NICK
Me devolvió la mirada con una sonrisa radiante. Desde que la había conocido solo había recibido miradas sarcásticas, sonrisas arrogantes y ojos enfadados y malhumorados; y ahora me sonreía. Su rostro pareció otro y si ya estaba guapa con la cara de pocos amigos de siempre ni hablar de cómo era cuando sonreía. Sentí una sensación cálida en el pecho al ver que yo había conseguido eso; bueno había sido Johanna Mavis, pero yo se la había presentado, y no podía esperar a que volviera a dedicarme otra de aquellas sonrisas.
Y entonces su móvil sonó y su rostro relajado y reluciente se transformó primero en sorpresa después en incredulidad y luego en un profundo dolor que la hizo cerrar los ojos con fuerza como si hubiera estado intentando contener las lágrimas. Instintivamente me acerqué hacia ella y entonces vi la imagen que había en su teléfono móvil: Un chico rubio besando descaradamente a otra chica morena.
- ¿Qué pasa? -le pregunté queriendo comprender el porqué de aquel cambio brusco de actitud. Pareció como si se estremeciera al oír mi voz y luego se giró hacía a mí con un odio increíble llameando en sus ojos color miel. Me estampó el teléfono contra mi pecho y sin decir una palabra salió de aquel salón en dirección a los lavabos. La observé sin entender absolutamente nada y entonces me fijé en el mensaje que había debajo de la foto: Esto pasa cuando te vas de la cuidad, ¿De verdad te pensabas que Dan iba a esperarte para siempre?
¿Quién cojones era Dan?
¿Y quién era la imbécil de Kay, que le mandaba un mensaje como aquel?
Sin importarme lo más mínimo abrí la carpeta de fotografías de su móvil. Allí había un montón de fotos con una chica morena, que si no me equivocaba era la misma de la foto y después de unas cuantas con amigos y en lo que parecía su instituto vi la foto que estaba buscando.
El tío ese, Dan le cogía el rostro con las manos a Noah y la besaba mientras ella no podía aguantarse la risa, seguramente al saber que le estaban haciendo la fotografía... Le habían puesto los cuernos... ¿y quién iba a aguantarla ahora?
Bloqué el teléfono y me lo metí en el bolsillo de los pantalones. No tenía ni la menor idea de porque sentía ganas de tirar aquel teléfono en las profundidades del océano ni porque me cabreó tanto aquella fotografía de Noah besando a ese cabrón, pero lo que sí entendía eran las ganas terribles de partirle la cara a el primero que me tocara los cojones esa noche.
Me dirigí hacia la mesa en la que habían colocado un papelito con mi nombre, con Noah a un lado y Anna al otro. Frente a mí, se sentaba mi padre y a su lado su mujer y también habían dos matrimonios más de los que no podía recordar sus nombres.
La gente había comenzado a sentarse en sus respectivos asientos y charlaban animadamente. No habían pasado ni dos segundos de que me había sentado hasta que Anna apareció junto a mi lado. Sentí su perfume nada más sentarse y me incliné sobre la mesa para beberme el vino rojo sangre que habían servido en casi todas las copas.
-¿Y tú hermanita?-me preguntó despectivamente.
-Llorando porque le han puesto los cuernos-le contesté secamente sin importarme lo más mínimo y sin ningún remordimiento.
A mi lado Anna soltó una carcajada y eso también me irritó bastante.
-No me extraña, es una cría con el pelo horrible que no debe ni de saber lo que es echar un polvo; por eso tiene esa cara de amargada. -me contestó.
La observé unos instantes analizando su contestación. ¿El pelo horrible? ¿Acaso no todas las mujeres pagaban cientos de dólares a los peluqueros para que les colocaran mechas de distintas tonalidades en la cabeza? Noah las tenía sí, pero eran naturales no como la mayoría de las rubias tenidas que había en aquella habitación. Y a juzgar por la fotografía de su novio nadie podía decir que Noah no se hubiera acostado con ese y con quién sabe qué tíos más.
- ¿Piensas hablarme de Noah toda la noche?, porque bastante tengo ya con aguantarla en mi casa-le dije volviendo a colocar mi copa sobre la mesa.
Ella sonrió y se me acercó al oído.
-Podemos hablar...-dijo con voz seductora al mismo tiempo que se acercaba a mi oído-O podemos retomar lo que terminamos hace una hora en mi habitación-agregó mordiéndome la oreja.
Sentí como mi mente iba desconectando de todo lo que me había puesto de mal humor y como la excitación comenzaba a adueñarse de mí. Me giré hacia ella y la besé rápidamente en los labios.
-Esta noche nos hartaremos, pero no ahora- dije atajando su mano que había ido subiendo poco a poco hasta llegar a mi entrepierna.
Ella pareció satisfecha y se giró hacia adelante, retirando su mano y comenzando a hablar amigablemente y con una educación exquisita con la mujer que tenía a su otro lado.
Sin siquiera darme cuenta comencé a buscar a Noah por la habitación. La mayoría de los invitados ya estaban sentados y en cuanto la ubiqué, la vi caminando hacía nuestra mesa con paso decidido y como si no hubiera pasado nada.
Ni siquiera me dirigió una mirada cuando tomó asiento justo a mi lado. Esperaba haber visto manchurrones negros de maquillaje en sus mejillas o sus ojos hinchados... pero nada de nada, estaba igual que cuando había salido de casa. Su madre la observó unos instantes con cara preocupada, pero ella dibujó una sonrisa en su rostro y su madre o pareció creérselo o simplemente hizo como si se lo hubiera tragado. Entonces se giró hacia a mí.
-Dame mi teléfono-me ordenó con aquel tono indiferente de siempre.
Sonreí disfrutando de tener algo suyo e imaginándomela mientras me rogaba que se lo devolviese.
-Lo siento, pecas, pero se te ha olvidado la palabra mágica-le dije y disfruté de ver como sus mejillas se coloreaban cuando se molestó por aquel mote que le venía como anillo al dedo.
A mi lado Anna se pegó a mí para poder observar a Noah. Me puse repentinamente tenso.