Cuentos Con Tento

LAGUNA

Nunca había sentido tanto miedo antes de esa noche fría, el viento arremolinaba mi oscuro cabello en uno de sus fuertes soplidos y mi piel se erizaba cada vez más, aún no sabía como había llegado ahí, al pie de esa turbia y profunda laguna misteriosa.

El agua estaba inquietantemente tranquila y me daba la extraña sensación de que estaba mirándome. No había absolutamente nada en todo el paisaje, sólo ella, que me miraba como si quisiera algo de mí, y yo aunque tenía mucho miedo no era capaz de echar a correr, ni de gritar, sólo estaba allí, a su merced. El delgado vestido blanco que cubría mi cuerpo cada minuto se hacía menos suficiente para evitar que el desgarrador frío calara mis huesos, mis labios se movían de arriba abajo al son de mis dientes que tiritaban hasta mas no poder. Cerraba mis ojos para buscar en mi memoria el camino hasta aquí, pero no tenía suerte, lo último que recordaba era haber salido del teatro y estar dando un paseo en Quintinville con Jake, era nuestra primera cita. De pronto escuché una voz que pronunciaba en un suave canto mi nombre, era dulce y misteriosa al mismo tiempo. Comencé a mirar a todos lados para descifrar de donde provenía, pero no obtenía resultados, estaba sola.

– Aquí estoy – volvió a decir, con el mismo tono musical. Entonces me di cuenta que no hablaba realmente, estaba dentro de mi cabeza, pero no eran mis pensamientos

– ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres de mí? – pregunté inquieta

– ¿Acaso ves a alguien más por aquí? – preguntó irónica

– La verdad… no veo a nadie aparte de mi por aquí – respondí titubeando

– Estoy al frente de ti, es imposible que no puedas verme, cuando hace un segundo incluso me estabas mirando – dijo en forma de reproche

– Pues tendrás que ser un poco más especifica – dije

De repente la tranquilidad de aquella laguna se alteró, comenzó a formarse una ola que se acercó a mí lentamente arrastrándose por el suelo hasta llegar al principio de la roca sobre la que estaba parada. Un impulso incontrolable me hizo despojarme de mi zapato y apoyar mi pie descalzo sobre las frías piedras, entonces el agua siguió acercándose cada vez más, hasta que la sentí, no se sentía como un agua común, era más bien como una suave caricia que en lugar de intensificar el frío me proporcionaba una cálida sensación.

– Ahora puedes sentirme – volví a escuchar dentro de mi cabeza

Fue allí cuando lo entendí, era la laguna quien me hablaba.

– Pero… no entiendo, ¿Qué quieres de mí? – volví a preguntar, ésta vez con mucho miedo

– Te quiero a ti – respondió triunfante

Entonces de un momento a otro me encontré caminando hacia ella, sin importarme el frío desgarrador que sentiría al sumergirme.

Me detuve en su orilla para tomar una bocanada de aire, miré hacia atrás para verificar que no había nadie mirándome, como si estuviese cometiendo un delito, y me adentré en su profundidad abrazadora, entregándome a ella por completo, concediendo su único deseo.

 

Jake

Año tras año había pospuesto la decisión de pedirle que saliera conmigo, cada vez que quería acercarme a ella algo me lo impedía, y me mantenía observándola a lo lejos, imponente y dispuesta a comerse el mundo con su cabello negro y sus divinas curvas. Pero hoy había sido diferente, me había dicho que si quería salir conmigo, así de fácil. Después de ir al teatro salimos a dar una vuelta, para mí era como un sueño caminar por la ciudad a su lado, tomado de su mano.

– Quiero ir a verla – Me dijo en tono de niña pequeña

– No deberíamos, ya sabes lo que dicen – respondí terco

Estaba empeñada en acercarse a laguna al este del pueblo, de la que se decían muchas cosas, entre ellas que se enamoraba de las mujeres hermosas y se las llevaba. Yo nunca había creído en mitos ni leyendas, pero si algo había aprendido de mi abuela era a no andar buscando lo que no se me había perdido. Después de varios minutos de nuestra pequeña discusión, me di por vencido

 

– Sólo una vuelta y nos iremos – Dije

– ¡Sí! Ya comenzaba a creer que eras un miedoso – Exclamó dando brinquitos.

Nos dirigimos a la famosa laguna por un atajo de tierra, para cortar camino. Cuando estuvimos cerca ella soltó mi mano y comenzó a andar hacia adelante, sin pronunciar una palabra. Al principio sólo la observaba, al cabo de un rato la noté perdida, como hipnotizada. Por más que la llamaba a gritos ella parecía no escucharme, y cuando intenté acercarme a ella algo me impidió caminar. Estaba allí, presenciando como la laguna hacía su efecto sobre mi amada, y no pude hacer otra cosa que ser un triste testigo bajo la luz de la luna del momento en que el agua la sedujo por completo y la apartó de mi lado para siempre.

Cada mañana después de esa noche me senté en el mismo banco junto a la maldita laguna, con la esperanza de que ella saliera caminando como quien ha estado nadando por puro placer, pero no sucedió. Iba a tenerla de regreso sin importar el precio, así que ideé un plan, era perfecto, nada podía salir mal.



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Editado: 01.03.2018

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