No se puede discutir la belleza resaltante de Isabel, encaja a la perfección con su papel. La reina de las tierras heladas. Se ha ganado el título por matrimonio. Y ahora que el rey ha fallecido, en ella cae todo el poder. Aunque quisiera reclamar el otro reino, el de las tierras de fuego, no puede, porque su hijo fue considerado apto para asumir la corona. Tampoco la iba a reconocer como familiar, ese pequeño la odia: reclama la muerte del rey. Él y sus soldados claman que recaiga sobre los hombros de Isabel.
Dos muertes en menos de un mes, la gente comenta con asombro la cantidad de versiones que existen entre los rumores. «Esta mujer no tiene familia ni títulos, ¿cómo se hizo con la atención de dos reyes?». «¿Por eso el rey llegó con un niño sin madre? ¿No era hijo de una plebeya cualquiera?». «Pero, ¿no es el hijo de un rey, mayor que el otro niño?». Solo Isabel puede manejar tal detalle.
Ella no merecía tal duelo, llegó de tierras lejanas, no se le puede culpar de enamorarse de un rey, aunque fuera esposa de otro. Las tierras heladas no eran lo suyo, porque en las tierras de fuego se sentía más a gusto, encantada de la compañía que ahora anhela. Pero el futuro que le espera será mayor, como una recompensa, ya sea por su belleza o por su admirable codicia. Su plan seguirá en pie, y su jardín, que ahora es un bosque lleno de sus enemigos convertidos en piedra, se lo recuerda.
Acabará con la vida de su hijo para tomar el poder si es necesario, solo es cuestión de tiempo para saberlo. Por ahora debe aparentar dolor, para no llamar la atención de los otros reinos, que de seguro esperan impacientes por su versión. Y dependiendo a qué reino tenían declarado su favor, la historia se modificará. Ella sabe hacerlo, persuadir es un talento de su hermosa naturaleza.
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Editado: 19.01.2024