Rodeada de flores multicolores de varias formas, intentando no sufrir mucho con las espinas de la enredadera de rosas que se fusionaba con el árbol donde trepaba para alcanzar la fruta. Dejó todo atrás sin saber lo que significaba, extrañaba la comida sobre la mesa, aunque aún no se les llamaba "mesa" a las mesas. Se sentía bien al recordar las caras acogedoras de sus otros, y no entendía por qué le gustaba arquear los labios al recordarlos. Pero ahora estaba sola, perdida, a veces con frío, a veces la boca se le hacía pastosa mientras el estómago le rugía, pero no había agua cerca ni carne viva suelta... solo aquel fruto en ese árbol.
Cuando la boca está seca no hay rasguño que valga, y con heridas unas más fuertes que otras logró alcanzar la fruta. Volvió a arquear los labios aun si no recordaba a nadie, aun si seguía sola. Probó el bocado más dulce y jugoso que su boca jamás había saboreado. El fuego en el cielo se escondía y nunca le gustó esa parte.
Corrió entonces dentro de un árbol hueco y esperó en descanso que el amanecer volviera.