Culpa nuestra

Capítulo 58

NICK 
Enterarme de todo lo que había ocurrido con Michael y Briar estando en otra 
ciudad sin poder hacer nada excepto coger un avión, me había torturado. Solo 
me tranquilicé cuando horas más tarde pude entrar en nuestra casa. 
Jenna y Lion estaban despiertos, bebiendo café y hablando en voz baja 
cuando abrí la puerta de entrada. Todo estaba en calma, no había policías ni 
había sangre… No había nada de lo que había estado imaginándome en el 
tiempo que tardé en llegar hasta allí. 
—¿Dónde está Noah? —pregunté a modo de saludo. No podía entretenerme 
con ellos, necesitaba ver por mí mismo que las dos personas que más quería en 
el mundo estaban bien. 
Subí a la planta de arriba y primero me asomé al cuarto del bebé. Al ver que 
no estaba fui directamente a nuestra habitación con los nervios a flor de piel. Al 
entrar solté el aire que había estado conteniendo: Noah estaba dormida y, a su 
lado, nuestro precioso bebé movía las piernecitas y los brazos, despierto. 
Me acerqué con el corazón en un puño. Andy miraba hacia arriba, su chupete 
en su boquita y sus ojitos hinchados por haber estado llorando. Lo cogí en brazos 
y lo apreté contra mí. 
Habían querido arrebatárnoslo. 
Andy hizo un ruidito lastimero y me lo llevé conmigo hasta sentarme en el 
sofá que había delante de la cama. 
—Hola, campeón —lo saludé y dejé que me cogiera el dedo con su diminuta 
mano—. Has sido muy valiente, hijo —dije besándole los mofletes e 
impregnándome de su aroma a recién nacido. 
Andy sonrió como si me hubiese entendido. Lo apreté contra mí y no pude 
evitar que las lágrimas rodasen por mis mejillas. 
¿Cómo habían podido hacernos esto? 
Briar… Michael… Ese hijo de puta iba a pudrirse en la cárcel, yo me 
aseguraría de ello. 
Me fijé en Noah, debió de ser horrible para ella, joder, eso nunca debió haber 
ocurrido. Steve debería haber estado aquí… yo debería haber estado aquí. 
Agradecí en el alma haber instalado la alarma y que Noah hubiese sabido 
activarla. Si pensaba en lo que podría haber llegado a pasar…

Al día siguiente, con las cosas más en calma, Noah me contó todo lo que 
había ocurrido con pelos y señales. Sentí cómo la vena del cuello me latía 
enloquecida por cómo se habían desarrollado los acontecimientos. 
También sentí dolor cuando me enteré de que Briar había perdido el bebé 
cuando estaba embarazada de seis meses. Nunca lo supe, si lo hubiese sabido… 
Debió de ser horrible para ella pasar por eso sola. Había sido hijo mío 
también y al contemplar a Andrew comprendí que ese hecho me dolía tanto o 
más que cualquier otra cosa. 
Sentí la necesidad de ir a visitarla. Michael podía pudrirse en la cárcel, pero 
Briar estaba enferma. Dos semanas después de lo sucedido me acerqué al centro 
donde la habían ingresado. Estaba recibiendo un tratamiento contra la depresión 
y trastorno bipolar. Siempre pensé que Briar tenía un problema que escapaba al 
entendimiento de cualquiera de los que la rodeábamos. 
Su vida había sido parecida a la mía en el sentido de que creció sola rodeada 
de niñeras que no la querían. Sus padres parecieron solo fijarse en ella cuando 
regresó a casa embarazada y únicamente lo hicieron para darle la espalda. 
Deseaba de todo corazón que se recuperara por lo que había sufrido. Pero 
nunca le perdonaría el haber querido arrebatarme a mi hijo. 
Al llegar al centro me informaron de que estaba bastante mejor. Se tomaba la 
medicación y se mostraba mucho más alegre. Cuando entré en su habitación la 
encontré sentada en su cama, leyendo un libro. Según lo que me había contado 
Noah, cuando la vio tenía un aspecto maltrecho y desaliñado. El aspecto de la 
Briar que tenía delante no era ni una cosa ni la otra. 
Iba vestida con unos vaqueros y una camiseta de algodón limpia de color 
azul cielo. Su pelo corto estaba recogido en un bonito moño en lo alto de la 
cabeza y sus preciosos ojos me observaron expectantes cuando me vio entrar. 
Ya le habían informado de mi visita. Estaba esperándome. 
—Hola, Nicholas —me saludó cerrando el libro y dejándolo sobre la mesilla 
de noche. 
Me acerqué hasta ella y le pregunté si podía sentarme. 
—No he venido a robarte mucho tiempo —le expliqué sin saber cómo 
expresar mis sentimientos encontrados—. Solo quería decirte que lamento lo que 
le pasó a nuestro hijo. Nunca supe lo que había ocurrido, si lo hubiese sabido te 
habría apoyado en lo que fuera que hubieses decidido. 
Briar me escuchó con el semblante tranquilo. 
—No estaba en los planes del destino que ese bebé formase parte de nuestras 
vidas —afirmó y vi cómo sus ojos se humedecían—, pero era precioso… 
Le cogí la mano entre las mías. Me dolían sus palabras.

—Lo siento mucho —dije, y era cierto. Adoraba a mi bebé y contaba los 
segundos para regresar a casa con él y con Noah, pero eso no quitaba que me 
partiese el corazón que ese hijo mío no hubiese tenido la oportunidad de vivir. 
—Siento lo que hice —se lamentó interrumpiendo el silencio—. No sé qué 
me pasó… yo… Michael… yo creía que él me quería, ¿sabes? Dijo cosas… 
sobre Noah y sobre ti… Pensé… 
—Ahora céntrate en recuperarte, Briar —le aconsejé poniéndome de pie. 
Ella me miró con los ojos muy abiertos. 
—¿Crees que algún día podré ser como vosotros? ¿Que algún día llegaré a 
tener a alguien que me quiera como tú quieres a Noah…? 
Elegí con mucho cuidado mis palabras. 
—Creo que hay una persona indicada para cada uno de nosotros —declaré 
mirándola a los ojos—. Yo nunca pensé que pudiese llegar a amar tanto a alguien 
como amo a Noah, tú más que nadie sabes lo destrozado que estaba por dentro. 
Así que sí, creo que te esperan grandes cosas, Briar. Un día te levantarás y 
alguna persona pondrá tu mundo patas arriba… solo tienes que esperar a que sea 
tu momento. 
Me fui hasta la puerta y me detuve cuando me llamó. 
—Le puse tu nombre —dijo hablándole a mi espalda—. Tenía que decírtelo. 
Respiré hondo y salí de la habitación.




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