Existió una familia que todos los días se levantaba muy temprano, preparaba sus alimentos e iba a cortar café, acompañada de su pequeño hijo.
Como todos los días, tomaron sus utensilios de trabajo y se fueron al cafetal. Al llegar, acondicionaron una hamaca para acostar al pequeño.
La madre lo meció un rato y cuando éste se quedó dormido, fue a alcanzar a su esposo para iniciar su labor. A mediodía, el señor tuvo hambre y dijo a su esposa:
-Ya tengo hambre ¿y tú?
Ella contestó:
-Yo no, pero si quieres vamos a comer y aprovechamos para ver si el niño ya despertó para darle de comer y después seguimos cortando, hasta completar el costal grande, para venderlo en la tarde y así tener dinero para mañana.
Llegaron donde habían dejado a su hijo y grande fue su sorpresa, pues el niño no se encontraba. Suspendieron la comida e iniciaron la búsqueda de su hijo. Llorando, recorrieron todos los lugares por donde creían que se encontraba, y por ningún lado lo hallaron.
De tanto caminar se cansaron; como la noche se acercaba recogieron lo que llevaban y regresaron a su casa.
Al llegar a su casa, fueron a visitar a la autoridad para hacerle saber lo que había sucedido y pedirle su apoyo para seguir buscando a su pequeño.
El representante invitó a otras personas, y muy de mañana emprendieron la tarea de continuar buscando al extraviado. Llegaron donde estuvo el niño y desde ahí iniciaron su búsqueda.
Así pasaron cuatro días buscándolo y el niño por ningún lugar apareció. El cansancio los agotó, se desesperaron y suspendieron la tarea.
Pasaron 15 días, el señor conversó con su esposa y decidieron ir nuevamente al lugar donde había sucedido la tragedia.
Caminaron hasta llegar al lugar y en esta ocasión su sorpresa fue mayor, porque ahí donde durmió el pequeño, encontraron su esqueleto.
Han pasado ya varios años, y nadie se explica quien le hizo daño al niño, la finca está abandonada desde que sucedió este hecho.