Era un clima templado, “característico de esta tierra nueva y desconocida para mí”, pensó el campesino mientras se dirigía camino al gran castillo de la ciudad. Aun no quedaba mucho para llegar a las puertas de la entrada, lo sabría cuando llegara a ver guardias de armadura blanca, hechos con un material blanco de una tierra lejana que nunca memorizó.
Aunque no quedara mucho, el campesino sentía que habían pasado siglos desde que llegaron los guardias a su granja a buscarlo, según los guardias del castillo, había cometido injurias y falacias contra el rey de esta tierra. El no negaba nada, los comentarios los había hecho, pero nunca pasó por su cabeza que llegaría a oídos del palacio, siendo el un campesino viviendo a más de 10 kilómetros de la ciudad.
Lo peor de todo no es el hecho de ir al palacio o los crímenes del que se culpaban, el peor temor del campesino es que todos los ciudadanos lo miraban, los caballeros no pasan desapercibidos debido a la armadura blanca de las cuales estaban tan orgullosos. Casi era una humillación publica el que te vieran siendo escoltado ya que nunca significaban noticias buenas. El campesino, mientras miraba al cielo, pensaba en cuantas personas lo estarían mirando en ese momento, la chica de la Panadería, el viejo de la Joyería, el señor y su hijo de la herrería, todas esas personas con las que solo dirigió unas pocas palabras en el poco tiempo que llevaba ahí. Juzgando, evaluando, cambiando su opinión sobre él. Mientras todo se sentía tan eterno con cada paso que daba.
Cuando el campesino se dignó a bajar la mirada, aburrido de mirar el mismo cielo que había estado mirando parte del viaje, se dio cuenta que ya se podía ver la estructura, el inmenso palacio, blanco como la nieve, los huesos, el oro blanco, era el mismo blanco de las armaduras de los caballeros. Fue entonces cuando el campesino recordó el motivo para viajar desde su viejo hogar a esta nueva tierra. “El blanco que representa ese país, es por la paz y la neutralidad tanto de su pueblo como la de sus líderes”.
“Patrañas” pensó el campesino al ver la humillación por la que estaba pasando, que todo un pueblo lo juzgara por el simple hecho de ser escoltado por la guardia real hasta el castillo.
Al ver las enormes puertas de madera abrirse, las escoltas del campesino comienzan a gritar ordenes para bajar el puente levadizo, el cual ya estaba abajo en cosa de segundos listo para ser cruzado. Al entrar al patio del palacio se pueden escuchar los entrenamientos de los futuros caballeros, realizando trotes, duelos de espadas con escudos, entrenamiento físico y finalmente limpieza de armas. A lo lejos se escuchaban los tiros con arco de los arqueros que defendían el palacio, pero estaban demasiado lejos como para visualizarlos bien a los ojos del campesino.
El patio de armas terminaba con una estructura, una torre, el cual era tan grandes como los muros que se veían por afuera del castillo, adentro ya de la torre principal, un gran pasillo conducía hacia el salón real, el sitio del rey, el gran trono custodiado por más caballeros tanto adentro del salón como la puerta principal.
Dentro de todos los pensamientos negativos que estaba teniendo el campesino a lo largo de su viaje, le sorprendió el orden y disciplina dentro del castillo, todos los caballeros con armadura estaban en fila, su escolta lo trajo hasta el castillo en un cuadrado perfecto y al abrir la puerta del gran salón, todos los caballeros, guardias personales del rey asignados para proteger el salón, estaba en dos filas paralelas con lanzas en alto.
El campesino solo logró dar unos cuantos pasos dentro del gran salón, lo detuvieron completamente ante el trono, ahora lo único que podía ver el campesino eran los veinticuatro escalones hasta el trono real. Cuando una voz retumbó por todo el salón.
– ¿Eres tú el campesino del cual he escuchado solo malas palabras? – dijo el hombre del trono–. ¿Cuál es tu nombre?
–Yelskor – dijo firmemente el campesino–.
–Así que eres un extranjero – afirmó el rey mientras lo miraba, analizando cada movimiento que Yelskor efectuaba–. ¿Hace cuanto que vives en Helgor?
–Desde hace dos meses, su excelencia. –Respondió el campesino.
–Yelskor, el campesino, se le ha traído aquí ante el rey por el crimen de esparcir calumnias y difamar a la corona real de Helgor, ¿Cuáles son sus declaraciones frente a estas acusaciones? – dijo el rey mientras se levantaba se su trono–.
–Su majestad, como he dicho anteriormente he llegado aquí hace dos meses, como todos recordarán, hace tres semanas atrás se pegaron carteles por toda la ciudad informando cambios por parte de la corona–. Yelskor tomaba aire mientras pensaba en lo que estaba por decir, de eso dependía su vida – Pero estos cambios a mi parece estaban siendo demasiado lentos, por lo que he comentado en ciertos lugares como en la Panadería y la Herrería, que yo no creía que estos cambios fueran a ser efectivos inmediatamente y que los cambios tardarían años en volverse realidad… eso es todo lo que he dicho.
–Bien… claramente eso ha sido una falta…
–¿SOLO POR ESO LO HAN TRAIDO HASTA ACÁ? – Dijo una tercera voz desconocido que retumbó por todo el salón – ¿HEMÓS GASTADO EL TIEMPO DE NUESTROS HOMBRES POR UNA PERSONA QUE NO HA HECHO NADA?
Yelskor estaba sorprendido, no sabía desde donde podía venir esa tercera voz que estaba haciendo estremecer toda la habitación, estuvo sorprendido por unos segundos, cuando de pronto ve una figura moverse por detrás del trono, dirigiéndose hacia el rey.