Todos los días lo recuerda. Y sus memorias parecen fragmentos de su vida que se repiten una y otra vez con cada detalle vívido. Lamenta el día en que clavó esa daga en el corazón de su amada. Al despertar recuerda sus ojos cristalinos, desbordando un mar de lágrimas. En sus sueños están los gritos. En sus noches está su anhelo, la compañía que nunca volverá a tener. Se dejó llevar por la ira. Y llora cada día, igual como lloró el día que la sostuvo entre sus brazos, llena de sangre, fría y sin vida. Vaga por las noches buscando un poco de su luz. Vaga por el día esperando escuchar su risa. Sabe que no volverá pase lo que pase. Cumple una condena, imposible de fallar, obligado a caminar sin rumbo, cada mañana, cada noche. No importa cuanto avance, nunca perecerá. Porque esa es su maldición. Vivirá para siempre, solo, recordando su error más grande y su mayor lamento. Sin el perdón de ella, y mucho menos el de si mismo.
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Editado: 19.01.2024