La lluvia caía sobre nosotros, empapándonos, congelándonos, pero
daba igual, nada importaba ya, sabía que todo estaba a punto de
cambiar, sabía que mi mundo estaba a punto de derrumbarse.
-Te lo has cargado todo, ¿no lo entiendes? Ya no hay vuelta atrás, ni si
quiera puedo mirarte a la cara...
Lágrimas desoladas caían por su rostro.
¿Cómo podía haberle hecho esto? Sus palabras se clavaron en mi alma
como cuchilladas desgarrándome desde dentro hacía fuera.
-Ni siquiera sé que decir-dije intentando controlarme intentando
controlar el pánico que amenazaba con derrumbarme, no podía
dejarme... ¿no lo haría verdad?
Sus ojos se clavaron fijamente en los míos, con odio, con desprecio, una
mirada que nunca pensé podía dirigirme a mí.
-Hemos terminado.-susurró con voz desgarrada, pero firme.
Y con esas dos palabras mi mundo se sumió en una profunda oscuridad,
tenebrosa, y solitaria... una prisión diseñada exactamente para mí, pero
me lo merecía, esta vez me lo merecía.