Me daba miedo lo rápido que estaban yendo las cosas. Después
de lo que me había ocurrido con Dan; la posibilidad de volver a
enamorarme había estado completamente fuera de mis planes; pero
ahí estaba: completamente perdida por mi hermanastro, el último
chico del que hubiese podido imaginarme tener una relación. Todo
era una locura pero me hacía sentir tan bien que no podía quejarme.
Me asustaba las ansias que tenía de estar con él, incluso cuando
estábamos separados por un intervalo pequeño de tiempo mi
corazón sufría por su ausencia, y aquello era preocupante de
verdad. Tampoco podía evitar que me temblasen las piernas nada
más verle y que de decir de cuando me besaba o hacíamos el amor.
Estaba literalmente en una nube y si no hubiese sido por las
amenazas de las cartas ahora mismo habría sido la persona más
feliz de la faz de la tierra.
Era consciente de que no podía seguir callándome lo de las
cartas pero no quería mencionar el nombre de mi padre a mi madre.
Ella había sufrido tanto o más que yo los abusos de ese hombre y
ahora que estaba felizmente casada no podía traer de vuelta esos
recuerdos, pero ¿Qué podía hacer? Mi padre estaba en la cárcel, no
saldría hasta dentro de muchísimos años y era prácticamente
imposible que me pusiese una sola mano encima. Todo tenía que
ser cosa de Ronnie. De alguna forma se había enterado de mi
tortuoso pasado y lo había sacado a la luz para asustarme y poder
darme donde más me dolía. Por ese motivo decidí que la única
persona adecuada para ocuparse de todo ese lío tenía que ser
Nicholas.
Aquella noche después de la fiesta a la que íbamos por primera
vez como pareja, se lo contaría. Se subiría por las paredes y
seguramente me recriminaría el no habérselo dicho antes pero temía su reacción y también temía lo que el mafioso de Ronnie
podía llegar a hacerle.
Por eso intenté disimular mi estado de ánimo cuando llegamos a
la fiesta de la hermandad de los amigos de Nick y puse mi mejor
sonrisa cuando me abrió la puerta para ayudarme a salir. Desde que
habíamos empezado con aquella relación se había transformado. El
Nicholas que hacía poco defendía que las tías podían abrir una
puerta solas y que no necesitaban escolta había desaparecido
dejando a un autentico caballero en su lugar. No es que yo muriese
por todos aquellos detalles exagerados pero sí que me gustaba
saber que solo me los hacía a mí y a nadie más.
—¿Te he dicho ya que me va a costar mantener mis manos
apartadas de ti esta noche?—me preguntó reteniéndome un
momento contra la puerta del copiloto. Aquella noche hacía bastante
fresco y el vestido ajustado negro que me había puesto no era lo
que se pudiese denominar como practico.
Elevé mis ojos hacia él, admirando sus pestañas inmensamente
largas y negras en contraste con sus ojos claros y me perdí en ellos
y en la calidez y el deseo que se ocultaban en ellos. Nicholas Leister
era la viva imagen de un modelo de Calvin Klein y ahora era todo
mío.
—Pues vas a tener que hacerlo—le dije entrelazando mis dedos
en su nuca y acariciándole el pelo con uno de mis dedos. Era difícil
mantener las manos apartadas de aquel cuerpo espléndidamente
trabajado. — ¿Sabes que todo el mundo nos va a estar mirando
verdad?—le dije un segundo después siendo consciente de cómo
varios chicos y chicas, entre ellos algunos de mi colegio, nos
observaban desde la entrada de la casa.
—Así sabrán que eres mía—dijo inclinándose y apoderándose
de mis labios. Cuando me besaba perdía completamente el hilo de
mis pensamientos. Nicholas siempre llevaba la iniciativa a la hora de
enrollarnos y eso era algo que me volvía loca de deseo. En aquel
momento y bajo la oscuridad de la noche el simple roce de sus
dedos en mi cintura me hacia estremecerme por dentro. Poco a poco entreabrió mis labios con los suyos y comenzó a acariciar su
lengua con la mía, en movimientos lentos y sensuales, nada que ver
con cómo nos besábamos últimamente: con desenfreno y sin
apenas respirar. Aquel beso me estaba derritiendo.
—Vámonos a casa—me dijo separándose un segundo y
mirándome a los ojos. El deseo estaba tan claro en ellos que dejé
de sentir frio y pasé a estar acalorada en medio segundo.
Sonreí.
—Están nuestros padres—le dije también apenada por aquel
detalle.
La última semana apenas habíamos podido estar juntos. Mi
madre no me había quitado los ojos de encima, hablándome o
queriendo pasar el rato conmigo, y William había puesto a trabajar a
Nick casi a tiempo completo.
De alguna forma parecía que se habían puesto de acuerdo.
Nicholas gruño contra mis labios.
—Voy a tener que buscarme un sitio donde poder mudarme—me
dijo entonces dejándome de piedra.
¿Cómo?
—Espera, ¿qué?—le dije apartándome de su boca. Él me
observó atentamente.
—Lo llevo pensando varias semanas... y ahora que estamos
juntos creo que es una buena idea. Ya soy mayorcito y con lo que
cobro en el bufete de abogados puedo permitirme algo bastante
decente... Así no tendríamos que preocuparnos por nuestros padres
—dijo buscando una respuesta en mi rostro.
Que Nicholas se mudara técnicamente sería lo más correcto.
Eso de vivir con tu novio y tus padres en la misma casa era algo
muy raro e incómodo pero el solo hecho de pensar en no tenerlo
todas las mañanas conmigo o verle antes de acostarme o
simplemente saber que estaba al otro lado del pasillo me producía
una terrible amargura y también miedo ya que de alguna forma me
sentía segura estando él en la habitación de enfrente y con las
amenazas de Ronnie estando tan recientes...