla, sería capaz de irme y buscarla sin importar cuántos tuviera que matar en el camino, pero por las pocas posibilidades de había y mi hermanito, me quede, mire por la ventana y todo estaba tan oscuro como si el hombre jamás hubiera descubierto la electricidad, levanté a mi hermanito y le dije «en esto nos hemos convertido». Vimos por la ventana a una chica bailando calle abajo, pude dislumbrar que sus ojos carecian de alma y propósito cuando nos miró... ahí parada con la mirada inexpresiva vuelta a nosotros, cerré la ventana suavemente cuando ella empezó a caminar en dirección a nuestra casa, el temor me hizo olvidar los valiente que había sido en plantearme salir solo, cerramos todo bien y nos escondimos, en eso ella se me acercó y me dijo.