Mi familia era pequeña pero muy unida, mi hermano mayor era un aventurero, mis padres
también, tan así, que decidieron navegar en el yate de la familia. Yo, por otra parte, era más
hogareña y por mis estudios no pude ir. Llevaban como un mes mar adentro, conociendo islas
paradisiacas, me enviaban fotos todos los días y no lo podría negar, me hubiese gustado estar
ahí con ellos. Luego de un par de días sin saber de ellos, me preocupé, primero pensé que
quizás no tenían cobertura telefónica y después en lo peor. Mientras estaba en clases, recibí
una foto de ellos, estaban bien, me alegré, pero el cielo se veía muy oscuro. No habían podido
comunicarse conmigo debido a las tormentas que los acechaban.
Una semana sin saber de ellos me hizo pensar lo peor. En las noticias hablaban de tormentas,
huracanes y muchas personas desaparecidas. Me vi huérfana hasta que me llegó un mensaje
de voz de mi hermano.
Hermano: Hermana, una tormenta enorme nos rodeó y hundió nuestro yate. Con papá
nadamos a una isla desierta, mamá desapareció durante el naufragio, no puedo creer todo
esto. El cargador solar está averiado y no carga mucho el teléfono, ¡Se apagará esto en
cualquier..!
No lo podría creer, esa tarde lloré mucho por mi madre y tenía un alivio de que al menos no
me quedé totalmente sola.
La armada marina en conjunto con helicópteros de rescate no podía adentrarse en el mar, ya
que las tormentas continuaban. Tres días después recibí otro mensaje.
Hermano: Hemos intentado pedir ayuda mediante el GPS del teléfono, pero con la humedad se
averió. La isla no es muy grande y no vemos mucha comida. Tampoco vemos nadie cerca, creo
que la tormenta nos llevó muy adentro y puede que nos estén buscando en el lugar
equivocado. No ha parado de llover y creo que papá está enfermo. Se me agota la batería,
hablamos después, papá te manda saludos…
No sabía qué hacer, la policía me decía que tenía que esperar. Pasó un mes sin saber de ellos,
la tormenta había dado tregua unos días atrás y los equipos de búsqueda y rescate se
adentraron al mar. Muchas embarcaciones fueron encontradas sin sobrevivientes. Di aviso de
la isla que me comentó mi hermano, pero no estaban en las islas conocidas ni cercanas.
Miraba a cada minuto mi teléfono, esperando algún mensaje cuando en eso veo ‘’En línea’’ a
mi hermano.
Hermano: Cada vez la batería solar carga menos, con mucha pena quiero informarte que papá
murió, se enfermó y no pudo recuperarse, lo enterré hace unos días. ¡Por favor, vengan
pronto! Ya no hay comida…
Me quería morir, lo único que me quedaba en la vida era mi hermano y más encima no sabía
dónde.
Pasó un tiempo y se dejó de buscar sobrevivientes a la mayor tormenta jamás registrada. Un
año después sin saber nada de mi hermano, al que yo daba por muerto, recibí noticias sobre
él.
Policía: ¡Buen día, tenemos buenas noticias, encontraron a su hermano!
Fue la mejor noticia en mucho tiempo, por fin mis plegarias habían sido escuchadas. Mi
hermano fue rescatado por un pequeño barco mercante que recorría una zona poco transitada
en el océano, cientos de kilómetros alejado de donde la mayoría de la gente los buscaba. Al
cabo de unos días me pude reunir con él en el hospital. Estaba demasiado delgado y su mente
ya no era la misma, se había vuelto loco. Me contó que se alimentaba de puros cangrejos y
algas marinas, pero lo que más le gustó fue comerse día a día a nuestro padre. No explicó si se
lo comió vivo o después de muerto. Era otra persona, se había convertido en un monstruo, un
animal. Los forenses volvieron a la isla a desenterrar el cuerpo de mi padre para hacer las
pericias pertinentes y luego darle un entierro digno.
Una vez reveladas las investigaciones se concluyó que mi padre habría recibido golpes
contundentes en la cabeza y que había sido comido vivo día a día por meses hasta que murió
de hambre y lo más terrible y que aún no puedo creer, es que junto a mi padre estaban los
restos de mi madre, en igual condición.