Culpa mia

Noah

Que estaba preciosa, será capullo, pensé mientras me subía al 
coche y salía pisando fuerte. No pensaba quedarme en esa casa, no 
pensaba aguantar las tonterías de Nicholas, estaba acostumbrado a 
que las chicas le perdonaran todo, a que podía hacer lo que le diera 
la gana y después con unas simples palabras bonitas solucionarlo, 
pues conmigo lo llevaba claro. 
Aquella mañana había llegado una carta para mí; no tenía 
remitente y mientras bajaba del coche esperando a Jenna que 
vendría con Lion y Mario, la abrí. 
Lo que ponía fue lo ultimo que hubiese imaginado, cuando 
comencé a leer mi corazón comenzó acelerarse y supe que la 
sangre se me había ido del rostro: 
Te escribo esta carta porque te desprecio más que a nada en el 
mundo. Voy a ir a por ti y cuando tenga la oportunidad vas a ver lo que es tener miedo de verdad. Cuida tus espaldas Noah, esto no es ninguna broma. 
A. 
Se me descompuso el rostro. Las palabras escritas se me 
grabaron a fuego en la cabeza, nunca me habían dicho algo 
parecido y sentí como las manos empezaban a temblar; nunca me 
habría imaginado que iba a leer algo así, ¿Qué demonios 
significaba? 
La carta no tenía remitente por lo que alguien debía de haberla 
dejado en el buzón con mi nombre en el sobre. ¿A? ¿Quién 
demonios era A? El primer nombre que me vino a la cabeza fue el 
de Anna, pero no podía ser ella. 
Era una arpía pero no me la veía tramando algo así , no podía 
ser. Luego pensé en Ronnie y en la amenaza que me había hecho a 
través de Nicholas, pero no tenía sentido lo de A. Luego no tenía ninguna amiga o amigo cuyo nombre empezase por esa letra... 
aquello me volvería completamente loca. 
Sentí miedo ante la amenaza pero opte por considerarlo una 
broma a pesar de lo que dijese la nota. Nadie iba a hacerme daño, 
no en aquella ciudad, no en donde vivía. 
—¿Qué te ocurre?—me dijo una voz conocida. Era Mario. Le 
había invitado yo, porque no había dejado de mandarme mensajes 
desde que me había ido a Bahamas. Mario y yo habíamos tenido un 
momento, por llamarlo de alguna forma, nos habíamos besado, y al 
parecer había significado más para él que para mí. Mi plan había 
sido cortar cualquier tipo de relación amorosa con él pero después 
de lo que me había ocurrido con Nicholas, ya no lo tenía tan claro. 
Mario era simpático, amable y cariñoso, me respetaba, y 
demostraba tener verdadero interés en mí. Una parte de mí sabía 
que me estaba engañando a mí misma que nada iba salir de aquella 
relación con él, pero la otra quería estar con alguien normal por una 
vez en la vida. Deseaba de veras conseguir una persona que fuese 
capaz de hacerme feliz y respetarme como persona, y Mario parecía 
ser perfecto para ello. 
Me giré para responderle con una sonrisa. Sabía que no estaba 
resultando muy convincente sobretodo porque las palabras de la 
carta seguían resonando en mi cabeza, pero me apresuré en 
guardarme el papel en el bolsillo de mis vaqueros y poner mi mejor 
cara. 
—Nada, estoy bien—le dije dándole un abrazo. Habíamos 
quedado para ir a la bolera. Yo no es que fuese una experta, pero 
iba a intentar pasármelo bien, distraerme y olvidarme de Nick. 
Justo entonces llegaron Lion y Jenna. Esta me dio un fuerte 
abrazo nada más llegar, sabía que estaba mal y también 
comprendía que no quisiese hablar del tema. Lion en cambio 
parecía no tener muy claro como actuar. 
Le sonreí y los cuatro entramos al local. Era muy grande y había 
un montón de gente jugando y comiendo. El ruido de la bola al 
chocar contra los bolos resonaba a intervalos regulares por la estancia y me animé de inmediato al estar rodeada de tanta gente 
emocionada y entregada al juego. 
Mientras esperábamos los zapatos Mario se me acercó. 
—¿Enserio no sabes jugar?—me dijo riéndose de mí. 
—Oye no te rías, que tirar una bola por el suelo no puede ser tan 
difícil. 
El sonrió divertido. 
—Me alegro de que hayas aceptado venir—me dijo entonces 
mirándome fijamente. Sus ojos marrones eran muy distintos a los de 
Nick.—Sé que ha pasado algo entre Nicholas y tú...— dijo y tuve 
que desviar la mirada. No quería hablar de Nicholas, y menos con 
él.—Pero no me importa Noah, yo solo quiero que me des una 
oportunidad, Nick no te conviene, no lo digo por conveniencia, te lo 
digo de verdad. Nicholas no es hombre de una sola mujer y tú te 
mereces algo mejor que un tío como él. 
Una parte de mí sabía que tenía razón y también que él no me 
convenía para nada, pero otra quería defenderle, quería 
convencerle de que se equivocaba, de que Nicholas era capaz de 
cambiar, por lo menos por mí. Que ilusa era. 
—Ahora mismo no puedo estar con nadie, no quiero hacerte 
daño, pero necesito que lo comprendas—le dije odiándome a mí 
misma por no poder querer a las personas adecuadas para mí. 
El se acercó y me acarició la mejilla con uno de sus dedos. Sentí 
calidez allí donde me tocó. 
—Con ser tu amigo me conformo... por ahora—agregó 
guiñándome un ojo y cogiendo sus zapatos. 
Le seguí, haciendo lo mismo y sin saber muy bien que hacer con 
lo que me acababa de decir. 
Los bolos resultaron ser mucho más complicados de lo que en 
un principio había imaginado. Al principio empecé observando como 
jugaban ellos hasta que me atreví a lanzar la bola. No hace falta que 
diga en que dirección fue, conclusión no derribé ni uno solo. Se 
rieron de mí y yo empecé a picarme como nunca, no podía evitarlo, 
era muy competitiva.

Cuando le fui cogiendo el tranquillo puede decirse que me motivé 
demasiado. Cuando iba lanzar el bolo, lo hice con demasiado 
ímpetu, me resbalé, caí de espaldas sobre la pista y eso no fue todo 
sino que el bolo se me quedó enganchado en los dedos y calló 
encima de mi estómago. 
Ni tengo que explicar lo que me dolió y la vergüenza que pasé. 
Me dí tan fuerte con la bola del demonio que me entraron arcadas y 
me mareé al levantarme. La gente al principio se rió pero al ver que 
no me levantaba se me acercaron para ver si estaba bien. No iba a 
morirme, pero un dolor interno en el lado de mi cadera casi me hace 
ponerme a llorar. 
—Vamos al hospital—decía Mario como un loco. 
—Noah, te has dado un golpe en la cabeza al caer de espaldas, 
tiene que verte un médico.—Decía Jenna. 
—¡Estoy bien!—dije cabreada con el mundo en general. La 
verdad es que me dolía horrores pero en menos de una hora 
entraba a trabajar en el bar, y ya me había perdido un día por el 
dichoso viajecito a Bahamas, por lo que tenía que ir sí o sí. 
Todos dejaron de insistirme cuando vieron que me estaban 
poniendo de los nervios. 
—¿Estas segura que no quieres que te lleve yo?—me preguntó 
Mario por octava vez en un minuto. 
Le fulminé con la mirada. 
Él soltó una risotada levantando las manos en forma de 
rendición. 
—¡Vale, vale!—dijo riéndose.—Pero procura ponerte hielo en esa 
herida y si te mareas o lo que sea por favor llámame que te llevaré 
al hospital Uff... necesitaba irme de allí de inmediato. 
—Gracias, Mario—dije dándole un beso en la mejilla y 
subiéndome al coche. 
Media hora después estaba entrando por la puerta del bar. No es 
que no me gustase trabajar pero justo ese día era el ultimo lugar en 
donde quería estar. Además había mentido, no estaba bien, me dolía muchísimo el costado donde me había golpeado y la cabeza 
me palpitaba como si me fuese a explotar. 
—Hola, nena—me dijo Jenni una de la camareras que trabajaba 
en mi turno conmigo. Era muy agradable aunque no teníamos 
mucho en común.—Estás negra, zorra—me dijo masticando el 
chicle sin parar. 
¿Veis lo que os digo? 
Me cambié la camiseta por la que nos obligaban a llevar y 
empecé a trabajar. Hoy era jueves por lo que el local estaba hasta 
los topes. Yo dejaba de trabajar a las diez, y no veía la hora de 
poder irme a casa. 
—¡Eh, Noah!—me llamo mi jefe que no daba a vasto en servir 
copas— ¿Puedes quedarte hasta más tarde? así cubres las horas 
que te perdiste el otro día. 
¡No por favor!, quise gritarle, pero no podía hacer nada. Me 
escaqueé un momento a la salita que teníamos para el personal. 
Cogí un poco de hielo de las grandes bolsas que había allí y me 
pasé uno por la frente. Ese dolor punzante no se me iba y me 
encontraba realmente mal. 
Seguí trabajando, y tuve que excusarme dos veces para poder 
vomitar en el baño del servicio. Estaba claro que el golpe que me 
había dado no había sido una tontería y empecé a plantearme si 
debía ir al hospital. 
Cuando salí después de enjuagarme la boca casi me da un 
infarto. 
Ronnie estaba allí. 
Estaba en la esquina con unos amigos. Sentí como me mareaba. 
La carta que aún tenía en el bolsillo empezó a quemarme, y tuve 
que reprimir las ganas de salir corriendo. Aún recordaba su cara 
disparándonos por la espalda. 
—Llévales esto a los de allí—me dijo mi jefe tendiéndome una 
bandeja con un montón de chupitos encima. Mierda. Ni siquiera 
podía servir alcohol pero estábamos hasta los topes y cuando eso 
ocurría les daba igual saltarse las normas.




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