En cierta ocasión se encontraron en un campo florido una avispa y un jicote. El jicote fue quien inició el dialogo. Presumiendo su fuerza física. Dijo:
-Yo soy demasiado fuerte, soy capaz de llevar carga pesada y no me fatigo rápido.
La avispa lo miró maliciosamente y después de escucharle, contestó:
-Si lo que dices es cierto, hagamos una competencia. Mira, en aquel lugar hay bastante miel, llevémosla al pie de aquel guayabo a ver quien lleva cargas más grandes.
El presumido aceptó y ambos empezaron tal actividad. En realidad, aquel jicote tenía suficiente fuerza, cargaba grandes cantidades de miel, mientras que la avispa hacía cargas pequeñas, se veía débil y no mostraba su verdadera intención de aprovechar la circunstancia y de alguna forma beneficiarse. Cuando la avispa se dio cuenta que ya era una gran cantidad de miel acumulada, le dijo al jicote:
-Verdaderamente eres fuerte, fíjate que yo ya me cansé, por lo tanto, será mejor irme a descansar a mi casa, además ya está a punto de oscurecer.
El jicote preguntó:
- ¿Por cierto, en dónde está tu casa?
-Aquí mismo, atrás de este tronco de guayabo, hay un hoyo y desde hace mucho tiempo vivo en este lugar, justo donde habían colocado la miel.
El jicote guardó silencio y se retiró apenado, furioso y pensativo.
Muy tarde comprendió la astuta actitud de la avispa, murmurando:
-Condenada avispa, logró burlarse de mí.
La avispa quedó satisfecha y feliz por el trabajo gratuito del jicote.
Esta historia nos enseña que no es correcto andar de presumidos de ser fuertes o de sabelotodo, porque puede haber alguien que sea más astuto y se aproveche de nosotros.