Cuervo, no me olvides.

6

Entre las rejas de la cárcel, camino en círculos o eso se dice. Lo cierto es que ni siquiera puedo moverme en ese hueco sucio y podrido. Nunca pensé ser atrapado, jamás. Lo tenía todo cubierto, y todavía intento entender quién me delató. ¿Quién pudo saber todo sobre mí? No conozco a nadie que supiera tanto. Siempre me cuidé de ello. ¿Entonces qué pasó?
Son meses de hacerme la misma pregunta. Al inicio, me burlé de todo porque pensé que mis contactos me sacarían de ese lío. Pero, con el tiempo, al pasar los días y luego las semanas hasta llegar a convertirse en meses, tuve que rendirme ante la evidencia: nadie iba a salvar mi trasero. ¡Traidores! Después de todos los favores que me deben, ninguno, nadie va a tenderme la mano.

En mis cinco metros cuadrados, intento pensar en una estrategia, idear una forma para mover los hilos desde adentro. No necesito mucho, solo con un celular puedo tejer una nueva red, y sacudir unos cuantos contactos para refrescarles la memoria, y listo.
Estoy metido en mis pensamientos, cuando escucho el sonido de las puertas de las rejas abrirse. Sin moverme, me quedo en lo que llaman cama, en la espera de mi comida; ni loco me muevo de aquí.
No dura mucho antes de que me traigan mi comida hasta mi celda.
—No se atragante —me aconseja el guarda.
Al momento, no le presto atención y me concentro sobre mi plato. Eso es lo que llaman comida, una especie de sopa sin sabor, una puré que ni siquiera una cucaracha quisiera pisar, y una gelatina azul de empaques. A esa altura, en un mes no quedará nada de mí. Estoy por abrir mi pedazo de pan, cuando siento que es mucho más pesado de lo que debería ser... y más grande también.
Sin perder tiempo, me precipito y abro el pan con mis pulgares. De inmediato, siento algo metálico adentro. Sin creer mis suerte, abro por completo mi pan, y adentro descubro un pequeño celular.
Sin poder contenerme, comienzo a reírme sin parar. ¿Con quién pensaban que trataban? ¿Realmente creyeron poder detenerme con meterme en esa caja para zombies?
Antes de prenderlo, me fijo en mis alrededores, y lo enciendo. La pantalla parpadea y el saludo inicial deja pronto su lugar al menú. Enseguida, una llamada suena en silencio con el vibrador. —Sí.

—Es un gusto escuchar tu voz de nuevo.

—Qué tal amigo mío, jamás pensé escucharte de nuevo.

—Me extraña. Mira no iré en círculos, los Viejos no están muy contentos...

—Y comprendo.

—Qué bueno, así entenderás la decisión tomada por ellos.

—Ya veo...

—Te deseo un buen provecho, amigo mío —me dice, antes de colgar.

Mis dedos golpean la bandeja repetidas veces, mientras mi cerebro trabaja a mil por hora. Cuando vuelvo a tomar el celular, sé a quién contactar. Esa persona no me salvará, lo sé; pero sí hará lo necesario para hundir a los verdaderos culpables.
—¿Diga?

—Catalina, soy yo. Por favor no cuelgues, no digas mi nombre, nada. ¿Es tu celular seguro?

—Sí.

—Necesito conversar contigo, ¿podrías venir?

—¿Por qué debería?

—No puedo caer sólo.
El silencio es pesado, ella no me contesta, pero tampoco cuelga la llamada. Con esperanza sé que ella vendrá a verme. Después de todo, yo la eduqué.
Cuando escucho el pitido constante, sé que Catalina colgó.
Ella vendrá, sé que ella vendrá.
Así que espero con paciencia, mientras me acuesto sobre el mismo piso. Cierro los ojos, y visualizo todo, una y otra vez. Y poco a poco, realizo que no siempre tomé las mejores decisiones. Y también, sin darme cuenta, la manera en la que fui manipulado. Yo el jefe y maestro del engaño fui burlado por él. Sin creerlo, me río de mí.
—Ese carajo...

—Tiene visita. —Con una sonrisa, me levanto y tiendo mis manos. El mismo guarda con olor a cigarillos fríos y café, encierra las esposas en mis muñecas—. Andando.
En silencio, cruzamos pasillos a pasillos, sin parar. Hasta llegar a una reja enorme con barrotes más espesos que mi pierna. El guardia mira la cámara de seguridad en espera a que la luz verde se prenda y que la puerta se abre.
Cuando el pitido largo y constante suena, el guardia me empueja por dentro. Seguimos caminando por los pasillos, más puertas, más rejas hasta llegar a una zona llena de personas.
Alli, en el medio de todo, veo a Catalina sentada. Y de inmediato, sé que algo anda mal. Conozco bien a Catalina para detectar cualquier cambio en su forma de ser. Me acerco hasta su mesa, y con cuidado me siento.
Ambos nos desciframos, y yo descubro todo el desprecio que siente por mí en su mirada. De su boca no sale ninguna palabra, pero no hay necesidad. Es tan obvio que quiero irme de inmediato. Pero, me lo merezco; eso y mucho más.

—Te haré una sola pregunta —suelta, después de largo momento—. ¿Por qué mandaste a esas personas a nuestra boda si tú querías que Alessandro y yo nos casáramos? —pregunta llena de odio y amargura.

—Catalina, podré ser culpable de muchas cosas, pero nunca mandaría a personas a matarte. A pesar de no ser mi hija biológica, siempre te consideré como hija mía. Mismo si como padre dejo mucho que desear. Y como persona no perdono la traición.




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