Tuve que dejar que me sostuviera, estaba temblando, temblando
de placer. No podía creer lo que acababa de pasar, ni siquiera lo
había visto venir, pero había sido todo tan rápido... De repente
estaba dándole el regalo y riéndome de él y de pronto me tenía
aprisionada contra un árbol y haciéndome estremecer con cada una
de sus caricias. Había querido detenerle, Dios mío, debí haberle
detenido, pero sentir como sus manos me tocaban... Había sido
increíble.
—Eres preciosa—me dijo al oído después de haber pegado sus
labios contra los míos para evitar que el grito que había tenido en la
punta de la lengua no nos descubriera a los dos.
Aún podía recordar todas las veces que Dan había intentado
hacer aquello mismo conmigo. Mi negativa había sido tan inmediata
que ni siquiera había podido llegar a tocarme; y ahora había dejado
que alguien a quien apenas conocía... Estaba perdiendo la cabeza.
—Creo... que deberíamos regresar—le dije acomodándome el
vestido.
¿Por qué me sentía tan mal de repente? Porque has dejado que te toque alguien a quien apenas le importas, me dijo la voz de mi
consciencia y tenía razón. No quería hacer ese tipo de cosas con
alguien que ni siquiera era mi novio, podéis llamarme mojigata o lo
que sea pero no me sentía bien conmigo misma, más bien me
sentía como una guarra total.
—Noah, lo que ha pasado...—comenzó a decirme Nick pero le
interrumpí.
—No volverá a pasar—le dije mirando a cualquier parte menos a
él— Nos hemos dejado llevar, me he dejado llevar y lo siento...
puedes volver con Anna o con quien quieras no tienes por qué quedarte aquí conmigo.—le dije intentando que no viera lo mal que
me sentía.
Quería que me abrazara, en el fondo quería que se quedase
conmigo, me hubiese gustado que estuviésemos enamorados, o
que por lo menos nos conociéramos mejor... Nick era un completo
misterio para mí y yo para él; no podía dejarle creer que una parte
de mí quería que me dijese que me quería o que me llevase a un
sitio en el que pudiésemos estar solos de verdad y no en medio de
una fiesta y apoyados contra un árbol.
—¿Quieres que vaya con Anna?—me preguntó, apartándose de
mí, repentinamente enfadado. A lo mejor le molestaba que no
hubiese querido seguir con lo que acababa de ocurrir... A lo mejor
pensaba que yo quería hacerlo con él...El simple hecho de pensar
en acostarme con él en medio de un bosque me puso mala.
—Sí, ve con ella—le dije intentado evitar mirarme los dedos de
los pies—No tienes que quedarte conmigo, ya te lo he dicho, esto ha
sido un error, lo estamos dejando llegar demasiado lejos y está mal.
Nicholas se apartó de mí y le pegó una patada a una piedra que
había por allí. Le escuché maldecir en voz baja y luego se giró hacia
a mí con su semblante enfadado y con los ojos fríos como el cristal
congelado.
—Muy bien—dijo. Entonces levantó el brazo hacia atrás y de un
solo movimiento se sacó la camiseta de la cabeza. Antes de
comprender lo que estaba haciendo me dio la espalda y sacándose
los vaqueros fue corriendo hacia el lago. Allí todos lo vitorearon y
gritaron su nombre.
Mi buen humor y mi autoestima se hundieron con él bajo aquella
agua fría.
Durante la siguiente hora y media estuve evitándolo todo lo
posible. No quería ni verle, me ponía nerviosa solo de pensarlo,
pero cuando llegaron las seis de la madrugada y la mayoría de los
invitados fueron saliendo por la puerta, solo quedamos unas ocho
personas, entre ellas Anna, Lion, Jenna, Luke, el dueño de la casa,
Sophie, un amigo de Nick, Nicholas y yo. Se habían reunido todos en el inmenso salón de grandes sofás blancos, y estábamos todos
sentados en círculo, en lo que parecía ser una costumbre de fin de
fiesta para ellos. Yo me senté junto a Jenna y Sophie, que era rubia
de bote y parecía bastante tonta.
Nicholas estaba a mi derecha, con Luke en medio, por lo que
agradecí no tenerle enfrente para así no tener que enfrentarme a su
mirada.
Desde lo que había ocurrido junto al árbol, no me había dirigido
ni una sola mirada. Parecía cabreado o aliviado al no haber tenido
que quedarse conmigo. Yo sentía un pinchazo de dolor en el pecho
cada vez que nuestras miradas se encontraban si querer y él
apartaba la mirada; aunque una parte de mí se sentía aliviada.
Prefería que me ignorase antes de tener que hablar sobre lo
ocurrido.
—¿Por qué no jugamos a ese juego que jugábamos de críos?—
dijo Sophie a mi lado.
—¿A verdad o reto?—contestó Jenna soltando una risita—Crece
un poco Soph.
—No, venga, vamos a jugar—dijo Luke con una mirada traviesa.
Yo me puse nerviosa al instante. Odiaba aquel juego, una vez había
elegido reto y me tuve que tragar un vaso de grasa para cocinar.
Asqueroso.
—Coge la botella que hay en esa mesa—le pidió Luke a su
amigo.
Un minuto después estábamos todos rodeando una botella vacía
de cerveza.
Luke fue el primero en hacerla rodar. La botella apuntaba a
Anna.
—¿Verdad o reto?—le preguntó él con una sonrisa traviesa. A su
lado Nick se movió inquieto.
—Mmmm...Verdad—dijo ella girándose hacia Nick. Tuve que
apartar la mirada, y me habría gustado taparme los oídos si no
hubiese sido ridículo.
—Cuenta tu última aventura sexual—dijo Luke riéndose
abiertamente.
Madre mía, ¿en serio?
A Anna se le dibujó una ancha sonrisa en la cara. Me molestó
que su mirada se clavara en la mía cuando empezó a describir
como se había acostado con Nick.
—En la parte trasera del coche de Nick; no podía apartar las
manos de mí y eso que yo prefiero hacerlo en una cama, pero
cuando la atracción es tan grande... Bueno, cualquier sitio es
adecuado—dijo soltando una risa y mirando a Nick, que no apartaba
los ojos de mi rostro.
Yo desvié mi mirada hacia el otro lado. ¿Por qué me dolía tanto
escuchar eso? ¿Por qué el simple hecho de imaginar sus manos en
su cuerpo me daba ganas de levantarme y tirarle de los pelos?
Me estiré hacia adelante e hice girar la botella. Me daba igual si
ya había terminado de contar su historia, no quería enterarme de los
detalles.
Mierda, ahora la botella apuntaba a Nick.
Nuestras miradas se encontraron.
—¿Verdad o reto?—le pregunté un poco demasiado brusca.
—Reto por supuesto—me contestó abrasándome con sus ojos
color cielo.
Pensé en algo que le fastidiara de verdad... como por ejemplo
tomarse un vaso de grasa apestosa, pero para mí fastidio, Sophie
se adelantó y fue ella la que le dijo que hacer.
—Quítate la camiseta—dijo ella y entonces me di cuenta de
cómo se lo comía con los ojos. No pude evitar poner los ojos en
blanco.
—Eso no es un reto de verdad—le contesté yo fulminándola con
la mirada.
Nick sonreía divertido con la situación.
—Aprende a ser más rápida hermanita— dijo y entonces se quitó
la camiseta con rapidez. Estaba segura que las cuatro chicas que habíamos en aquella habitación nos quedamos con la boca abierta y
completamente embobadas.
Estaba para morirse de un infarto.
—Gracias por alegrarnos la vista, Nick, ahora me toca a mí—dijo
Jenna estirando la mano para hacer girar la botella.
Mierda, me señalaba a mí. Me puse nerviosa tan solo de pensar
en lo que podían pedirme que hiciera.
Jenna sonrió como una endemoniada.
—¿Verdad o reto?—dijo con un brillo divertido en los ojos.
Siempre prefería elegir la primera.
—Verdad—contesté yo encogiéndome de hombros.
—Cuéntanos la cosa más mala que hayas hecho en toda tu vida
— dijo Jenna divertida. Ella pensaba que era una niña buena, que
nuca había hecho nada fuera de lo normal... Si ella supiera.
Todos se miraron divertidos entre ellos y sentí la necesidad de
abrirles los ojos, pero ¿quería contarles lo que me reconcomía por
dentro desde que tenía siete años? No, la verdad es que no.
—Robé un paquete de golosinas de una tienda de mi pueblo
cuando tenía nueve años, cuando me descubrieron intenté salir
corriendo y en el proceso tiré dos estanterías repletas de cosas al
suelo. Me castigaron durante un mes y desde entonces no he vuelto
a robar nada.—dije recordando aquel día con cariño... la
persecución había sido de lo más divertida.
Todos rieron y di por sentado que creían que era una buena
chica, la niña buena nacida en un pequeño pueblo con una vida
aburrida y sin problemas.
Que equivocados estaban.
Ahora le tocaba hacer girar la botella al otro amigo de Nick cuyo
nombre no tenía ni idea pero que había estado mirándome durante
casi toda la noche.
La botella giró y giró hasta que poco a poco y para mi disgusto
se detuvo otra vez en mí.
—¿Verdad o reto?—me preguntó con una sonrisa extraña.