Cuervo, no me olvides.

40

Es su cuerpo caliente contra el mío que me despierta. Ver a Alessandro tan quieto y su semblante tan relajado me llena de felicidad. Es como si los años de ausencia se hubieran volatilizado. Mi hombre, mi esposo está a la par mía. Y ni siquiera tuve que ir a por él. Alessandro vino a mí. Vino porque quiso, esta vez no es bajo el orden de su padre ni del mío. Tampoco porque yo soy su esposa, Alessandro me ama, es así de sencillo. O quizás así de complicado. Saber que nuestros sentimientos son correspondidos sin la menor duda es una emoción que te derrite por completo.
Tantas veces me pregunté qué haría, tantas veces pensé que ese era nuestro final. Cuántas veces me lo imaginé así a la par mía, cuántas veces rechacé esa misma posibilidad diciéndome que era una tonta. Noche sin poder pegar el ojo, pensando en él o intentando dejar de pensar en él. Batallas internas perdidas en preguntas sin respuestas donde me odiaba aún más que a él. Palabras calladas, caricias sofocadas en la profundidad de mis pesadillas en plena luz del día. Entre comer y no comer, vivir o dormir, despertar o seguir en un sueño irreal de fantasías frustradas por mi imaginación infantil. Días y semanas enteras a sufrir los altos bajos entre estar bien y parecer estar bien. Feliz durante el día y atormentada en las noches. Momentos de alivio donde, a veces, admito, podía concebir la lejana posibilidad de ver en un hombre un rasgo interesante de belleza; momentos donde me decía que tenía derecho de rehacer mi vida a como me complacía. Momentos donde pensaba estar “curada” y sentir el alivio que seguía esa eventualidad. Para, de pronto, de la nada, volver a pensar en mi Cuervo y llevarme de vuelta donde comencé.
El comienzo de todo: nuestros encuentros, nuestras peleas y nuestros momentos felices. Memorias de lo que pensaba ser el despido definitivo de nuestra historia. Un despido difícil de aceptar con los arrepentimientos del sentimiento de culpabilidad donde los “si” cobraban una forma desgarradora. Noches sin pegar el ojo, pensando en él o intentando dejar de pensar en él. Una vez más, un círculo sin fin donde el comienzo y el fin ya no tenían punto de ser porque ya no sabía donde comenzaba y terminaba él y yo juntos.

El amor, el desamor, los sentimientos y los resentimientos son armas letales para cualquiera. Aún más con una persona como Alessandro, porque a quién engaño cualquier hombre a la par de él sería un aburrimiento total. Y mi mente enfermiza me jugaba trucos tan sucios como terminar con Alessandro y querer estar con el Cuervo. En qué mundo podría escaparme de ambos sin volverme loca. Noches enteras de fantasías sexuales con el Cuervo para escarparme de la realidad de mi fracaso con Alessandro. Noches en volver a subirme en su moto para vagar por la ciudad bajo las luces de los faroles y las estrellas en los campos. En esos momentos, el Cuervo fue mi salvador y mi propio infierno andante. Él en su oscuridad eclipsaba por completo a Alessandro con sus miedos, obligaciones y dudas respectivas. El Cuervo no tenía familia, no tenía dinero, ni cuentas que rendir ante nadie. El Cuervo fue él que me salvo la vida en esa noche oscura en el puente. En su propio infierno, él encontró el mío; en su propio infierno, él sostuvo mi mano sin soltarme. El Cuervo nunca me falló, esa es la realidad. Una forma de ver nuestra historia desde otro ángulo.
Alessandro me dejo escoger el tipo de vida que llevaríamos.

Con lentitud, dejo a Alessandro dormir. Vuelvo a tomar la bata en la sala, y salgo para tomar aire en el balcón. Ya es de noche, después de haber hecho el amor… varias veces. Increíble, sí, varias veces; nos dormimos unas 7 horas más. Por lo menos yo porque Alessandro sigue en el mundo de las hadas. Volver con Alessandro, sigo sin poder creer en ello.
Cuando vi a Alessandro en la cocina pensé que era otro de mis inventos, pero esta vez no lo había creado, sino que él irrumpió así de repente. Loca, es lo primero que me paso por la mente. Me había vuelto definitivamente loca hasta que Alessandro me llamo. El mismo suelo se derrumbó bajo mis pies. Realizar que mi Cuervo estaba enfrente mío me llenó de alegría y no pude evitar llegar hacia él para tomarlo entre mis brazos. Pero, de vuelta a la realidad, todo se complicaba. Cuervo era también Alessandro, y ambos eran la misma persona. Yo soy Catalina, y fui la Catalina del Cuervo y de Alessandro. Ya no soy la misma, cambié en muchas formas, muchas maneras. Estar con el Cuervo o con Alessandro era rendir una parte de mis misma. Si voy con el Cuervo es la libertad absoluta de ser y de dejar de ser quién quiera que yo y él queramos ser. Vivir con Alessandro es poder ser esa Catalina de ayer en la noche, pero aceptar a cambio todas las obligaciones, las hipocresías, las mentiras y los sacrificios que debamos dar a cambio del tributo de ser parte de la alta sociedad y del Grupo3. ¿Seré capaz? ¿Seremos capaz de sobre vivir?
El pasado, y qué pasa con el pesado. El pasado de mi legado, tampoco es gratis.

Aplastada por la realidad me siento en el sofá, y en la oscuridad me muerdo la uña de mi pulgar. ¿Acaso puedo tomar mi decisión sin saber el secreto de mi padre? Cierto que él no es mi progenitor, pero él me quiso a su manera. Jamás abrí el sobre porque pensé que nunca volvería a ver a Alessandro. A pesar de mis debilidades, sabía de antemano que ese mundo para mí había acabado. Mi vida era ser pianista, y nada más. Me concentré en ello porque mi vida dependía de ello. Sin el piano yo no era nada ni nadie. Así que viví para cada tecla que la yema de mis dedos tocaba, cada sonido que mis oídos escuchaban, y cada latido que hacían vivir ese corazón herido y fatigado por la vida misma.
Al final, comprendo que no puedo huir más de la realidad. No puedo hacer lo que reproché de Alessandro. Decidida, tomo la llave de mi habitación y así como estoy corro hasta mi habitación.

En el camino, no me cruzo con nadie. Sin tomar el elevador, voy por las escaleras. Ni me pregunten, no tengo la menor idea del porqué. Solo le hago caso a mi instinto. Al frente de mi habitación paso la tarjeta en la cerradura y la luz verde se prende. Abro la puerta, la luz de la entrada se enciende automáticamente. Sin perder más tiempo, voy hacia el cofre, digito la combinación y tomo la llave que hay dentro. Luego en mi maleta digito el código y abro con la llave la pequeña caja de metal. El sobre, pequeño sigue allí. Apresurada, lo tomo y lo pongo en mi bata interior.
Voces.




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