Culpa nuestra

Capítulo 59

NOAH 
Dos años después… 
Acababa de graduarme. La felicidad corría por mis venas y no podía dejar de 
sonreír. No había sido fácil, no os voy a mentir. Regresar a la facultad después de 
haber tenido a Andrew me costó muchísimo. Odiaba alejarme de él, pero poco a 
poco nos fuimos adaptando. La obsesión que parecía haber tenido por mi bebé 
después de que hubiesen intentado quitármelo se fue curando con el tiempo, y 
con la ayuda de Nick volví a sentirme segura y capacitada para dejarlo con 
alguien que lo cuidase mientras yo iba a clase y me sacaba mi carrera. 
Nicholas había sido todo lo que me había prometido y más. Juró proteger mis 
sueños y ambiciones y ayudarme a no tener que renunciar a nada y así fue. 
Nick… mi hermoso novio que en un día se convertiría en mi marido. 
La boda la fuimos atrasando hasta que al final decidimos hacerlo de manera 
que pudiésemos casarnos sin agobios. Andrew ya era un pequeño hombrecito de 
dos años, nos volvía locos pero al ser más mayor podíamos dejárselo a sus 
abuelos y tomarnos dos semanas libres para disfrutar de nuestra luna de miel. 
Sonreí con alegría cuando recibí el diploma del decano de la facultad y 
busqué a mis dos chicos preferidos con la mirada. 
Nick se levantó del asiento cuando me volví contenta sobre el escenario. 
Andy aplaudía, sentado encima de los hombros de Nick, su pelo indomable 
despeinado igual que el de su padre y sus ojitos felices por algo que ni siquiera 
entendía. Mi madre y Will aplaudían contentos mientras que Anabel y Maddie 
sonreían en mi dirección. 
Anabel se había librado del cáncer y había retomado la relación con Nick. 
Maddie seguía viviendo con Will, pero los fines de semana los pasaba en 
compañía de su madre. Casi siempre venían a nuestra casa, la madre de Nick 
estaba loca con Andy y también Maddie. La niña se había convertido en toda 
una hermosura de cabello rubio y cara de ángel. Con sus diez años de edad ya 
conseguía que la gente se volviese para mirarla. 
Nos reunimos todos en nuestra casa para hacer una pequeña celebración por 
mi graduación. Estaba toda la familia y todos nuestros amigos. En un momento 
dado, aprovechando que me había quedado sola en la cocina, Nicholas me cogió de la mano y me arrastró hasta nuestra habitación. 
Mi espalda chocó contra la puerta y sus labios se apoderaron de los míos con 
infinita pasión y ternura. 
—Mañana serás mía por fin, ya no hay escapatoria, pecas —dijo 
besuqueándome el cuello con veneración. 
—Aún estoy a tiempo de dejarte plantado en el altar —le advertí riéndome. 
Me respondió con un fuerte mordisco en el hombro que me causó dolor y 
placer al mismo tiempo. 
Sus manos se colaron por mi falda de vuelo y me levantó obligándome a 
rodearle las caderas con mis piernas, apretujándome contra la pared. Me sujetó 
con fuerza, sin dejar que me moviera. 
—Explícame de nuevo esa estúpida idea sobre no acostarnos hasta que 
estemos casados. 
Había sido idea de Jenna. Nos desafió a pasar dos semanas sin sexo para que 
en la luna de miel todo fuese más intenso y romántico, según ella. 
—No sé de qué me hablas —contesté atrayéndolo hacia mí y dejando que me 
besara en la boca. Nuestras lenguas se entrelazaron y gemí en voz baja cuando 
su mano se coló por lugares prohibidos, torturándome sin piedad. 
—¿Esto es romper las reglas? —preguntó. Eché la cabeza hacia atrás 
suspirando con fuerza y cerrando los ojos para disfrutar de sus caricias. 
—Siempre se te ha dado genial romperlas, no sé por qué te preocupas 
ahora… 
—apunté retorciéndome debajo de su mano, buscando lo que tanto anhelaba 
mi cuerpo. 
Nick besó la parte superior de mis pechos, mientras sus dedos seguían 
jugando con mi cuerpo. 
—Venga, amor… dame lo que quiero —dijo susurrándome al oído. 
Y entonces llamaron a la puerta. 
Nicholas se detuvo. 
Abrí los ojos. Mi respiración agitada, mi cuerpo tembloroso. 
—¿Qué demonios estáis haciendo? —dijo la voz de Jenna al otro lado de la 
puerta. 
Oh, mierda. 
—Jenna, desaparece —ordenó Nick dándome un pico y dejándome en el 
suelo. 
—¡Como no salgáis ahora mismo…! 
Maldije entre dientes, odiando a mi amiga con todas mis fuerzas. 
—¿Regresamos a la fiesta? —me preguntó Nick pasándoselo en grande. 
—Eres un idiota. Te pagaré con la misma moneda.

Nick me acorraló contra la puerta y me miró fijamente a los ojos. 
—¿Qué te hace pensar que yo no estoy sufriendo igual o más que tú en este 
momento? 
Una mirada a su entrepierna me bastó para comprobar que lo que decía era 
cierto. 
—Nada de sexo hasta que estemos casados… 
—Nuestros padres estarían orgullosos. 
Me reí ante su último comentario y abrimos la puerta para enfrentarnos a la 
pesada de nuestra amiga. 
—¡Mami! —dijo Andy extendiendo sus bracitos para que lo cogiera. Jenna 
lo llevaba apoyado en sus caderas. Su barriga de seis meses era más que visible 
bajo su vestido color amarillo. 
Cogí a mi precioso bebé en brazos y bajamos juntos al jardín de nuestra 
pequeña casita. Lion estaba pendiente de la barbacoa y William se hallaba a su 
lado. Ambos vestidos con un delantal que rezaba «Amo al cocinero». Regalo de 
Jenna, claro está. 
Andy se sacudió de mis brazos y lo dejé en el suelo. Salió corriendo en 
dirección a los columpios donde Mad lo esperaba con los brazos abiertos, lista 
para jugar con su sobrinito. 
Nicholas se acercó a ellos. Adoraba a esos niños más que a nadie en el 
mundo… Miré a mi alrededor, toda mi familia estaba allí, todo eran caras 
sonrientes. 
El día siguiente iba a ser un día genial.




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