Primero le probaran el zapato a Anastasia, y le quedó bien, se la llevaron, pero cuando llegó a la casa del millonario, al caminar por la escalera, algo de sangre tiñó su talón y manchó el piso, éste se lo habían cortado en Angulo, así logró su madre hacer que tuviera un número menos, que era lo que le separaban de su meta.
— Espera — el joven vio la mancha que dejaba en el piso — ¿Qué te pasa? ¿Y esa sangre?
— Es que me hice una pequeña herida en los pies por bailar contigo por tantas horas.
— Tú no eres ella.
— La recordaste — se alegró su padre.
— No, pero si sé que bailamos muy poco y luego conversamos.
Enrique en persona la llevó de vuelta a su casona, entonces le probaron el zapato a las siguientes hermanas, fue Griselda quien logro calzarse el zapato, también le quedó perfecto, a diferencia de su hermana se lo dejo puesto, para que no sangrara donde le habían cortado los dedos de los pies.
— ¿Qué te pasó para que camines así? — apenas salieron al jardín, Enrique notó su cojera.
— Ese día pise una piedra cuando subí en mi automóvil, la noche de la fiesta, es un esguince — dijo para encubrirse.
— Mentira, no te fuiste en un auto, mi amada se fue... — recordó haber visto una jovencita de espalda perderse en un muro, al lado de una mujer mayor de negro — es mentira, ya han tratado de engañarnos dos veces, su madre me va a escuchar.
Le reclamó a Yolanda haber querido hacer pasar a sus hijas por la mujer misteriosa, en eso estaba cuando Ada, en su forma translucida se le apareció a Celeste.
— Él esta fuera — le dijo el espectro.
— No me escuchará, la puerta es muy gruesa
— Puedo ayudarte.
— Me dijiste que me darías lo que mi corazón quería ¿Acaso fue ir a la fiesta? Por qué eso no era...
— Lo sé... pero recuerda que tú me tienes que hacer un favor — se lo dijo — si no quieres...
Celeste no lo pensó un minuto
— Acepto. Por favor, ayúdame a que me encuentre.
Enrique vio a la figura fantasmal entrar donde tenían a la joven encerrada, la imagen era la misma del ser que vio al lado de su amada la noche de la fiesta.
— ¿Allí hay alguien?
— No, es solo una bodega.
— Ábrala.
— No hay nada — insistió Yolanda.
— Ábrala le dije.
— Tienen que traer una orden.
Sin que nadie interviniera, la puerta se movió sola, dentro había una joven de pelo rubio, en un rincón había un olor terrible, ya que se vio obligada a usar ese sector como baño.
— ¡¡ERES TU!!
— Enrique, mi amor...
— Atrevida, como le dices así al señor... — quiso reclamar Yolanda.
— ¡¡Cállese!! — le gritó el joven — Celeste, por fin te recuerdo, tu eres de quien me enamore ¿Quieres casarte conmigo?
La joven estaba contenta, por fin sus mayores deseos se estaban por volver realidad.
— Sí — la rubia gritó su respuesta con todas sus fuerzas
— Seremos tan felices mi amor — Enrique la abrazó feliz.
— Ella mató a la anterior mujer de mi esposo, tengo pruebas ¡¡ES UNA ASESINA!! Irá a la cárcel.
El joven molesto tomó un cuchillo de la cocina.
— ¡¡Como puede decir algo así!! La única criminal es usted. Estoy seguro que esto es otro de sus trucos, y como no me gustan las mentiras... — con la mirada enloquecida se acercó hacia donde estaba Yolanda.
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Por fortuna Celeste fue dejada en libertad por la muerte de su madrastra Ada, el crimen había ocurrido cuando era menor de edad, además ya estaba prescito por el tiempo transcurrido.
No fue así con Enrique, ya que en su arranque de ira le había cortado la lengua a Yolanda.
— Sabemos que él deberá ir a la cárcel, pero queremos que nos indemnice — dijo Anastasia molesta al padre del joven — tenemos que cargar con nuestra madre, y en estas condiciones, yo no puedo caminar sin ayuda de un bastón, y mi hermana se le infestó la herida y tuvieron que cortarle las piernas y ahora usa una silla de rueda.
— Nadie les pidió que se cortarán sus pies para tratar de engañar a mi hijo — dijo el hombre, pero luego de ver que vestían ropa remendada, su corazón se ablandó — está bien, lleguemos a un arreglo...
— Ningún arreglo, queremos 100 millones de dólares, o los llevaremos a la corte.
Fueron a la justicia, el abogado de la familia del millonario presentó los antecedentes que Enrique tenía una enfermedad mental, eso sumado al dinero de su padre, evito que fuera enviado a la cárcel, se le derivó a una institución mental que prácticamente era un hotel de cinco estrellas. Solo se les entrego 20 millones de dólares como compensación a la viuda y sus dos hijas.
Celeste se casó con Enrique mientras estaba internado, rápidamente quedó embarazada, tuvo una hija a quien le puso de nombre Ada, como su primera madrastra, cuando la infante cumplió un año su suegro murió de un ataque al corazón, así que la joven se hizo con el poder de sus negocios, y logró que su esposo siguiera en el manicomio, hasta que al aniversario de la muerte de su padre, Enrique apareció muerto, colgado en su habitación.
La viuda y su hijita estuvieron serenas en los funerales, al llegar a la casa, ambas es cambiaron los trajes negros por unos de colores más alegres.
— Te parece bien este vestido — le dijo Celeste a su pequeña hija de 2 años.
— Sí, gracias por haberme dejado usar el cuerpo de tu hija.
— Es lo menos que te podía hacer por ti, Ada. Me diste justo lo que yo quería, dinero, poder, y nadie que me controle. Quien diría que alguien como tú fuera una bruja, cuando estabas con papá eras muy buena.
— Eso debemos hacer para que no nos descubran, quería pasarme al cuerpo de mi hija, para volver a vivir con el dinero de tu padre, y como tu hermanastra, pero fue mejor que seas mi nueva madre.
— Te quiero Ada, te prometo que te cuidaré mucho.
Sobre la madrastra muda y sus hijas, las que estaban sanas se fueron de la isla y no se supo más de ellas, en cambio Yolanda, Griselda y Anastasia, cuando iban en su automóvil en una carretera cerca de la costa, fueron atacadas por unos cuervos que les picaron los ojos, lo que las hizo salirse del camino. En el accidente las tres murieron instantáneamente.