Culpa mia

Nick

Dejé que se marchara más que nada porque necesitaba 
tranquilizarme. 
No quería pelearme con Noah, era la última persona a la que 
quería mostrarle mi mal humor y ya bastante había tenido que 
aguantar por mí parte; pero el solo hecho de imaginármela cerca de 
ese energúmeno me ponía como loco. Estaba enamorado de esa 
chica y era plenamente consciente de lo celoso y posesivo que me 
había convertido en unas pocas semanas pero no podía evitarlo. Me 
daba miedo cualquier cosa que pudiese afectarle, solo pensar en lo 
que había sufrido de pequeña me hacía querer pegarle a alguien y 
eso era muy difícil de controlar. Mario no era un buen tío. Nunca me 
cayó bien y al verle con Noah las alarmas comenzaban a sonar; 
odiaba esa relación que había surgido entre ellos dos. Mario era un 
mujeriego, más de una vez habíamos llegado a las manos, trataba a 
las tías igual que yo antes, y no pensaba dejar que Noah creyese 
que era un buen tío, porque no lo era, más de una vez se le había 
tenido que parar los pies por haberse propasado con chicas estando 
borracho y no pensaba dejar que Noah se acercara a menos de un 
metro; me daba igual que se enfadase. Además desde siempre 
había habido una rivalidad entre los dos, y sabía que una parte de él 
solo quería estar con ella para poder joderme. 
Noah... no podía dejar de pensar en ella ni segundo. Estaba 
haciéndome de todo mi autocontrol para no salir a buscarla fuera y 
envolverla en mis brazos pidiéndole perdón; pero sabía que 
necesitaba tiempo; ambos lo necesitábamos cuando las cosas se 
ponían difíciles, en eso nos parecíamos mucho, al igual que en 
nuestro temperamento, fuerte e impulsivo. 
Cuando ya habían pasado unos veinte minutos y vi que no 
entraba decidí salir a buscarla, tenía que estar congelándose, pero al salir no vi a nadie. Miré hacia ambos lados, hacia el bosque que 
había detrás pero no había ni rastro de ella. Volví a entrar 
buscándola por la habitación y sintiendo una presión en el pecho 
muy desagradable. No estaba por ninguna parte. 
—¿Jenna, has visto a Noah?—le pregunté a mi amiga 
acercándome hacia la esquina en donde bailaba y bebía al mismo 
tiempo. Se detuvo y me miró. 
—No desde que salió fuera maldiciendo a todo el mundo—dijo 
mirando a su alrededor buscándola también. 
Mierda... ¿donde se había metido? 
Saqué el teléfono y la llamé. Me saltaba el buzón de voz. Sí que 
estaba enfadada... más de lo que había supuesto en un principio. 
—Miraré arriba—dije—¿Puedes ver si está fuera, junto a mi 
coche?—le dije a Jenna que asintió al mismo tiempo que Lion se 
acercaba hasta nosotros. 
—¿Qué ocurre?—dijo cogiendo a Jenna con ademán protector y 
mirándome con el ceño fruncido. Mi aspecto debía de ser un poema 
si no no habría respondido así. 
—Noah, no sé donde se ha metido—dije dándole la espalda y 
encaminándome a las escaleras. Con cada paso que daba más 
nervioso me ponía. Cuando la encontrase seguro que iba a tener 
otra discusión, y de las gordas; ¿Cómo desaparecía así, sin decir 
nada? 
Miré en todas las habitaciones, una por una, llamándola al 
mismo tiempo que volvía a marcar su número de móvil. Nada... ni 
rastro de ella. 
Bajé corriendo y me encontré con Jenna y Lion en la puerta. 
—Fuera no está—dijo Jenna mirándome preocupada. 
Sentí como un miedo terrible se apoderaba de todo mi ser. Mi 
respiración se aceleró y me fui corriendo hacia la parte trasera otra 
vez. Lion y Jenna me siguieron deprisa. 
Al salir fuera me di cuenta que al bajar las escaleras había 
huellas en la hierba. Las seguí con el corazón en un puño y cuando llegué hasta donde estaban sus tacones tirados de cualquier forma 
mi temor se intensificó dejándome de piedra. 
—¡NOAH!—grité desesperado, mirando hacia todas partes— 
¡NOAH! 
Jenna y Lion la llamaron también sin ningún tipo de respuesta. 
La amenaza de Ronnie regresó a mi mente. Ese hijo de puta se 
la había llevado. 
—Llama a la policía—le dije a Lion cuando pude recuperarme del 
ataque de pánico que me entró. 
Lion me miró sorprendido un momento pero sacó su móvil un 
segundo después. Mientras él llamaba entramos otra vez a la casa. 
Me fui directo hacia donde estaba el DJ poniendo la música y le 
obligué a apagarla. 
Todos a mí alrededor abuchearon pero me importaba una 
mierda. 
—¿Alguien ha visto a Noah?—pregunté subiéndome a una silla y 
mirando otra vez deseando que estuviese allí y maldiciéndome a mí 
mismo por haberla dejado salir sola. 
La gente empezó a cuchichiar y a negar con la cabeza. Me bajé 
de la silla y me llevé las manos a la cabeza... joder... joder... 
—Nicholas, tranquilízate—me dijo Jenna a mi lado. 
—¡No lo entiendes!—le grité importándome una mierda que 
todos pudiesen escucharme—Ronnie se la ha llevado... la había 
amenazado y ahora ella no está...—salí fuera para ver por mi mismo 
que no estuviese junto a mi coche con su vestido negro ajustado y 
sus mejillas sonrosadas mirándome como lo había hecho aquella 
noche al llegar a esa estúpida fiesta. 
Fuera no había nadie. 
—Nicholas, la policía—dijo Lion tendiéndome el teléfono— 
Quieren hablar con un familiar. 
Cogí el teléfono y me lo lleve al oído. 
— Mi novia a desparecido, tienen que venir—dije sabiendo lo 
mal que estaba sonando mi voz.

—Señor, cálmese y dígame que es lo que ha ocurrido—dijo la 
voz al otro lado de la línea. Hablaba con calma como si 
estuviésemos hablando del tiempo en vez de que la razón de mi 
existencia hubiese desaparecido. 
—¡Lo que ha ocurrido es que mi novia a desaparecido, eso es lo 
que ha ocurrido!—le grité al teléfono. 
—Señor cálmese, ya hemos mandado a una patrulla a la casa y 
en cuanto lleguen revisarán la zona, pero antes que nada debe 
decirme con exactitud dónde la vio por última vez... 
Le conté al oficial lo que había pasado, pero me sentía como si 
estuviese en una burbuja metido, como si lo que estaba ocurriendo 
no fuese real. 
Al poco tiempo llegó una patrulla, a lo que se le sumó miles de 
estudiantes largándose lo más rápido posible de aquel lugar. No me 
importaba, yo sabía quien había sido. 
—¿Usted es?—me preguntó el oficial después de tomarme 
declaración. 
La situación era de lo más inverosímil, necesitaba hacer algo, 
pronto... 
—Soy Nicholas Leister—le dije por segunda vez aquella noche. 
Todas esas preguntas me parecían una gilipollez; lo que teníamos 
que hacer era ir a por Ronnie, buscarle en donde quiera que viviese 
y rescatar a mi novia. 
—¿Y es su novio, verdad?—me preguntó mirándome fijamente. 
Asentí, impaciente mientras otros dos policías hablaban con Lion y 
Jenna.— Noah Morgan... ¿es menor?—me preguntó un segundo 
después. Mierda... no había pensado en eso.... 
—Tiene diecisiete años... oiga es mi hermanastra, nuestros 
padres se casaron hace meses, y ya le he dicho que sé quien se la 
ha llevado, por favor mientras perdemos el tiempo hablando pueden 
estar haciéndole daño. 
El policía me miró con mala cara. 
—Para empezar no voy a seguir hablando con usted porque no 
es ningún familiar de la menor. Le ruego que llame ahora mismo a sus padres o a su tutor legal para poder informarles de lo que ha 
ocurrido... La ley dice que no se manda una orden de búsqueda 
hasta pasadas las veinticuatro horas de la desaparición, por lo qué... 
—¡¿Me está escuchando?!—le grité perdiendo los nervios—¡Se 
la han llevado, déjese de gilipolleces y haga algo! 
No me di cuenta de que me había acercado demasiado al policía 
hasta que no me cogieron y me estamparon contra el automóvil. 
—O se calma, o me veré obligado a arrestarle—me dijo 
apretando fuerte por donde me tenían sujeto. 
Maldije entre dientes hasta que me soltó. 
—Ahora llame a sus padres o lo haré yo—agregó mirándome e 
intentando intimidarme con su uniforme y su pose de tipo duro. 
Le di la espalda maldiciendo al mismo tiempo que sacaba el 
móvil y marcaba. Lo cogieron a la cuarta llamada. 
Papá... tienes que venir, ha pasado algo. 
Cuatro horas más tarde estábamos en mi casa, no se sabía nada 
de Noah pero la casa se había convertido en un hervidero de gente. 
Había policías por todas partes y estaban instalando no se qué tipo 
de maquinas para poder pinchar los teléfonos por si el que se la 
había llevado llamaba para ponerse en contacto con nosotros. 
William Leister era un hombre importante, y al desaparecer su 
hijastra lo primero que se planteó fue que lo ocurrido había sido un 
secuestro por dinero. Ya había contado lo de la amenaza de Ronnie 
unas doscientas veces a diez policías distintos pero lo que ni yo ni 
nadie sabía era lo de las cartas de amenazas que habían 
encontrado en los cajones del escritorio de Noah. 
Cuando comprendí que el que se la había llevado era su padre 
casi pierdo los nervios. 
Estaba destrozado, no podía creer que todo eso estuviese 
ocurriendo. A Rafaella le habían tenido que dar un calmante cuando 
se enteró de lo ocurrido y ahora se hallaba en otra habitación con 
una amiga intentando calmarla. Mi padre no dejaba de hacer 
llamadas y de hablar con policías y con los agentes de secuestros y yo no podía hacer otra cosa que fumar un cigarrillo tras otro 
mientras miles de imágenes desastrosas aparecían por mi mente. 
Lion estaba allí y también Jenna y sus padres, que ahora 
estaban dentro haciendo Dios sabe qué. Eran ya pasadas las cinco 
de la madrugada y aún no se sabía nada de ella. 
—Si le ocurre algo no podré perdonármelo—dije sintiendo una 
presión en el pecho que hacía que me costara respirar.—Todo esto 
es por mí culpa... maldita sea ¿porqué no me lo contó? 
—Nicholas, Noah decidió ocultarlo por algún motivo... yo llevo 
siendo su amiga desde hace un mes y ni siquiera sabía que su 
padre había estado en la cárcel, y mucho menos que la había 
maltratado. 
Si le pone una sola mano encima...—dije siendo consciente 
de cómo se me había quebrado la voz... No podía seguir ahí sin 
hacer nada. Era tan desesperante que quería darme de golpes con 
la pared hasta que mi vida volviese a ser lo que había sido la última 
semana... Había sido feliz por primera vez en muchos años, y todo 
se debía a esa chica increíble y maravillosa que por alguna razón 
inexplicable se había fijado en mí... El solo hecho de imaginarme a 
Ronnie tocándola me hacía tener ganas de morir. Porque sabía que 
Ronnie estaba implicado, es más ponía la mano en el fuego por ello. 
Entonces sentí como el teléfono de casa comenzaba a sonar. 
Todos los allí presentes se volvieron locos, yo corrí hasta el 
despacho de mi padre en donde se hizo el silencio mientras él cogía 
el teléfono a la señal de los policías. Estaba en altavoz por lo que 
pude oír todas y cada una de las palabras que salieron del interfono. 
—Leister—dijo simplemente mi padre al contestar. 
Señor Leister... es un honor hablar con usted—dijo una voz 
que no me resultaba nada familiar. Era grave y sonaba alegre, como 
si lo que estuviese ocurriendo le resultase divertido— El hombre que se llevó a mi mujer y a mi hija al otro lado del mundo para que su padre no pudiese encontrarlas... Es muy inteligente señor, sí, claro que lo es... por eso tiene un imperio montado y por ese mismo motivo mi querida mujer se habrá interesado en usted...




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