NICK
Jenna no había parado de acosarme después de que le dijera que me iba a ser
imposible ir a la fiesta de Lion. Estaba hasta arriba de trabajo y para poder ir
tenía no solo que cancelar como cinco reuniones esa semana, sino que también
había quedado con una agente inmobiliaria para poner a la venta el apartamento.
Estaba llevando a cabo todas las acciones necesarias para trasladarme
definitivamente a Los Ángeles de nuevo; era lo mejor, no solo para mí, que tenía
a toda mi familia en California, sino también para la empresa. Ya había cumplido
con mi estancia en Nueva York, las cosas estaban en orden y marchaban bien,
había llegado la hora de poner fin a mi retiro.
La causa primordial de haber trasladado mi vida a la Gran Manzana había
sido alejarme todo lo posible de Noah, pero estaba cansado de permanecer a la
sombra. Mi hermana estaba allí, mi padre, mis amigos…, además de la familia
de Sophia, aunque este detalle tampoco es que me importase demasiado.
El teléfono volvió a sonar en mi mano y con un bufido atendí a la trastocada
de mi amiga. El tráfico era insoportable y tuve que mirar varias veces a ambos
lados de la carretera para cruzar y que nadie se me llevara por delante; esa era
otra: la vida en Nueva York me chupaba la energía vital, necesitaba la playa…
con urgencia.
—Estás siendo de lo más pesada, Jenna —dije y hasta yo noté el tono
cabreado de mi voz.
—Mira, Nicholas Capullo Leister —replicó y no pude evitar soltar una
carcajada de sorpresa—. Es el cumpleaños de tu mejor amigo, la persona que te
ha apoyado siempre, y ha estado a tu lado cada vez que metías la pata. ¡Te dio
refugio cuando te escapaste de tu casa! ¿Lo has olvidado? Y eres el padrino de
nuestra boda, así que mueve el culo hacia aquí si no quieres que vaya hasta allí y
te traiga a patadas.
Antes de poder contestar escuché un ruido al otro lado de la línea y el
siguiente que habló fue Lion.
—Hola, tío —me saludó y escuché con atención lo que pasaba a miles de
kilómetros de distancia—. Jenna, que te largues, déjame hablar con él. ¡Dios,
estás irreconocible, nena! —le recriminó; finalmente escuché cómo una puerta
se cerraba—. Nick, tienes que venir.
Puse los ojos en blanco.
—Mira, sé que es tu cumpleaños, de verdad que me da pena perdérmelo,
pero estoy hasta arriba, me va a ser imposible, lo siento.
—Es por Noah —me soltó entonces y eso consiguió que me detuviera en
medio de la calle, provocando que algunos casi chocasen conmigo; el tono de
voz de mi amigo, sin embargo, merecía aquella reacción.
—¿Qué le pasa a Noah? —inquirí mientras doblaba una esquina y me metía
en una calle secundaria menos transitada.
—No lo sé, bueno sí, se hizo daño en la espalda hace tres semanas, ha estado
en casa. Ha tenido que hacer reposo, apenas puede moverse.
—¿En la espalda? ¿Qué demonios se ha hecho para que la dejen tanto tiempo
en reposo? ¿Está bien? ¿Es grave? —En mi mente ya estaba cancelando todas y
cada una de las reuniones de los próximos días.
Lion se quedó callado unos segundos.
—Hay algo que no me cuadra, tío. Jenna está rarísima, no la había visto tan
estresada en mi vida, y luego está lo de Noah… No sé, dice que le duele la
espalda, pero el otro día la vi moviéndose sin problema, creo que traman algo y
que es mejor que estés aquí.
Todo eso era ridículo, pero si Noah estaba enferma…
—¿Cómo demonios se hizo daño? ¿Qué estaba haciendo?
Lion soltó un hondo suspiro.
—Estaba cargando cajas, se muda de apartamento. Sé que debería habértelo
dicho, pero Jenna me ha insistido en que no podemos seguir contándote las cosas
sin el consentimiento de Noah.
—¿Por qué coño se va del apartamento? ¡Si está pagado hasta junio! —grité
mientras cruzaba otra calle y levantaba la mano para pedir un taxi.
—Ya, pero Noah no sabe nada de eso, ¿recuerdas? Ella cree que el piso
quedó pagado un año después de que Briar se marchara. Eso fue lo que le dijiste
a la casera que le contase, ¿no?
Subí al taxi y le ladré la dirección al conductor.
—Maldita mujer —exclamé entre dientes—. ¿Dónde está viviendo ahora?
—Ahora con nosotros, pero ha alquilado un loft fuera del campus.
No me lo podía creer. Me había asegurado de que Noah iba a vivir en el
apartamento que había compartido con Briar durante al menos un año más. ¡Un
loft! La zona de fuera del campus era una mierda y peligrosa si iba a vivir sola.
—Mira, Nick, yo ya te he dicho lo que creo que deberías hacer, yo no
entiendo a las mujeres, y menos a esas dos, pero sé que algo no va bien y que
está relacionado contigo. ¿Cuándo has visto a Jenna insistir tanto por algo que no
implicara salir de compras?
En otra ocasión me habría reído, pero en ese momento me había quedado un
poco preocupado. Sí que era rara la insistencia de Jenna y más después de que la
última vez que había visto a Noah las cosas hubiesen acabado tan mal.
A lo mejor entre las dos planeaban vengarse y darme una paliza.
Diez minutos después llegué al bloque donde estaba mi apartamento y
empecé a hacer llamadas. Iba a dejar a mucha gente plantada esa semana y una
parte de mí no dejaba de preguntarse por qué demonios lo hacía.
Llegué el mismo día del cumpleaños de Lion y con retraso. Era el único
vuelo que había encontrado y no estaba de muy buen humor que digamos. No es
que me apeteciera mucho estar ahí y menos tener que ir a casa de Lion para
celebrarlo cuando lo que quería era echarme a dormir durante horas.
Steve había mandado a que me dejaran mi coche en el aeropuerto, así que fui
directo a mi plaza y me metí en el tráfico casi superando los límites de
velocidad. Le había dicho a Sophia que la vería allí, aunque no estaba seguro de
que le fuera a dar tiempo de ir, estaba casi tan ocupada como yo.
El apartamento de Jenna y Lion se hallaba en una bonita zona residencial,
cerca del campus universitario pero sin universitarios, lo que lo convertía en el
sitio perfecto. Muchas parejas recién casadas se mudaban a esa zona. Desde mi
punto de vista, lo único que tenía de malo es que no estaba cerca del mar.
Poco después de llegar conseguí un aparcamiento cerca del apartamento.
Antes de bajarme me quité la corbata, la tiré sobre el asiento trasero, me
desabroché algunos botones de la camisa e intenté peinarme un poco con los
dedos, pero fue en vano: parecía recién salido de un avión y completamente
exhausto.
Sabía que Noah iba a estar en esa celebración y me puse incluso un poco
nervioso. No tenía ni idea de cuál iba a ser su actitud al verme entrar por la
puerta, solo esperaba que tuviese las armas bajo recaudo: ese día no estaba para
pelearme con nadie.
Entré en el portal y subí en el ascensor. Bajé en la planta cuarta y al abrirse
las puertas escuché el barullo que tenían allí montado. La puerta del piso estaba
abierta y había gente bebiendo en la entrada. Conocía a la mayoría y todos me
saludaron con entusiasmo al verme llegar. Cuando entré, a la primera persona
que vi fue a Jenna, que iba ataviada con un vestido muy bonito y tacones.
Llevaba dos bebidas en la mano y pareció percibir mi presencia porque frenó
en el acto y vino derechita hacia mí.
—¡Dios mío, estás aquí! —exclamó en un tono bastante histérico.
—¡Estoy aquí! —chillé imitando su voz de pito.
No se rio de mi gracia; es más, miró alrededor con nerviosismo. Sí que estaba rara.
—Como no confirmaste ni nada, pensé…
—Le dije a Lion que lo intentaría, pero no conseguí un vuelo seguro hasta
esta mañana… pero bueno aquí me tienes —dije arrebatándole uno de los vasos
rojos que sujetaba en la mano y llevándomelo a la boca.
Hice una mueca de asco.
—¿Qué demonios es esto? —exclamé devolviéndole el vaso.
—Zumo de piña —contestó Jenna enarcando las cejas.
Observé a la gente que había a mi alrededor hasta volver a posar mis ojos
sobre ella.
—Zumo de piña… ¿Tenemos doce años y no me había enterado…?
Jenna soltó algo ininteligible y me dio el otro vaso que sostenía.
Whisky… Hum, eso estaba mejor.
—Bueno, Jenn… ¿Dónde está Lion?
—En la cocina, ahora te veo —respondió escabulléndose en dirección al
salón.
No sé por qué pero me dio por seguirla. El salón estaba hasta arriba de gente
y tuve que adentrarme casi a codazos, hasta ver por encima de la cabeza de los
allí presentes cómo Jenna se inclinaba sobre alguien que estaba sentado en el
sofá.
Fui hasta allí y vi que se trataba de Noah. Justo cuando Jenna volvía a
incorporarse, Noah se volvió hacia donde estaba yo e incluso con la distancia
que nos separaba vi que palidecía.
Lion apareció frente a mí y me dio un abrazo que casi me rompe todos los
huesos de la espalda.
—¡Gracias por venir, tío! —exclamó y le devolví la sonrisa, aunque sin
apartar del todo los ojos de Noah, que ya no miraba en mi dirección y parecía
haberse tensado como la cuerda de un violín sobre los cojines del sofá.
Lion siguió mi mirada y asintió.
—La pobre… lleva ahí desde que empezó todo esto, le dije que no hacía
falta que bajara, pero insistió.
—Ya —convine en un tono seco.
Solo a Noah se le ocurría bajar a una fiesta estando lisiada.
Me acabé lo que me quedaba de bebida y dejé el vaso sobre el piano de cola.
Había ido ahí por una sola razón… ¿no?
Supe que estaba mal en cuanto vi que me acercaba y no salió corriendo en
dirección opuesta. Estaba muy graciosa allí en el sofá, con un jersey de color
negro y una manta de punto cubriéndole las piernas. De cara estaba radiante,
tanto que sentí un pinchazo en el corazón cuando me acerqué y me senté justo frente a ella, sobre la mesa que había delante del sofá. Miré con una sonrisa las
veintiocho pecas de su nariz que tanto había echado de menos, y mis ojos se
detuvieron en sus labios unos segundos de más.
—Mírate… pareces un pajarito herido que ya no puede volar —comenté con
una sonrisa en los labios.
No quería volver a revivir lo último que habíamos compartido: Noah
destrozada en mis brazos diciéndome que me amaba y pidiéndome por favor que
no la dejara me había torturado todas las noches desde que había regresado a
Nueva York.
—Pensaba que no venías —comentó aferrándose a la manta como si le fuera
la vida en ello.
Ladeé la cabeza y asentí unos segundos después.
—Hice unas llamadas y me dieron un asiento en un vuelo comercial. Estoy
reventado, nunca había viajado en clase turista.
Noah asintió mirándome distraída.
—¿Por qué? ¿Estarías ahí sentada si hubieses sabido que venía? —continué
al ver que no decía nada.
Sus mejillas se tiñeron de un rosa demasiado atractivo para mi salud mental,
pero al menos había dado en el clavo.
—¿Todo bien? —pregunté sin poder evitar hablarle con la dulzura de antaño.
Algo no me cuadraba y empecé a ponerme un poco nervioso.
Noah miró a todos los lados, como buscando algo o a alguien. La música no
estaba demasiado fuerte, pero me embotaba los oídos y me dio la sensación de
que a ella también.
—Estoy bien, solo un poco cansada.
—¿A quién buscas? —le dije en un tono que consiguió que sus ojos
volvieran a fijarse en mí. Vi en su mirada un miedo que nunca antes había
visto… y me tensé mirando a todas partes, esperando ver qué había conseguido
provocar ese temor en ella…
Tardé un poco más de la cuenta en comprender que era a mí a quien temía.
De repente, y antes de poder preguntarle directamente qué le ocurría, Jenna
apareció a nuestro lado y se sentó en el sofá junto a Noah, le cogió la mano y se
la apretó con fuerza, lo que provocó que una sonrisa enorme se dibujara en su
rostro.
—¿Todo bien por aquí?
Fui a contestar, pero entonces Noah abrió la boca.
—¡Lion! —gritó. Mi amigo apareció en un santiamén—. ¿Puedes llevarme
arriba? Creo que por hoy he tenido suficiente.
Jenna puso mala cara y fulminó a Noah con sus ojos color café y cuando vi que Lion se inclinaba para cogerla en brazos, mi cuerpo se movió de forma
instintiva. Le puse una mano en el pecho para que se quedara quieto.
Me sentía acorralado de repente, notaba un ambiente extraño, y que Noah
prefiriese a Lion antes que a mí incluso teniéndome delante me había dolido
igual que una patada en el estómago.
—Yo la llevaré arriba —propuse relajando mi postura. Me agaché junto a
Noah y la pillé desprevenida; reaccionó aferrándose a mi cuello con fuerza. La
noté temblar bajo mis brazos y me apresuré a salir de aquella habitación
abarrotada en dirección a las escaleras.
—No te he pedido que me subieras —me recriminó y supe que estaba
apretando los dientes con fuerza.
Genial, ya había conseguido que se cabreara.
Fui derechito a la habitación de invitados de la casa. Sabía cuál era porque
me había quedado algunas veces en ella después de pasar con mis amigos
animadas veladas y ser incapaz de conducir después de innumerables cervezas.
La apreté contra mí, quizá de una forma poco adecuada teniendo en cuenta
que no estábamos saliendo, y aspiré el aroma de su cuello cuando me incliné
sobre la cama para dejarla sobre las almohadas.
Con demasiada prisa, sobre todo si estaba jodida de la espalda, tiró de las
mantas hacia abajo con los pies, se metió dentro y después se cubrió con ellas
casi por completo. La observé con incredulidad intentando no echarme a reír.
Entonces estiró la mano y cogió la mía tirando de mí hasta hacerme sentar
junto a ella en el colchón. Se incorporó hasta que su espalda quedó recostada
sobre el cabecero y me miró directamente a los ojos.
—Hay algo que tengo que decirte —anunció con voz temblorosa y
apretándome la mano que tenía sujeta con fuerza.
Fruncí el ceño a la espera de que continuara y justo cuando se disponía a
hablar, la puerta de la habitación se abrió y en el umbral apareció Sophia.
Noah palideció hasta quedarse prácticamente sin color.
—Me dijeron que te habían visto subir —dijo Sophia mirándome con fingida
calma.
Me puse de pie y miré alternativamente a una y a otra.
Mirando a Noah, supe que nada bueno podía salir de aquella reunión, pero lo
peor de todo es que no era a Sophia a la que quería seguir escaleras abajo, sino
todo lo contrario: quería cerrarle la puerta en las narices y escuchar aquello que
Noah había estado a punto de decirme.