Culpa tuya

Capítulo 27

NOAH 
Menos mal que solo llevaba despierta cinco minutos antes de que llegase 
Steve y me abriera la puerta de la habitación. 
Yo había empezado a entrar en pánico, y los pintores escuchando mis 
gritos ya habían ideado un plan para tirar la puerta abajo. Justo 
entonces entro Steve, todo disculpas y calma fingida, disculpas que no 
debía darme él si no el idiota de mi novio celoso y obsesivo. Creo que 
Nicholas empezaba a perder la cordura cuando se trataba de mí y otros 
hombres y no me gustaba nada de nada. 
Le había dejado clara mi postura pero tampoco quería entrar en una 
discusión telefónica con él y en parte sabía que solo lo había hecho para 
protegerme, aunque nuestra conversación hubiese acabado de forma 
cortante. 
Dejando todo eso a un lado, en dos días llegaba Maddie y había que 
terminar su habitación. Su llegada me había puesto completamente 
nerviosa, sobre todo por tener que encontrarme con la arpía de su 
madre. 
Aquella noche no pude quedarme a dormir, mi madre me quería en casa 
porque le había dicho que pensaba quedarme algunos de los días que 
Maddie estuviese con Nick. No quería que nuestra relación se volviese 
aun más tirante asique ese día me comporté como una buena chica y me 
fui a casa después de asegurarme que la habitación de Madison 
quedaba libre de chismes y lista para que los muebles fuesen armados y 
colocados en sus respectivos lugares. 
Nicholas iba a tener que encargarse de supervisarlo todo ya que a mí no 
me vería hasta que no hubiese hablado con Anabell Grason. 
Los dos días siguientes pasaron deprisa, supongo que cuando quieres 
que pase lo contrario, que las horas se alarguen lo máximo posible 
ocurre lo opuesto, porque la mañana en la que llegaban Maddie y su 
madre llegó tan pronto que no pude ni mentalizarme. Estaba nerviosa, 
Nicholas también lo estaba, claro que por motivos diferentes; era muy 
importante que hiciese bien su trabajo, porque como algo le pasase a su 
hermana, aquellas visitas se acabarían tan rápido como habían llegado. 
Nick estaba adorable cuando se trataba de Maddie, y me había 
mandado un montón de fotos preguntándome si la habitación me 
gustaba, si le gustaría a su hermana, si cambiaba los muebles, si a lo 
mejor era mejor poner la cama bajo la ventana y no en la esquina, si la cómoda sería suficiente y si el tren teledirigido le gustaría tanto como le 
había gustado a él. 
Me reí divertida al otro lado de la línea. 
-Nick, le va a encantar, además a tu hermana lo que le interesa es verte 
a ti no a su nueva habitación. 
Se hizo un silencio. 
-Estoy muy nervioso, pecas, nunca he pasado más de un día con mi 
hermana, y ¿si de repente se pone a llorar porque extraña su casa? Es 
una enana, y yo soy un tío, a veces no sé como lidiar con esas cosas. 
Le sonreí al espejo que en ese momento tenía delante. 
Adoraba cuando le veía tan preocupado, siempre era tan seguro de sí 
mismo, tan autoritario y mandón, que cuando bajaba la guardia y me 
demostraba que debajo de aquella coraza había algo tierno y fraternal, 
solo quería abrazarlo sin descanso. 
-Yo intentaré estar contigo la mayoría del tiempo-le contesté sentándome 
en mi cama y fijándome en las vigas de madera del techo. 
- ¿Cómo? Vas a estar los cuatro días, ¿no?-me preguntó de repente 
cambiando el tono y poniéndose serio. 
Me mordí la lengua. Y justo entonces llamaron a la puerta. 
- ¿Podemos hablar un momento?-me preguntó mi madre entrando en mi 
habitación y observándome tranquila. 
Asentí, agradeciendo por primera vez que mi madre interrumpiera una 
conversación con Nick. 
-Mi madre quiere hablar conmigo, mañana hablamos, ¿vale? 
Corté antes de arrepentirme y coger mis maletas que estaban abiertas 
sobre el suelo, junto a mi cama, y largarme a vivir con mi novio. Era 
mejor esperar; solo quedaban dos semanas, tenía que jugar mis cartas 
como es debido sino quería que mi madre me repudiase. 
Dejé el móvil junto a mí, sobre el colchón y la observé mientras 
empezaba a deambular por mi cuarto. Parecía distraída y también un 
poco abatida. No llevábamos una buena racha, ninguna de las dos. 
Apenas nos habíamos hablado las últimas semanas y la cosa se iba a 
poner peor cuando se enterase lo que tenía planeado hacer. 
- ¿Te falta mucho para acabar las maletas?

Sabía que mi madre estaba tanteado el terreno. Yo nunca hacía la 
maleta del todo hasta el día antes de irme, y eso lo había heredado de 
ella. No entendíamos porque la gente necesitaba semanas para 
empaquetar su ropa y cerrar una maleta, pero negué con la cabeza, 
intentado tantear un poco el terreno, y aprovecharme de su intento de 
acercamiento para comunicarle que iba a quedarme con Nick ahora que 
su hermana venía a visitarlo. 
-Ya casi están, oye mamá...-empecé a decir pero me interrumpió. 
-Sé que estas deseando marcharte de aquí, Noah-dijo cogiendo una de 
mis camisetas y empezando a doblarla, distraída -se que ahora que has 
cumplido los dieciocho años y que te vas a la universidad ya no querrás 
pasar tanto tiempo conmigo, aquí en casa... 
Mi madre se había acercado hasta sentarse junto a mí en la cama. 
Respiré hondo cuando vi como sus ojos empezaban a humedecerse. 
-Mamá yo no... 
-No, Noah, déjame decirte una cosa, sé que los últimos días han sido 
difíciles, que no nos hemos llevado bien desde que regresamos de 
Europa, créeme que entiendo que estas enamorada y que quieres pasar 
todo tu tiempo con Nicholas... solo que me hubiese gustado que esto-dijo 
señalándonos a ambas-nunca hubiese ocurrido, tú y yo siempre hemos 
tenido una buena relación, siempre nos lo contamos todo, incluso 
cuando salías con Dan-hice una mueca al escuchar el nombre de mi ex 
novio pero dejé que continuara-venías corriendo a mi habitación para 
decirme que tal te había ido la noche y qué cosas románticas te había 
dicho él, ¿lo recuerdas? 
Asentí medio sonriendo y viendo a donde quería ir a parar. 
-Ahora que se acerca el momento en el que tienes que marcharte, solo 
quería decirte que he intentado darte lo mejor dentro de lo que he 
podido, de verdad que quería que llegases a considerar esta casa tú 
hogar, siempre quise que vivieses aquí, rodeada de todas estas 
oportunidades, incluso cuando eras pequeña, soñaba con verte en esta 
habitación, con más juguetes y libros de lo que hubiese podido imaginar 
darte... 
-Mamá, se que fui muy insufrible cuando decidiste venir aquí, pero 
ahora entiendo porque lo hiciste, no tienes porque explicarme nada 
¿vale? Me has dado lo mejor que podías, y sé que para ti es difícil verme 
con Nicholas, pero yo le quiero. 
Mi madre cerró los ojos al oírme decir eso y forzó una sonrisa. 
-Espero que te conviertas en una magnifica escritora algún día, Noah, 
se que vas a conseguirlo y por eso quiero que aproveches cada una de las oportunidades que te de la vida, estudia, aprende, y disfruta de la 
universidad, porque van a ser los mejores años de tu vida. 
-Lo haré-susurré con una sonrisa aunque sintiéndome un poco culpable 
por no ser capaz de sincerarme del todo y decirle lo de Nick. La abracé 
y su mano me acaricio el pelo. 
Unos segundos después se levantó. 
- ¡Dejémonos de tanto sentimentalismo!-dijo riéndose y la imité-Voy a 
pedir unas pizzas ¿quieres? 
-Claro-contesté mientras ella se pasaba las manos por el vestido, 
planchando unas arrugas inexistentes y después salía por la puerta, 
cerrándola a su paso. 
Me dejé caer en la cama y suspiré profundamente. 
Mañana sería un día bastante interesante. 
A la mañana siguiente me desperté temprano. Estaba muy nerviosa y 
bajé a desayunar intentando no darle muchas vueltas a lo que iba a 
hacer. Maddie llegaría en unas horas, y no había ninguna posibilidad de 
que su madre se echase atrás; tampoco tenía porque contarle muchas 
cosas de Nicholas, y siempre me quedaba la mentira. Me repetí una y 
mil veces que lo estaba haciendo por él, que no estaba haciendo algo 
imperdonable, pero una parte de mí, una muy oculta y profunda, quería 
conocer a Anabell y quería saber qué motivos la habían llevado a 
abandonar a su hijo. 
Apenas comí nada en el desayuno, una simple tostada, que dejé a 
medias, y un café con leche. Nick me había informado que se reuniría 
con Maddie a la misma hora que yo había quedado con su madre, por lo 
que tenía tiempo de aquí a que Nicholas empezara a preguntarse donde 
me había metido. Él estaría distraído llevando a comer a Maddie y yo 
podría acabar lo antes posible con la dichosa reunión clandestina. 
Sabía que el restaurante del Hilton era de etiquita y también estaba al 
corriente de cómo se las gastaba la madre de Nick. 
Era otra de las muchas pijas y repelentes mujeres de multimillonarios 
que les gustaba alardear de cuantos jates, caballos y mansiones tenían 
repartidos por el mundo. Por ese mismo motivo y solo con la intención 
de no llamar la atención, escogí una falda alta y con vuelo, de color azul 
claro y un crop top amarillo de Chanel que llevaba allí bastante tiempo. 
Jenna me había regalado unas sandalias Miu Miu de color blanco, muy 
bonitas y muy caras, todo hay que decirlo, pero que quedaban perfectas 
con el conjunto. 
Creo que esa era una de las pocas veces que me decidía a vestir de 
marca de pies a cabeza, pero no quería que aquella mujer me intimidara, y como todo el mundo sabe, una mujer bien vestida, es una 
mujer poderosa. 
Me miré en el espejo. Sí, estaba divina, joven y divina y esa mujer no iba 
conseguir manipularme. Me recogí mi largo cabello en una cola alta, y 
salí de mi habitación. 
Por suerte mi madre había salido hacia un rato a comprar con una de 
sus amigas del barrio, porque si me hubiese visto tan arreglada me 
hubiese atosigado a preguntas que no quería responder. Me subí a mi 
coche y puse la dirección del Hilton en el GPS. Obviamente Anabell 
había querido quedar allí porque estaba justo al lado del aeropuerto y 
supuse que no estaba en sus planes quedarse más tiempo del necesario. 
Cuando llegué al Hilton un hombre elegantemente vestido se acercó a 
mi descapotable. Me bajé y le tendí mis llaves, rezando por que no le 
hiciese ningún rasguño. Mis sandalias repiquetearon por el suelo 
enlosado y subí los escalones que me llevarían a la puerta giratoria del 
hotel. Dentro me encontré con una recepción muy elegante con 
pequeños sillones esparcidos adecuadamente sobre finas alfombras de 
color beige y marrón claro. Al final de la sala había unas enormes 
escaleras que se dividían en otras dos, igual que en mi casa. No tenía ni 
idea de adonde tenía que dirigirme por lo que me acerqué hasta la 
recepción donde dos chicas jovencitas y bien vestidas me sonrieron con 
amabilidad. 
- ¿En qué puedo ayudarla, señora?-me dijo una de ellas y vi como sus 
ojos miraban con admiración mi atuendo. Supongo que se estaría 
preguntando porque una chica que debía de tener su misma edad podía 
estar justo al otro lado de una mesa, frente a ella, y tener todo lo que yo 
tenía. A veces agradecía no ser ese tipo de persona, ese tipo de persona 
que le importan las marcas de ropa y el dinero. Nunca había querido 
nada de esto, nuca lo había deseado siquiera, era simple por naturaleza 
y le hubiese dado todo lo que llevaba puesto a esa chica sin dudarlo ni 
un segundo. 
-He quedado para almorzar con Anabell Grason... no sé si ha dejado una 
nota para mí o algo...-dije dudosa. La chica se fijó en su ordenador y 
asintió con una sonrisa. 
-La señora Grason la espera en el Andiamo, si sigue por ese pasillo, a la 
derecha se encontrará con sus puertas, espero que disfrute del 
almuerzo. 
Le sonreí agradecida. 
Caminé intentando no flaquear y justo cuando llegue a donde las 
recepcionistas me indicaron, sin antes poder divisar a Anabell un 
mensaje me llegó al teléfono. Lo abrí antes de entrar.



#5076 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, culpamia

Editado: 03.01.2024

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