NOAH
Gracias a Dios, dos días después Nick empezó a responder al tratamiento y
lo sacaron de la uci. Al no estar ya en cuidados intensivos, los del hospital
fueron más indulgentes con respecto a las visitas y, por fin, después de cuatro
días sin poder verlo, me dejaron pasar. Estaba sedado y tenía el torso
completamente vendado. El brazo izquierdo reposaba sobre un cabestrillo para
que no lo moviera. Una sombra oscura de vello le recorría el rostro sin afeitar,
dándole un aspecto desaliñado que nunca le había visto hasta entonces.
Me habían dejado entrar sola y lo agradecí porque verlo ahí tumbado, tan
débil y frágil me partió el corazón. Sentí un odio profundo hacia aquel hombre
que le había hecho daño. Me acerqué a él y le pasé la mano por su pelo negro,
apartándoselo en un gesto que ansiaba obtener una respuesta, una respuesta que
no llegó.
No me salieron las lágrimas, no sé por qué, simplemente me quedé
mirándolo, memorizando sus rasgos, queriendo abrazarlo con fuerza y sabiendo
que no podía hacerlo porque le haría daño.
Mi abrazo iba a hacerle daño… era irónico cómo las cosas habían acabado.
Me senté en una silla a su lado y le cogí la mano.
—Nick… —dije con un nudo en la garganta—, necesito que te pongas
bien…
Tenía que decirte muchas cosas y ahora…
Me mordí el labio con fuerza y observé a ver si había algún tipo de reacción,
algún tipo de milagro como ocurría a veces en las películas. Sus ojos
permanecieron cerrados y yo seguí hablando para no volverme loca ante el
silencio sepulcral solo interrumpido por los pitidos de las máquinas.
—Nuestros padres ya saben lo de Mini Yo… A mi madre casi le da un
infarto, pero supongo que el que estés aquí tumbado ha hecho que se piense lo de
matarme por haberme quedado embarazada…
Le conté la reacción de su padre al enterarse, le hablé sobre cómo los
teléfonos no dejaban de sonar preguntando por cómo estaba, le informé sobre su
agresor y también lo tranquilicé diciéndole que Steve había colocado dos
guardias de seguridad en el hospital para que lo que había ocurrido no volviese a
repetirse jamás. Le hablé de mí, de que se iba sorprender cuando abriese los ojos y me viera, le conté que nuestro bebé seguía dando patadas como si estuviese en
un partido de fútbol… Da igual cuántas cosas le dije, Nick siguió con los ojos
cerrados y yo mientras tanto me fui apagando poco a poco, me apagué hasta
convertirme en una sombra de lo que fui, alguien irreconocible.
—Noah, tienes que descansar, hija —me advirtió mi madre mientras me
pasaba la mano por el pelo. Me había recostado en uno de los sofás de la
habitación de Nick y había apoyado la cabeza en su regazo—. Todos hemos
salido del hospital para dormir y ducharnos, tienes que dormir en una cama,
cariño, no es bueno ni para ti ni para el bebé.
—No quiero dejarlo solo —dije con la vista fija en Nick.
«Despierta, por favor, necesito ver tus ojos azules, necesito volver a escuchar
tu voz.»
Los médicos temían que la pérdida de sangre y la falta de oxígeno que había
sufrido tras el disparo pudiesen haberle causado secuelas neurológicas que no
dejaban que se despertase. Decían que ahora dependía de él y que solo podíamos
esperar y tenerlo vigilado.
—No va a estar solo, Noah: Will y yo no nos separaremos de su lado. Lion
ha dicho que llegará dentro de media hora y Jenna se ha ofrecido a llevarte al
apartamento para acompañarte. Por favor, ve y descansa un par de horas…
Lion y Jenna habían llegado un día después del accidente y no se habían
separado de nosotros.
Mi madre tenía razón, estaba agotada, llevaba cuatro días sin apenas dormir,
me daba miedo cerrar los ojos, despertarme y ver que Nick ya no estaba.
—¿Y si se despierta y no estoy aquí…?
—Noah, si abre los ojos serás la primera a la que llamaré. Por favor, si Nick
pudiese hablar ahora mismo estaría furioso al ver lo poco que estás cuidándote…
Finalmente y a regañadientes terminé por aceptar. Me despedí de Nick con
un beso en la mejilla y salí de la habitación en busca de Jenna.
Steve nos llevó al inmenso apartamento. La última vez que había estado allí
había sido después de la boda de Jenna. Al entrar no pude evitar recordar lo que
habíamos hecho, las cosas que nos habíamos dicho… no eran buenos recuerdos
los que atesoraban esas impresionantes paredes y, de repente, quise regresar a
cuando no podíamos quitarnos las manos de encima, a ese instante en que Nick
me dio todo lo que necesitaba y más. No quise estar allí y mucho menos sin él.
—Dúchate mientras yo preparo algo de cenar —me indicó Jenna con una
sonrisa que no le llegó a los ojos.
Nick era para ella como un hermano mayor. La había visto llorar abrazada a
Lion cuando llegaron al hospital y supe que ellos también lo estaban pasando terriblemente mal. Asentí y fui hacia la habitación. En el cuarto de baño empecé
a quitarme la ropa lentamente. Mis ojos fijos en el espejo que tenía delante. Ya
no había duda alguna de que estaba embarazada. Me metí en la ducha, me lavé el
pelo y también los dientes. Cuando salí me puse mis leggins negros y cogí una
sudadera de Nick de su armario. Olía a él y eso me tranquilizó un poco, me dio
esperanzas. Cenamos en silencio, sentadas en el sofá, con la tele puesta de
fondo. Apenas tenía hambre, pero me obligué a comerme todo lo que había en el
plato. Después de eso me metí en la habitación de Nick abrazada a su almohada
y a su fragancia y cerré los ojos procurando descansar.
Horas más tarde Jenna vino a despertarme con una sonrisa en el rostro.
—¡Está despierto, Noah!
Casi me caigo de la cama de lo rápido que me incorporé.
«¡Dios mío, Dios mío! ¡Nick está despierto!»