Cuentos para no olvidar

Más que las palabras

Una alegre niña de unos 12 años platicaba a un anciano libro sobre sus cuentos favoritos. Sentado en una silla con cojines, un conejo se desprende de su reloj para escucharlos con atención. La bella niña relata los misterios más fascinantes, contagiando amor, risas y alegrías para que todos vivan así sus días. A este pequeño círculo se les une una princesa de largos cabellos, enanos y gigantes que comienzan a relatar sus vidas. Los más viejos añoran sus cuentos, cuando los padres leían horas a sus hijos para dormirse y sentían la calidez de los abrazos y frazadas, donde se escondían los niños traviesos.
Otros varios, cuentan que están felices porque sus vidas han tomado un gran giro, sus libros han pasado por tantas personas diferentes que se reúnen en la biblioteca y son motivo de espectáculos teatrales para entretener a toda clase de públicos, y es tanto el regocijo que, se vuelven sus amigos.
Reían alegres, ahora la princesa contaba tan entusiasmada cómo los niños de una primaria adaptaron su cuento, que se cayó de la silla en que estaba sentada y cuando se levantó, reposaba en manos de la niña que se lo llevaba a casa.




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