Culpa mia

Noah

Ya había pasado una semana entera desde la última vez que 
había hablado con Nicholas. Una semana entera que llevaba 
trabajando y la primera semana que no recibía ningún mensaje por 
parte de mi ex, Dan, lo que era de agradecer. Después de lo 
ocurrido en el aparcamiento del bar Nick me había evitado casi de 
una forma insultante. Cuando me levantaba él ya se había ido y 
cuando regresaba de trabajar a eso de las diez mi madre me 
informaba que se había marchado hacía poco tiempo. Era como si 
de repente no quisiera volver a verme y lo peor de todo era que yo 
estaba sufriendo aquel distanciamiento como nunca hubiese 
imaginado. Mi cuerpo me pedía volver a besarle, volver a estar 
envuelta entre sus brazos y también me volvía loca pensando en lo 
que podría haber hecho mal, o por qué motivo él se mostraba tan 
frío conmigo después de haber compartido momentos tan 
excitantes. 
Sabía que iba a casa porque mi madre lo veía casi todos los 
días, solo que iba cuando yo no estaba o si no, regresaba a las 
tantas después de haber estado haciendo sabe Dios qué. Por eso 
aquella tarde, cuando mi jefe me anuncio que ese sábado no tenía 
que trabajar porque cerraban el Bar durante tres días, me propuse 
encontrarme de una vez por todas con él. No sabía exactamente si 
iba a aparecer por casa y tampoco estaba del todo segura si quería 
volver a tenerle delante. Una parte de mí seguía dolida y enfadada 
por su forma de desaparecer o su manera de sustituirme por 
cualquier otra chica estando incluso yo delante. 
Intentando evadirme de cualquier conflicto emocional que 
estuviera teniendo lugar dentro de mi mente me metí en la cocina, 
ya que aquel día mi madre se iba a quedar viendo unas películas 
mientras cenábamos juntas en el salón. . Cuando estábamos en Canadá eso lo hacíamos casi todas las noches y desde que nos 
habíamos mudado apenas pasábamos tiempo juntas. Mi madre 
estaba todo el día acompañando a William en sus viajes de trabajo o 
yendo de compras o incluso ayudando a organizar muchos de los 
eventos y fiestas que Leister Enterprises organizaba cada mes. Por 
eso aquella noche estaríamos juntas. William iba a quedarse en el 
despacho hasta tarde y aprovechando que yo no tenía que trabajar, 
habíamos coordinado nuestras agendas. 
Eran pasadas las ocho de la noche y mi madre aún no regresaría 
hasta las nueve y media-diez, cuando decidí preparar carne al horno 
con patatas asadas. Me gustaba cocinar, no era un chef profesional 
pero me las arreglaba bastante bien. Estaba cortando las patatas 
con un cuchillo parecido a esos que intentan vender siempre en la 
tele tienda cuando sentí que la puerta de la entrada se cerraba. Me 
puse tensa de inmediato anticipándome a la llegada de Nicholas. No 
sabía si era él pero mi corazón comenzó a latir aceleradamente 
mientras escuchaba los pesados pasos de alguien acercándose a la 
cocina. 
Ambos nos quedamos quietos cuando nuestras miradas se 
cruzaron en la poca distancia que había desde la puerta hasta la 
mesada de la isla de la cocina donde yo había dejado el cuchillo en 
alto. Su mirada fue primero de sorpresa y después de deliberada 
indiferencia. No tuve mucho tiempo de molestarme por aquella 
actitud ya que mis ojos se quedaron hipnotizados al ver cómo iba 
vestido, pulcramente arreglado, con un traje negro, camisa blanca 
desabrochada y el pelo cuidadosamente despeinado, enmarcando 
aquellos ojos que hacían que me temblaran las rodillas. No sabía de 
dónde venía pero estaba claro que de una fiesta en la playa no. 
—¿No tendrías que estar trabajando?—me preguntó un segundo 
después, cuando ambos o por lo menos yo, nos repusimos del 
impacto de volver a vernos después de siete largos días. Él se 
adentró en la cocina, rodeando la mesa en donde yo cocinaba para 
dirigirse a la nevera con aire distante y desenfadado.

—Me han dado el día libre—balbuceé aún aturdida por la 
increíble atracción que sentía por él. Me picaban las puntas de los 
dedos por las ganas que tenía de despeinarle aún más el pelo y de 
desarreglarle la camisa pulcramente planchada. 
—Me alegro por ti—dijo en tono educado. 
¿Así que ahora íbamos a comportarnos como hermanos 
formales? 
—¿Dónde has estado?—le pregunté un momento después 
mientras dejaba caer el cuchillo con un poco más de fuerza de la 
necesaria. La patata se cortó con rapidez y dejé una marca en la 
tabla sin querer, haciendo un ruido seco de metal contra madera. 
—Por ahí—me contestó hablándome desde atrás. No podía 
girarme porque si no se daría cuenta del cabreo que tenía. No 
deseaba que Nicholas estuviese al tanto de la horrible obsesión que 
había ido cogiendo aquellos últimos días. Me ponía nerviosa saber 
que me estaba observando, apoyado en la mesada de atrás, 
mirándome y yo sin poderme girar.—Tienes la espalda quemada— 
dijo tras un intenso e incómodo silencio. 
Sentí su mirada clavada en mi piel y me puse aún más nerviosa. 
—Me quede dormida en la piscina—le expliqué cortando más 
patatas y concentrándome en seguir adelante con mi tarea. 
Entonces le sentí detrás de mí, su respiración en mi nuca, hasta 
que un dedo suyo me recorrió la piel quemada desde un omóplato 
hasta el otro. Sentí que se me ponía la piel de gallina y me quedé 
quieta con el cuchillo a medio camino de cortar otra patata. 
—Deberías tener más cuidado—dijo y entonces sentí sus labios 
cálidos justo en mitad de mis hombros, debajo de mi nuca. 
Me sobresalté tanto y estaba tan alterada que dejé caer el 
cuchillo... en mi dedo. 
Pegué un salto cuando un intenso dolor me recorrió el dedo de la 
mano izquierda hasta llegar hasta el hombro. 
—Joder—dijo entonces Nicholas apartándose de mí. Pude volver 
a respirar aunque la tranquilidad solo duró hasta que mis ojos se 
fijaron en el corte.




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