Aquella noticia hizo que me incorporara con rapidez.
—¿En serio?
—Sí, ya se lo he entregado a inteligencia, que por cierto me ha puesto mala cara, odian ese cachibache con todas sus fuerzas —confirmó.
Incliné la cabeza hacia un lado haciendo una mueca.
—No me extraña.
Partimos en dirección a la comisaría sin despedirnos de Logan ya que no quisimos despertarle de su profundo sueño. Como era de esperar, al llegar allí las abrasantes miradas de mis compañeros se me incrustaron en la espalda juzgando mis actos y decisiones. Ignoré los susurros de desaprobación y llegué a mi despacho, en la mesa reposaba un sobre inconfundible, otro mensaje, este me dejaba descolocada ya que Urano seguía con vida y no había aparecido ninguna víctima que hubieramos podido relacionar con el caso.
—Se me olvidó decírtelo, pero tienes otro "regalito" —escuché a Thomas decir a mis espaldas.
Tragué saliva y un sudor gélido me empapó el rostro. Asentí lentamente aproximándome al objeto, escuché a mi compañero retirarse, me coloqué unos guantes y con sumo cuidado descubrí lo que había en el interior. Una flecha, estaba fría, era metálica y con un tallado bastante simple, toda mi atención se centró en la punta al ver que estaba manchada de algo que parecía sangre ya seca, sentí mis entrañas precipitarse al vacío, lo más retorcido era que no sabía si me causaba pavor o ilusión por creer tener entre mis manos una pista contundente. La mandé enseguida analizar ansiosa por sacar algo en claro. Mientras tanto seguía trabajando en el otro caso, en el cual, a través de varios testigos pudimos reconstruir lo que fue una cita con final fatal y tener un retrato robot bastante sólido de quién era el supuesto asesino, a pesar de ello su identidad seguía siendo un misterio y su detención compleja, solo teníamos indicios pero ninguna prueba que confirmara que era el autor de los hechos. Una llamada quebró mi cúpula de pensamientos en la que me encontraba meditabunda, podíamos considerar ese crímen puntual como algo serial y sucesivo al conocer los detalles de la nueva víctima en cuestión.
—Tamara Morgan, 27 años, vivía sola con la única compañía de un gato que se puso a maullar de manera inusual alertando a los vecinos quienes llamaron a la policía —narraba Thomas mientras entrábamos en su piso que ahora se había convertido en la escena de un crímen.
Al final de un largo exhalo las luces ultravioletas me permitieron por desgracia quedarme con una bizarra imagen: el cadáver era de una joven con el pelo corto que ahora le colgaba a la inversa debido a la posición en la que se encontraba. Una cuerda recorría su cuerpo desnudo formando figuras geométricas acabadas en nudos que la mantenían boca abajo inmovilizada de pies y manos, se veía con claridad signos de estrangulamiento y heridas en la piel por el tiempo que llevaba en aquella postura que había provocado que la tez de la víctima se tornara de un color inusual que no podía llegar a distinguir. Como en la otra ocasión, toda su casa se mantenía en orden, indicando que tenía toda la pinta de haber sido una cita tranquila hasta el exacto momento en que la estranguló. El flash de la cámara hacía que parte del habitáculo se sumiera en negrura por unos instantes, mientras tanto, le tomamos declaración a varios vecinos, ninguno sabía gran cosa de ella. Trasladaron el cadáver y nos llevamos múltiples objetos que consideré relevantes en la investigación y útiles para poder contactar con sus círculos cercanos.
Estaba sentada en el despacho comparando las imágenes de los cuellos de las víctimas, las marcas eran muy similares y por el modo de actuar todo apuntaba a que se trataba del mismo autor. Escuché unos pasos aproximarse, al alzar la vista reconocí la bata blanca y el cristal de las gafas de Carlota me deslumbraron.
—Te he traído los resultados de las pruebas, la sangre que recubría la punta de la flecha es de animal, cerdo en concreto —explicó sentándose frente a mí.
Solté las imágenes sobre la mesa.
—En ese caso se trata cómo no de un mensaje simbólico.
Miré la flecha meditabunda y alcé las cejas, Carlota apoyó sus brazos sobre la mesa con una sonrisa obstinada dibujada en sus carnosos labios.
—Ahí está esa mente privilegiada moviendo los engranages —sostuvo las imágenes mirándolas con cierta fascinación bajo la luz nirmal de un flexo que a mi me cegaba.
—Hímero es el nombre con el que el presunto asesino se bautiza, pertenece a la mitología griega, era algo así como una especie de representación de Cupido —abrí los ojos observando el sobre vacío — ¿y si en realidad los casos están relacionados?
—Bueno, es una posible teoría —dejó las fotos sobre la mesa y las giró colocándolas en mi dirección apagando la otra luz —¿ves los nudos? —interrogó señalándolos
Asentí.
—No están bien hechos —sentenció —el psicópata que buscas es novato en sus "creaciones", meticuloso pero con ganas de salir en las portadas de los medios y con la necesidad de mostrarle a sus víctimas que él es quien tiene el poder, es por eso que las afixia, es su modo de reducirlas con la lentitud suficiente como para que ellas sean conscientes de ello. Quizá forme parte de algún tipo de frustración y necesita demostrarle a alguien que puede ser un líder —analizó.
—No sería la primera vez que un homicida es narcisista y quiere mostrarle al mundo las barbaridades que hace —comento.
—En mi opinión personal —se levanta de la silla —creo que quería llamar la atención a los responsables de tu otro caso, es probable que tu corazonada sea cierta Blanca y también que esa mala ejecución en la última víctima es una prueba de que meterá la pata —objeta disponiéndose a irse.
Alzo las cejas elevando las comisuras de mis labios.
—Por cierto, ¿cómo has sabido que están mal hechos los nudos?
Me lanza una mirada de reojo atrevida.
—Tengo una vida personal ajetreada, Blanca.
Me rio y niego mientras Carlota abandona mi despacho.