NOAH
Dos años después…
Acababa de graduarme. La felicidad corría por mis venas y no podía dejar de
sonreír. No había sido fácil, no os voy a mentir. Regresar a la facultad después de
haber tenido a Andrew me costó muchísimo. Odiaba alejarme de él, pero poco a
poco nos fuimos adaptando. La obsesión que parecía haber tenido por mi bebé
después de que hubiesen intentado quitármelo se fue curando con el tiempo, y
con la ayuda de Nick volví a sentirme segura y capacitada para dejarlo con
alguien que lo cuidase mientras yo iba a clase y me sacaba mi carrera.
Nicholas había sido todo lo que me había prometido y más. Juró proteger mis
sueños y ambiciones y ayudarme a no tener que renunciar a nada y así fue.
Nick… mi hermoso novio que en un día se convertiría en mi marido.
La boda la fuimos atrasando hasta que al final decidimos hacerlo de manera
que pudiésemos casarnos sin agobios. Andrew ya era un pequeño hombrecito de
dos años, nos volvía locos pero al ser más mayor podíamos dejárselo a sus
abuelos y tomarnos dos semanas libres para disfrutar de nuestra luna de miel.
Sonreí con alegría cuando recibí el diploma del decano de la facultad y
busqué a mis dos chicos preferidos con la mirada.
Nick se levantó del asiento cuando me volví contenta sobre el escenario.
Andy aplaudía, sentado encima de los hombros de Nick, su pelo indomable
despeinado igual que el de su padre y sus ojitos felices por algo que ni siquiera
entendía. Mi madre y Will aplaudían contentos mientras que Anabel y Maddie
sonreían en mi dirección.
Anabel se había librado del cáncer y había retomado la relación con Nick.
Maddie seguía viviendo con Will, pero los fines de semana los pasaba en
compañía de su madre. Casi siempre venían a nuestra casa, la madre de Nick
estaba loca con Andy y también Maddie. La niña se había convertido en toda
una hermosura de cabello rubio y cara de ángel. Con sus diez años de edad ya
conseguía que la gente se volviese para mirarla.
Nos reunimos todos en nuestra casa para hacer una pequeña celebración por
mi graduación. Estaba toda la familia y todos nuestros amigos. En un momento
dado, aprovechando que me había quedado sola en la cocina, Nicholas me cogió de la mano y me arrastró hasta nuestra habitación.
Mi espalda chocó contra la puerta y sus labios se apoderaron de los míos con
infinita pasión y ternura.
—Mañana serás mía por fin, ya no hay escapatoria, pecas —dijo
besuqueándome el cuello con veneración.
—Aún estoy a tiempo de dejarte plantado en el altar —le advertí riéndome.
Me respondió con un fuerte mordisco en el hombro que me causó dolor y
placer al mismo tiempo.
Sus manos se colaron por mi falda de vuelo y me levantó obligándome a
rodearle las caderas con mis piernas, apretujándome contra la pared. Me sujetó
con fuerza, sin dejar que me moviera.
—Explícame de nuevo esa estúpida idea sobre no acostarnos hasta que
estemos casados.
Había sido idea de Jenna. Nos desafió a pasar dos semanas sin sexo para que
en la luna de miel todo fuese más intenso y romántico, según ella.
—No sé de qué me hablas —contesté atrayéndolo hacia mí y dejando que me
besara en la boca. Nuestras lenguas se entrelazaron y gemí en voz baja cuando
su mano se coló por lugares prohibidos, torturándome sin piedad.
—¿Esto es romper las reglas? —preguntó. Eché la cabeza hacia atrás
suspirando con fuerza y cerrando los ojos para disfrutar de sus caricias.
—Siempre se te ha dado genial romperlas, no sé por qué te preocupas
ahora…
—apunté retorciéndome debajo de su mano, buscando lo que tanto anhelaba
mi cuerpo.
Nick besó la parte superior de mis pechos, mientras sus dedos seguían
jugando con mi cuerpo.
—Venga, amor… dame lo que quiero —dijo susurrándome al oído.
Y entonces llamaron a la puerta.
Nicholas se detuvo.
Abrí los ojos. Mi respiración agitada, mi cuerpo tembloroso.
—¿Qué demonios estáis haciendo? —dijo la voz de Jenna al otro lado de la
puerta.
Oh, mierda.
—Jenna, desaparece —ordenó Nick dándome un pico y dejándome en el
suelo.
—¡Como no salgáis ahora mismo…!
Maldije entre dientes, odiando a mi amiga con todas mis fuerzas.
—¿Regresamos a la fiesta? —me preguntó Nick pasándoselo en grande.
—Eres un idiota. Te pagaré con la misma moneda.
Nick me acorraló contra la puerta y me miró fijamente a los ojos.
—¿Qué te hace pensar que yo no estoy sufriendo igual o más que tú en este
momento?
Una mirada a su entrepierna me bastó para comprobar que lo que decía era
cierto.
—Nada de sexo hasta que estemos casados…
—Nuestros padres estarían orgullosos.
Me reí ante su último comentario y abrimos la puerta para enfrentarnos a la
pesada de nuestra amiga.
—¡Mami! —dijo Andy extendiendo sus bracitos para que lo cogiera. Jenna
lo llevaba apoyado en sus caderas. Su barriga de seis meses era más que visible
bajo su vestido color amarillo.
Cogí a mi precioso bebé en brazos y bajamos juntos al jardín de nuestra
pequeña casita. Lion estaba pendiente de la barbacoa y William se hallaba a su
lado. Ambos vestidos con un delantal que rezaba «Amo al cocinero». Regalo de
Jenna, claro está.
Andy se sacudió de mis brazos y lo dejé en el suelo. Salió corriendo en
dirección a los columpios donde Mad lo esperaba con los brazos abiertos, lista
para jugar con su sobrinito.
Nicholas se acercó a ellos. Adoraba a esos niños más que a nadie en el
mundo… Miré a mi alrededor, toda mi familia estaba allí, todo eran caras
sonrientes.
El día siguiente iba a ser un día genial.