Había una vez un gato, que siempre andaba molestando a un perro.
En cierta ocasión, éste se enojó y le advirtió.
-No me estés molestando, porque te voy a morder, te voy a quitar un pedazo de carne.
El gato se rió de manera burlona y le contestó:
-Sólo que me alcances, soy muy veloz, con facilidad treparé a un árbol, y desde arriba voy a estar viendo como te enojas.
Y así, el gato siempre molestaba al perro. Un día muy temprano, el perro pensó:
-Me voy a esconder y sin que se dé cuenta, voy a agarrar a ese gato flaco.
Pero la oportunidad se le presentó cuando el gato estaba durmiendo y roncando. Entonces el perro lo atrapó, al momento gritó el minino:
- ¡No me hagas daño! Ya ni te voy a molestar.
El perro lo soltó y lo dejó ir. A la mañana siguiente otra vez el gato comenzó a molestarlo, pero él siguió calmándolo:
-Si no te corriges, voy a decirle a un animal que te coma.
El gato no le creyó y siguió aventándole objetos, y luego con una vara le pico la panza, lo que enfadó más al can, por lo que éste le encargó a un coyote que se comiera al gato.
Por eso les digo; ¡Amigos, no molesten a los demás! Porque ustedes van a perder. Al que molesta, siempre le darán su merecido.