La sonriente noche mecía los abedules en son de una especie de vals macabro, el camino a mi cabaña se veía alumbrado por la luz de la luna mientras yo me preparaba para dormir.
Pero llegó de nuevo aquel ser en forma de urraca que con sus graznidos intermitentes asustaban a sus alrededores, en todo caso con el paso de las horas esos graznidos se convirtieron en carcajadas sombrías.
Con el poco de valentía que sentí, me asome lentamente a la ventana, espantado quedé, al ver una hermosa mujer desnuda subida en el árbol, riéndose macabramente.