Cuentan los abuelos que hace mucho tiempo existió un señor muy trabajador, nunca descansaba, el problema era que cada vez que su mujer le daba de comer algún tipo de carne, ella sólo le daba una pequeña porción, y él quería más. A pesar de estar gordo, a veces él decía:
- ¿Oye mujer avara por qué me racionas la carne?, si yo siempre me preocupo por traer lo suficiente a casa.
La mujer contestaba:
-Recuerda bien gordo marranudo, también la familia tiene que comer y tú te pasas de comelón.
Por eso, frecuentemente estaban riñendo.
Un día, el comelón dijo a su esposa:
-Mata un pollo, cocínalo bien y ponlo completo en mi bastimento con muchas tortillas, porque voy a ver a un amigo para que me preste dinero, el señor vive muy lejos y por ello necesito llevar suficiente comida.
La señora obedeció, hizo lo que le ordenaron y al poco rato aquel hombre emprendió el camino en busca de su supuesto amigo. Al llegar a una loma se sentó a tratar de comer, para eso se dijo:
-Ahora sí, nadie me quitará la comida.
Observó a los alrededores para asegurarse que nadie lo viera y cuando estaba a punto de sacar su bastimento y se le acercó un viejito de cara bondadosa, de vestimenta sencilla, a quien no vio por dónde salió. Éste le preguntó:
-Oye amigo a dónde vas?
Rápidamente él guardó su comida y le respondió:
-Voy a buscar a un amigo, ya que necesito que me preste dinero.
El recién llegado le contestó:
-Si me invitas de tu comida yo te puedo prestar ese dinero.
Él volvió a decir:
-No, gracias.
El señor no insistió, y le dijo:
-Esta bien, me voy, pero antes debes saber que yo soy Dios.
E obeso hombre no le creyó, tomó su bastimento, lo metió a la bolsa y empezó a caminar. Después de un rato, al llegar a una rejolla dijo:
-Aquí voy a comer mientras nadie viene.
Y volvió a sacar sus cosas, esta vez se sentó frente al suelo y al disponerse a comer, vio que detrás de una piedra grande salió una persona, vestida con traje negro, buen calzado y mirada maliciosa, le hizo la misma pregunta:
-Oye amigo a dónde vas?
Y él le respondió de mala forma:
-No te importa.
Entonces el de traje le dijo:
-Yo sé que vas a buscar a un amigo tuyo para que te preste dinero, pero si compartes tu comida yo te puedo regalar el dinero que quieras, porque yo soy el diablo.
Él comelón sintió miedo, pero no cayó en la tentación y respondió:
- ¡Yo no quiero tu dinero, puedo conseguirlo trabajando!
A toda prisa se puso de pie, tomó sus cosas y continuó su camino.
De tanto andar rumbo a la casa de su “amigo” se cansó y entonces pensó:
-Ahora si voy a comer, venga quien venga.
Sacó su comida, se acomodó en el suelo, en eso nuevamente vio llegar a alguien, esta vez se trataba de una mujer quien amablemente lo saludó, diciendo:
-Buenas tardes amigo, ¿podrías invitarme de tu comida?
Él muy contrariado, le respondió:
- ¡Yo no soy tu amigo!
Tranquilamente la recién llegada le dijo:
-No te enojes, yo soy amiga de todos los que están vivos aquí en la tierra; no distingo a ricos, pobres, niños y adultos, porque todos ellos me respetan y cuando les llega la hora me los llevo, yo soy la muerte.
Entonces, él se asustó y sintió un frío inmenso en todo su cuerpo, aún cuando el día era caluroso y sin resistencia accedió:
-Está bien, ven, siéntate aquí, ¡vamos a comer!
Cuando el comelón se dispuso a comer un pedacito de carne, no se lo pudo tragar. En cambio, la muerte comió y comió hasta terminar toda la carne de pollo. De pronto el hombre gordo murió; la muerte se lo llevo.
Aprendamos la lección: Todos debemos comer únicamente lo necesario, porque cuando comemos demasiado podemos tener obesidad, una enfermedad que nos puede producir la muerte.