Observé atentamente su reacción. Desde que la había visto
ponerse blanca la vez que estábamos jugando a la botella y le tocó
meterse en un armario a oscuras no había podido dejar de
preguntarme qué demonios le había ocurrido para que le tuviese
tanto miedo a la oscuridad. Y ahora pasaba lo mismo. Su cuerpo se
había puesto tenso y estaba pálida, como si el recuerdo de algo la
estuviese atormentando por dentro.
—Tranquila, Noah—le dije estrechándola contra mí. Sentirla
entre mis brazos había sido un sueño pero ahora que había
conseguido que se relajase lo había mandado todo a la mierda
haciéndole la dichosa pregunta.
—No quiero hablar de eso—me dijo y noté como temblaba bajo
mis brazos. ¿Qué demonios le había ocurrido?
—Está bien, no pasa nada—le dije acariciándole la espalda. Hoy
no me había podido contener a la hora de besarla, ya había pasado
demasiado tiempo desde la última vez y mis manos no habían
podido permanecer alejados de ella. Noah me había cautivado y
estaba descubriendo que existía un un nuevo Nicholas uno que no
podía dejar de pensar en ella ni aunque lo intentase.
—Creo que debería irme—dijo un momento después. Me maldije
en mi interior por haber conseguido aquella reacción. No me
gustaba ver como se alejaba de mí cada vez que las cosas se
ponían serias o cada vez que nos acercábamos más el uno al otro.
—No, quédate—le pedí hundiendo mi cara en su cuello, oliendo
su magnífica fragancia, cautivadora, dulce, y tremendamente sexy.
—Estoy cansada, hoy ha sido un día muy largo—dijo
revolviéndose y poniéndose de pié. Le cogí las manos para
retenerla.
—Quédate aquí a dormir—le pedí siendo consciente de lo que
creería en cuanto las palabras saliesen de mi boca.
Me miró con los ojos muy abiertos. Joder, aquello iba de mal en
peor. Con Noah tenía que ir a pies juntillas.
—Solo a dormir—aclare consiente del ruego en mi voz.
Ella pareció sopesarlo por un momento.
—Prefiero dormir en mi cama—dijo soltándose de mis manos.
Parecía lamentar tener que decirme algo así pero una parte de mí la
comprendió.
Después de haber despertado recuerdos incómodos no iba a
querer quedarse conmigo.
—Esta bien, te acompañaré a tu habitación—le dije poniéndome
de pie.
Ella soltó una risita y mi corazón se hincho de felicidad. Esa era
la Noah que a mí me gustaba.
—Nicholas, mi habitación está junto a la tuya no hace falta que
me acompañes—me dijo entrando en la habitación y recogiendo sus
cosas.
Estaba tan atractiva con una de mis camisetas. Le quedaba un
poco por debajo del trasero y no podía aguantar las ganas de
apartarle la tela y contemplarla durante horas.
—No me importa, no quiero que nadie te vea con tan poca ropa
—le dije frunciendo el ceño al pensar en que cualquier persona
pudiese verla como la estaba viendo yo en aquel instante.
Ella puso los ojos en blanco.
—Por Dios—dijo solamente.
Le cogí los zapatos de la mano y le abrí la puerta para que
pasase. No sé porqué lo hacía pero ella provocaba que quisiese ser
un caballero.
Cruzamos el pasillo hasta su puerta y observé como sacaba la
tarjeta de su bolso y la hacía pasar por la maquinita de la puerta.
Una lucecita verde apareció y con un chasquido se abrió la puerta.
Se giró hacia mí. Parecía nerviosa o asustada. No entendía muy
bien lo que había conseguido al preguntarle lo que le había preguntado pero de repente la sentía muchísimo más lejos que
antes. Antes de que se girara y entrara en la habitación la cogí por
la cintura y la acerqué a mi cuerpo. Posé mis labios sobre los suyos
y le di un beso profundo y excitante que me dejó con ganas de más.
Me respondió el beso pero un momento después se apartó y me
cogió los zapatos de la mano.
—Buenos noches, Nick—me dijo con una sonrisa tímida.
—Buenas noches, Noah.
A la mañana siguiente no sabía muy bien con qué iba a
encontrarme pero cuando nos reunimos con las chicas frente al
ascensor, me importó una mierda que Jenna y Lion nos estuviesen
observando. Me acerqué a Noah y le di un intenso beso en los
labios. Ella no se lo había estado esperando pero tampoco apartó la
cabeza cuando lo hice. Aquel día iba vestida con unos pantalones
cortos vaqueros una camiseta y unas zapatillas de deporte.
Fijándome en su atuendo juvenil e informal no pude evitar pensar
que Noah era completamente diferente de todas las chicas con las
que había salido. Era sencilla sí pero en su interior era tan compleja
como un puzle de mil piezas y aún no sabía en qué pieza encajaba
yo.
—Buscaos una habitación—nos dijo Jenna soltando una risita.
Me aparté de ella y le ofrecí una sonrisa que me devolvió, gracias al
cielo.
—Cállate Jenna—le dije sin siquiera mirarla—Estas muy guapa
—agregué mirando a Noah atentamente.
—Tú también—me contestó ella como si nada.
Entramos todos al ascensor y fuimos directos a desayunar. La
conversación giró en torno a lo que había ocurrido la noche pasada
y de cómo Jenna creía que estábamos completamente locos. Noah
apenas pronunció palabra por lo que me tocó a mí defendernos de
los leones.
Aquel día íbamos a darnos una vuelta por la cuidad, visitar
tiendas y comer fuera. Mañana ya regresábamos a casa y una parte
de mí temía que todo lo que había ocurrido entre nosotros se esfumara en cuanto atravesásemos la puerta. No podíamos obviar
el hecho de que nuestras personalidades chocaban cada dos por
tres. La mayoría de los recuerdos que tenía con Noah eran de
discusiones o de besos robados en los peores momentos y eso me
asustaba porque no quería perderla si no que quería avanzar en lo
que fuera que estaba surgiendo entre los dos.
La tarde pasó volando, comimos en un bonito restaurante y
disfruté invitándola a todo lo que quería, que era bastante poco en
comparación con Jenna que no había dejado de entrar en todas las
tiendas del lugar.
Me detuve junto a Noah que se había quedado observando unos
collares de gemas de todos los colores. Eran una baratija pero era
en lo primero que ponía interés desde que habíamos salido del
hotel, aparte de su entusiasmo con la cuidad y sus alrededores
claro.
—Deme ese por favor—le dije a la dependienta. Noah se
sobresaltó al oír mi voz y se giró para observarme.
—No hace falta que me lo compres solo estaba mirando—me
dijo con el ceño fruncido.
—Quiero hacerlo—le contesté al mismo tiempo que la
dependienta me tendía el collar de color miel y en forma de corazón.
—Te pega con los ojos— Dije atándoselo al cuello.
Gracias—dijo ella acariciando la gema con los dedos.
—De nada—le contesté sonriendo. Me gustaba que lo tuviese
puesto y me gustaba que hubiese sido yo quien lo había puesto allí.
Después de eso nos tomamos todos juntos un helado frente al
mar y poco después decidimos regresar al hotel. Las chicas tenían
hambre y pronto comenzarían a servir la cena. Jenna nos dijo que
tenía entradas para una discoteca de la ciudad y que sería un plan
estupendo para esa noche.
—Nos vemos en un rato—les dije despidiéndonos y entrando a
mi habitación. Lion entró conmigo, seguramente quería echarme la
bronca.