Cuida tus palabras con el sexo opuesto.

Capítulo 02

Residencia Dallas.

 

Mamá pica los tomates con una agilidad que ni yo misma poseo a pesar de la edad. La miro con detenimiento desde el mesón, mientras ella danza de un lugar a otro con la preocupación plasmada en el rostro, lo usual.

—Deneve, lleva esto a la habitación. —Coloca el plato entre mis manos y frunce el ceño, preocupada como siempre de que alguien pueda enterarse de nuestro secreto.

—Tranquila...—Sobo su mano con calma— No va a pasar nada malo ma, lo prometo.

—Lo siento cariño, es difícil vivir así. —Medio sonríe— me gustaría haberlos traído en un mejor momento.

—No me quejo de nada. Aunque tengo razones para hacerlo —tiembla nerviosa pero de inmediato busco la manera de calmar sus nervios. —No con ustedes... Sino con ese asqueroso régimen que nos tiene en este estado.

Respira hondo y vuelve a lo suyo. Por mí parte me pongo en marcha para llevar los platos, llego hasta el escondite bajo la cama de la habitación de mamá y con rapidez abro la puerta escondida. 

Por suerte todo aquí abajo está muy bien iluminado, con entradas de aire fresco por medio de canales que están escondidos bajo gnomos del patio trasero.

— ¡Bienvenida! —Papá sale de entre las sombras con su sonrisa y rostro risueño.

— ¡Papi!

Dejo la comida sobre una mesa de madera que mi progenitor con mucho esfuerzo ha mantenido en buen estado a pesar de la humedad de aquí abajo. Y a continuación lo abrazo, cada día que pasa es igual. No puedo pasar mucho tiempo en este sitio porque alguien puede darse cuenta, puede parecer que estamos solas constantemente pero la verdad es que no, ninguna mujer está sola.

Las vigilantes "aquellas viejas chismosas que miran cada tres minutos por la ventana" son informantes de los altos mandos. Al principio creí que era paranoia de mamá pero con el paso de los años, empecé a notar como varias mujeres fueron castigadas por mantener hijos "infieles" y maridos "que debieron morir durante la limpieza" casualidad, siempre pasaba luego de que alguna de aquellas ancianas miraba por la ventana y luego hacía una llamada.

— ¿Cómo te fue hoy en el trabajo? —pregunta llenando su boca de comida.

—Bien, lo usual. —Resto importancia mirando alrededor, notando lo cálido que es aquí abajo con la buena vibra que tiene papá y lo contradictorio a la casa de arriba donde suele dormir por las noches.

Papá no fue tomado para la limpieza por pura suerte. No, mejor dicho porque mamá lo escondió durante largos periodos hasta llegar a crear este sitio al que considera hogar. Él nunca le fue infiel a mi madre, pero como dice el dicho: "Por uno pagan todos".

—Las viejas amargadas como siempre haciendo de las suyas con las jóvenes de la facultad —Dije, tomando asiento a su lado en un silla de madera que parece recién pintada.

El pan de cada día en la comisaría donde soy detective, trata de que si eres nueva y sin experiencia pero quieres ganar un rango alto solo tienes una opción "acostarte con alguna de ellas" por suerte mamá pagó mis estudios y no tuve que pasar por ello pero e sabido de muchas que sí debieron hacerlo.

La limpieza acabó con muchas cosas, entre ellas "una gran cantidad de hombres". Lo que llevó que la poca población masculina que quedara se escondiera o fuera escondida por sus madres, abuelas o hermanas con suerte de que no se porten mal y paren en la calle.

—Que horrible debe ser trabajar en un sitio como ese —asiento, él como con calma puesto que siempre tiene su desayuno, almuerzo, merienda y cena a la hora. No le hace falta nada donde está; bueno no más que la preciada libertad de salir y caminar por las calles de esta espantosa ciudad.

Porque eso es lo que es, una ciudad olvidada. Fue echada a un lado cuando las cosas se descontrolaron en la capital, aquella donde existe un guerra por agua y no sé qué más porque no lo pasan por las noticias.

Muchas antes intentaron salir junto a sus hijos pero fueron halladas y acribilladas, como si fuera un pecado querer y amar a alguien independiente de lo que hayan hecho los demás.

—Lo es, pero con el paso del tiempo uno como que se acostumbra. Además, esas chicas son mayores de edad y pueden decidir la manera de ganarse las cosas, pueden luchar por una beca o título solo que prefieren el camino fácil.

—Eso es cierto amor —Le sonrío con cariño. Me hace falta salir con él, dar un paseo e ir a comer helado pero la verdad es que ni siquiera soy capaz de sacarlo de esta ciudad.

Siendo lo que soy, debo más bien evitar que las otras no hagan lo que hacemos nosotras.

—Iré a llevar esto —digo con plato en mano— y prometo volver para que charlemos un poco más luego de ir a comprar verduras.

Papá me da un beso en la mejilla y se recuesta sobre su cama, encendiendo la televisión.

Salgo de allí tan pronto como puedo y cubro todo de tal manera que nadie nos descubra. Mamá me espera con la cena servida, pero sin un plato para mí miro por sobre su hombro y me sorprende encontrar a Loren sentada y comiendo de lo que ha hecho mi progenitora.

— Oh, qué bien, ya terminaste de comer —Comenta la pelirroja levantándose— tu mami me contó sobre la manía de comer a escondidas que tienes —se acerca confidente para susurrar —"que rarita eres".




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.