NOAH
La tensión en el coche se podía cortar con un cuchillo.
Estaba furioso, lo sabía, lo había visto en sus ojos y se estaba
conteniendo, se estaba guardando para sí todas las cosas que estando
en cualquier otro día que no fuese hoy me estaría gritando a la cara.
A ver, comprendía su enfado, y entendía perfectamente que no le hiciese
ninguna gracia que me fuese un mes entero, pero ¿Qué podía haber
hecho? Mi madre había organizado y pagado un viaje, no podía
rechazarlo, era mi madre. Siempre habíamos hablado de mi graduación,
de mi universidad, de cómo iríamos juntas a comprar los muebles de mi
residencia, como disfrutaríamos del verano antes de tener que irme,
habíamos bromeado diciendo que nos iríamos de mochileras por Europa
para poder compartir mi último verano siendo aún su pequeña, como
ella me llamaba. Una parte de mí quería ir a ese viaje, de veras, no
quería perderme aquella oportunidad de poder estar a solas con la
mujer que me había dado la vida y todo lo que tenía, no podía
rechazarla sin más.
La otra parte, bastante importante, también, le dolía el cuerpo solo de
pensar en que no iba a ver a Nicholas en cuatro semanas enteras. Yo
también había hecho planes, yo también había querido pasar cada
segundo del día en su apartamento con él, y más ahora que sabía que
pronto iba a tener que empezar a trabajar y que los viajes a San
Francisco no solo durarían dos semanas como el último que había
realizado.
Le miré desde mi asiento. Sus ojos estaban clavados en la carretera, sus
manos aferraban con fiereza el volante. Miedo me daba lo que estaba
cociéndose en esa cabeza, pero no sabía qué hacer o decir para que no
se enfadase conmigo.
- ¿No piensas hablarme?-dije entonces armándome de valor.
Ni siquiera me miró, aunque vi como las venas de su cuello se tensaban
al estar apretando fuertemente la mandíbula.
-Estoy intentando no arruinarte la noche, no me provoques, Noah-soltó
un segundo después.
¿Intentando? Ya me la había arruinado, tanto él como mi madre, y
aquella relación amor-odio que parecía estar forjándose entre ambos.
-Nicholas, no puedes culparme por esto, no podía negarme a ir, es mi
madre-dije perdiendo los nervios.
- ¡Y yo soy tu puto novio!-gritó sobresaltándome. Ya estábamos, íbamos
a terminar discutiendo y era ultimo que había querido aquella noche.
Giró el rostro hacia a mí y vi en sus ojos que estaba deseando decirme
de todo.
-No hagas eso, no me pongas entre la espada y la pared, no me hagas
elegir entre mi madre y tú-dije controlado mi tono de voz.
Nicholas aceleró el coche, y tuve que sujetarme a la puerta.
Entonces entre vi el Four Season. Una hilera inmensa de coches estaban
haciendo cola para poder bajarse y que se llevaran sus coches. Varios
de mis compañeros de clase ya estaban allí con sus parejas, y sus
sonrisas en sus rostros me dieron envidia.
La mía ya había desparecido, para variar.
Se detuvo detrás de un Mercedes y volvió a girarse hacia a mí.
-Si yo tuviese que elegir, siempre te elegiría a ti; ahora bájate, me
largo-.dijo en un tono tan frío que se me heló la sangre del cuerpo. Le
miré con incredulidad, dolida por su tono pero sintiéndome culpable por
lo que quería decir con eso. Yo no debería elegir entre las dos personas
que más quería en el mundo, era un amor distinto, totalmente diferente,
amaba a mi madre sobre todas las cosas pero con Nicholas era
inexplicable, un amor que dolía, que adoraba pero que me asustaba por
su intensidad, daba igual que mi madre me gritase, o me dijese algo
horrible, era mi madre, siempre lo sería, pero en cambio una palabra
hiriente de los labios de Nick era capaz de derrumbarme, dejarme sin
aliento, me desgarraba el corazón, porque nada estaba escrito y mi
mayor miedo era perderlo.
- ¿N-no piensas quedarte?-dije con voz temblorosa. Mierda ya estaba
aquí otra vez esos sentimientos de abandonó, de dependencia, no quería
que me dejase, le necesitaba a mí lado, quería compartir con él esta
noche, una noche en la que debería contar con mi novio.
Él apartó la mirada de mí y la fijó en la gente que subía las empinadas
escaleras hacia la recepción.
-No, y te he dicho que te bajes del coche-soltó en aquel tono que odiaba,
aquel tono que me recordaba al antiguo Nicholas.
Sentí la rabia inundar mi sistema. No era justo, no era justo que pagara
conmigo algo con lo que yo no había tenido nada que ver.
-Que te den Nicholas, íbamos a pasar la noche juntos después de más de
tres semanas y vas a desperdiciarlo-le dije recogiendo mi bolso y
echándome el pelo hacía atrás cabreándome cada vez más- ¡Pues ahora
no quiero que vengas, ya puedes marcharte, me lo pasaré mucho mejor
sin ti!-le grité inclinándome para abrir la puerta.
Entonces su mano me cogió por el brazo, reteniéndome y obligándome a
mirarlo.
-Me importa una mierda que te cabrees, pero ten mucho cuidado con lo
haces ahí dentro-dijo sujetándome el brazo con fuerza.
Le fulminé con la mirada. ¿Ahora me venía con sus celos?
-No te preocupes, me tiraré a todo el equipo de fútbol, no te fastidia-le
contesté deseando bajarme del coche y perderlo de vista, pero sus ojos
me miraron desquiciados al oírme decir eso. Su mano voló a mi rostro y
me cogió por la mandíbula acercándome hacia él.
-En la vida vuelvas a decir algo así.
Contuve el aliento, o me bajaba del coche ahora mismo y ponía espacio
entre los dos para que las cosas se calmaran o iba a terminar en un
baño de lágrimas o gritándole todas las cosas que se me cruzaban en
aquel instante por la cabeza.
Me libre de un tirón de su agarre y bajé del coche antes de que pudiera
detenerme. El muy capullo ni siquiera esperó a verme entrar, con un
chirrido de las gomas, aceleró hasta desaparecer por la salida lateral,
un chirrido de mis gomas puesto que ese era mí coche, encima eso, me
dejaba aquí tirada sin manera de poder largarme si me terminaba
hartando de la puñetera fiesta.
Me encamine hacia las escaleras donde muchos alumnos hablaban
emocionados esperando entrar.
Busqué con la mirada a Jenna o a Kat pero no había ni rastro de ellas,
seguramente estarían al caer. Había varias chicas de mi clase con las
que podría entrar pero no me apetecía nada acercarme a ellas y fingir
que estaba súper feliz, porque no lo estaba, estaba cabreada, cabreada
y dolida.
- ¡Eh, Morgan!
Giré el rostro para encontrarme con la cara sonriente de Lion. Se me
ilumino el rostro, estaba segura. Al igual que con Jenna, que se había
convertido en mí mejor amiga y confidente, a Lion había terminado por
quererlo casi de la misma forma. Era una persona magnífica, cariñosa,
amable y nada intimidante. Al principio sí que me lo había parecido,
sobre todo por haber sido amigo de Nicholas; pero nada más lejos que la realidad, Lion era un amor, y le di un fuerte abrazo cuando se acercó
a saludarme.
- ¡Felicidades por la graduación!-me dijo soltándome un segundo
después.
-Gracias-dije sonriendo.
- ¿Y Nick?-me preguntó buscándolo a mi alrededor. La sonrisa
despareció de mi rostro.
-Se ha ido, nos hemos peleado-dije apretando los dientes.
Para mi sorpresa Lion soltó una carcajada. Le fulminé con la mirada.
-Le doy media hora antes de que se te pegue como una lapa, es lo
máximo que puede estar lejos de ti-me dijo ignorando mi mirada asesina
y sacando su teléfono móvil del bolsillo.
-Pues que no venga, no quiero ni verlo.
Lion puso los ojos en blanco mientras fijaba la mirada en la pantalla de
su teléfono.
-Jenna llegará dentro de diez minutos, ¿quieres entrar conmigo?-me
ofreció amablemente.
Asentí. Debería ser Nicholas quien tendría que estar acompañándome al
baile de mi graduación, pero que le dieran, él se lo perdía, me había
arreglado específicamente para él, me había comprado la ropa interior
en una tienda súper cara que me había recomendado Jenna, La Perla
creo que se llamaba, y ahora ni si quiera iba a verla, estaba tan
decepcionada y enfadada que creo que me salía humo de las orejas.
Al entrar, nos encontramos con un recibidor impresionante.
Había mucha gente allí aglomerada y vi que muchos padres de mis
compañeros habían decidido venir a la fiesta a tomarse algo. Había
varios hombres trajeados que indicaban por donde debíamos ir y Lion y
yo procedimos a hacerles caso. Mis compañeros de curso iban
animadamente hablando y riendo hasta que llegamos a los jardines del
hotel.
Madre mía, aquello era impresionante.
Habían montado la mejor fiesta de graduación de la historia.
El salón estaba abierto al aire libre, muchas mesitas altas con elegantes
manteles de color verde satinado rodeaban la pista de baile que había
en el centro. Las mesas estaban decoradas con unos arreglos florales
exquisitos, sino me equivocaba creo que eran peonias de color blanco, y camareros elegantemente vestidos iban y venían con bandejas llenas de
aperitivos y copas de sabe Dios qué, porque alcohol no podía ser.
Miré a Lion que estaba tan fascinado e intimidado como yo.
Lion no se había criado rodeado de todos estos lujos, ni yo tampoco y
ambos, estaba segura, nos sentimos fuera de lugar entre tanta gente
distinguida y rica.
-Esta gente sí que sabe montar una fiesta-dijo a mí lado.
-Y que lo digas-contesté alucinada con lo hermoso que era todo. Los
jardines estaban iluminados con tenues luces blancas y había flores por
todos lados, la fragancia que se filtraba por mis sentidos te embaucaba
nada más entrar. Aún no había empezado a resonar la típica música de
las fiestas pero observé alucinada como una banda integrada por
violines y violonchelos nos daban la bienvenida al establecimiento.
- ¡Aquí estáis!-dijo una voz conocida a nuestras espaldas.
Ambos nos giramos y Jenna nos recibió con una inmensa sonrisa. -
¡¿Habéis visto cuanta gente?! ¿Qué os parece? ¿No me he pasado
verdad? ¿O es que me he quedado corta?
¡Dios, no os gusta!
Jenna había sido una de las principales personas en poner aquella fiesta
en marcha. Sabía que se había pasado la mayor parte del año
organizando la graduación y la verdad es que se había superado a sí
misma. Nuestra caras, la de Lion y yo debían ser un poema si es que
acaso creía que no nos gustaba.
- ¿Pero qué dices?-dije riéndome- ¡Es impresionante!
Le di un abrazo admirando lo hermosa que era, claro que todo le venía
de los genes ya que su madre, Caroline Tavish, había sido Mis California
en sus años de juventud, un puesto que no solo le abrió miles de puertas
sino que hizo que uno de los hombres más ricos de Estados Unidos se
quisiese casar con ella. El padre de Jenna era multimillonario, tenía
plataformas petrolíferas por todo el mundo, apenas pasaba más de dos
días al mes en su casa, pero según Jenna, estaba enamorado de su
madre hasta las trancas, y como para no estarlo, esa mujer dejaba sin
aliento a cualquiera. Jenna había heredado su cuerpo y su altura aunque
su rostro era más cálido, más juvenil, más dulce que el de su madre, que
imponía con tanta belleza.
- ¡No puedo creer que ya nos hayamos graduado!-dijo saltando y
depositando un entusiasmado beso en los labios de Lion.