Cuervo

Capítulo 5

"No critiques el arte cuando no eres artista"

Jane:

Buscar una excusa para tatuarte parece simple. Hoy en día todos tienen un motivo tonto con el que marcarse y eso está bien, si quieres tener simplemente adornos que recubran tus poros. Pero yo quería marcas, detalles que pudieran interferir con mis estados de ánimo, con mi manera de ver las cosas.

Durante horas estuve en Pinterest y encontré demasiadas imágenes, pero no significaban nada para mí. Así que tomé un carboncillo y comencé a hacer algunos trazos, que igual que la bendita aplicación, no me llevaron a nada en concreto. Mi cabeza estaba colapsando en busca de inspiración y mi piel estaba ansiosa de convertirse en el lienzo de mi locura.

Mi musa estaba dormida y eso era evidente, así que me puse a buscar en el estante un libro que leer en mi tiempo libre antes de clases, pues, dentro de poco me tocaba entrar. Debido a la nevada que hubo, suspendieron la sesión de la mañana y yo me la pasé recreándome en casa.

Tenía dos opciones que me estaban tentando para releer, una me iba a dejar en una depresión de dos días como mínimo y la otra. provocaría que odiase a los hombres y comenzara a sacar mi lado feminista. Definitivamente si había algo tóxico en mi casa, eran los libros que leía. Cerré los ojos ante la indecisión y dejé que mis dedos escogiesen por sí solos, como hacen los niños pequeños cuando no saben qué juguete escoger y solo pueden tomar uno.

Convencida de mi suerte abrí los ojos y como no, "Boulevard". ¿Quién diría que una portada tan colorida, cargaba con una depresión tan grande? Pero bueno, amaba el libro así que me dejé caer en el sofá de la casa y comencé a leer.

Las siguientes horas las pasé con la cabeza entre las páginas de aquel libro. No importó el hecho de que conociese casi de memoria las oraciones del mismo, siempre se me apretaba el pecho cuando hablaba Luke. Supongo que así somos los lectores, almas sensibles que buscan una historia que merezca ser anclada en sí.

Yo era una masoquista sin dudas, en cuestiones de literatura, pero qué hacer, hay libros que terminan por robarte el alma. Después de todo, pensando fríamente, teníamos algo de común yo y Luke, ambos nos sentíamos culpables. La diferencia es que él tenía una culpa inocente, en cambio yo, no podía decir lo mismo.

—Jane —llamaron al otro lado de la puerta, sacándome de mis pensamientos.

Arrastré los pies hasta la entrada, para encontrarme con una persona que no veía hace un año y que se había convertido en una de las principales causantes de mis problemas de conciencia. Verla de frente después de tanto tiempo, me volvía un amasijo de sensaciones dolorosas que aún no era capaz de controlar.

—Hola, pequeña —sobó mi cabeza y me dio una especie de "abrazo".

Siempre me había preguntado por qué Yudy no me llevó con ella cuando mis padres murieron. Supongo que no quería más cargas en su vida y yo, era una. Mi justificación para ella era que, si mi propio hermano no fue capaz de llevarme consigo, no tenía derecho reclamarle nada a Yudy.

Pasó por mi lado luciendo un elegante vestido rojo, como en los viejos tiempos. Se acomodó en el sofá de mi pequeña sala y dejó su bolsa de piel sobre la mesita de cristal frente al mueble.

— ¿Qué haces aquí, Yudy? —pregunté incómoda, mientras me sentaba en una silla frente a ella.

—Quería saber cómo estabas —dijo de manera muy dulce.

—Bien.

—Además, quería decirte que he hablado con tu psicólogo —la simple mención de ese hombre me erizaba por completo—. Él me dijo que a pesar de que está muy orgulloso porque dejaras de lado tus instintos suicidas, quiere que asistas a una consulta más, este fin de semana.

— ¿Qué quiere Hamilton de mí? —solté una bocanada de aire—. ¿Ponerme como ejemplo de superación frente a otros? —inquirí de mala gana—. ¿Comprobar si he jodido más la piel que él llamaba "porcelana"? —la rabia que destilaban mis palabras pasaron desapercibidas frente a Yudy—. Porque si es eso, te digo desde ya que no cuentes conmigo.

—Jane, mira que eres difícil —intentó mediar—, él no quiere que digas nada, solo necesita revisar si el experimento de unos meses atrás puede volver a usarse, no vas a tener que hacer ningún esfuerzo, solo ir —comentó frustrada—, y yo voy a acompañarte.

Ir a una consulta con Hamilton con Yudy presente, a lo mejor, sería diferente. Pero yo no estaba lista todavía, además, cuál era el objetivo de llegar ahí y decir que superé todo lo que fui un día, cuando al fin de cuentas, era mentira. Los planes que hice para mí seguían en pie, y estaban cada vez más cerca de cumplirse.

—Tengo mejores cosas que hacer, Yudy.

—Como andar fantaseando con basuras como esta —soltó, dirigiendo su vista al libro abierto en el suelo—. Esos libros no van a cambiar tu vida, Jane.

—Yudy —dejé salir mientras contaba internamente para calmarme—. No critiques el arte cuando no eres artista —recogí el libro y lo volví a ubicar en su lugar.

—Se me había olvidado lo imposible que es hablar contigo a veces.

—Como mismo yo había olvidado tu rostro tras un año entero sin verte, porque ni siquiera fuiste a visitarme un día.

—Jane, sabes que no tenía tiempo, intente mantener relaciones contigo, pero ya ir a ese lugar era distinto.

—Te esperé —confesé—, te esperé tantas veces junto a aquella ventana, que perdí la cuenta de los días.

—Lo siento —habló por lo bajo.

—No, no tienes que disculparte —tragué en seco, controlando las lágrimas que amenazaban con salir—, solo me mostraste cómo era el mundo en realidad, frío, solo.

—Las cosas no son así, Jane, por eso debes ir al psicólogo, hablar con él —insistió.

— ¡Que no pienso ir! —prácticamente le grité en la cara y no sé en qué momento de la conversación, pasamos de estar sentadas tranquilamente, a quedar ambas de pie.



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En el texto hay: romance, muerte, autosuperacin

Editado: 10.04.2022

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