Residencia Taylor.
— ¡Trae la pala inútil! —la voz de Sora llega a mis oídos mientras intento que no caiga sobre mí las cosas que guardaron en el cobertizo.
— ¡Voy hermana! —es sorprendente que aún ella me trate como su hermano, cuando tiene el poder para tratarme como una basura misma.
La suerte de que mamá me perdonara es qué aún puedo seguir teniendo un techo y comida, ¿La mala? Simple. Ella actúa como si no existiera, como si comer en la misma mesa sea un pecado y por ello debo comer en mi alcoba o luego de que la familia lo haga.
Sora, por otro lado. Desde que sucedió lo de papá ha fingido ante todos que soy una pesadilla, pero luego de que mi madre y sus amigas se van vuelve a ser ella y a darme comida, agua, y demás cosas como una persona normal.
—Piss, piss... —susurra, está a centímetros de donde estoy con la cara inclinada y el cuerpo fuera del sitio. —Mamá ya se va a su tonta reunión, pediré pizza para comer ¿quieres algo más?
Lo pienso unos segundos y entonces una voz hace que ambos quedemos en un rotundo silencio.
—Sora, necesito que laves el vestido que usare para la reunión de mañana. —Abigail, mi madre no ve en la dirección en la que estoy, solo echa atrás su cabello y le sonríe a mi hermana —Y hazme el favor de no malgastar tu tiempo con... —Arruga la nariz, va a hablar sobre mí— porquería. Recuerda que no debes degradarte hasta el nivel del excremento, nosotras somos las que mandan y ellos la basura que debimos eliminar hace mucho.
Agarra sus mejillas y las acaricia. Cuanto desearía que me tratara igual, que por una vez en la vida dejara de decir ese tipo de cosas, porque no tengo culpa de lo que hiciera papá.
—Si mami, solo me encargaba de que hiciera su trabajo como debe ser. Si no, me encargare de darle un buen castigo. —Mamá se ríe y besan sus mejillas en modo de despedida.
Otro día, otro dolor de cabeza.
—Fiu... Hasta que se fue la bruja. —Dice al no escuchar los tacones de nuestra progenitora chocar contra el suelo. —Con sinceridad que no sé qué le pasa por la cabeza hueca que tiene, digo, eres su hijo no entiendo porque debe tratarte así.
—No hay problema Sora, eso en algún momento va a cambiar. Tengo fe en ello. —Argumento recordando lo que John comentó unas semanas atrás.
—Si tú lo dices, —resta importancia.
Mi hermana es una linda rubia de tan sólo quince años, que detesta con el alma las reglas que se le imponen pero que igual las cumple desde aquella vez donde me dieron una paliza por la cual casi muero por abrir la boca para defenderme.
—Pediré la pizza, te espero abajo. —Sale corriendo, su vestido moviéndose con el viento.
Espero a que este lo suficiente lejos para mover las cosas bajo la madera y sacar la caja con candado de papá, donde guardaba su arma cargada y unas cuantas fotos de la familia unida que destruyó por su infidelidad.
Camino a paso veloz hasta el sótano donde está mi habitación y escondo la pequeña caja en un hueco que hice en la pared pero que camuflajeo con ladrillos.
—Esto es por si es necesaria, espero no tener que usarla. —Comento a la nada, a ver si Dios se apiada de mi situación y me lleva a su lado.
— ¡Abel, ven! —escucho a mi hermana y salgo a su encuentro.