Culpa tuya

Capítulo 35

NOAH 
Hoy no iba a ser un buen día, lo supe en cuanto abrí los ojos aquella 
mañana. No solo por la resaca, el dolor de cabeza y las increíbles ganas 
de vomitar, si no porque hoy se cumplía un año desde que mi padre 
había muerto por mí culpa. 
Me bajé de la cama sintiendo como mi estomago se quejaba por toda la 
ingesta de alcohol que me metí en el organismo la noche anterior y me 
fui trastabillando hasta el baño para meterme en la ducha. Ni siquiera 
recordaba haber llegado hasta mi cuarto. Había bebido tanto tequila 
que creo que era alcohol en vez de sangre lo que recorrían mis venas. 
Recordaba que Nick había llegado... y Lion. 
Iba a tener que llamar a Jenna y ver como había acabado la cosa, pero 
hoy no... hoy no pensaba hablar con nadie, hoy pensaba recluirme en mi 
habitación con mis demonios interiores y llorar al padre que nunca me 
había querido, llorarle a la persona que había intentado matarme y 
llorar a la niña que nunca consiguió que su padre la quisiera. 
Sé que era una idiota por seguir pensando en él, pero sus palabras y la 
culpa que vivía conmigo después de su muerte no desaparecía, mis 
pesadillas formaban parte de mis noches y a veces me perseguían por el 
día. 
Yo le había querido. ¿Eso me convertía en un monstruo? ¿Era un 
monstruo por haber querido a la persona que pegaba a mi madre y le 
hacía daño cada día? ¿Estaba loca por seguir pensando que si me 
hubiese comportado de forma distinta mi padre aún seguiría vivo? 
Cerré los ojos debajo del agua y me pasé la esponja por el cuerpo. Me 
sentía sucia por dentro, odiaba esos pensamientos, a veces era como si 
otra persona estuviese dentro de mí, obligándome a ser masoquista, 
obligándome a comportarme de una forma que ni yo ni mi difunto padre 
se merecía. Porque no se merecía mis lágrimas, no se merecía que 
sintiese pena por él... 
daba igual cuantas veces me hubiese llevado al parque, o cuantas veces 
me hubiese llevado a pescar... no importaba que hubiese sido él el que 
me había enseñado a conducir incluso cuando no llegaba a los pedales, 
el que había hecho que adorase verle correr y ganar. 
Había sido mi padre y en mi mente infantil, en mi retorcida mente 
infantil había mirado hacia otro lado cada vez que ese hombre maltrataba a mi madre. No comprendía mi forma de pensar, ni de 
actuar, intentaba analizarme a mí misma desde otra perspectiva y nada 
tenía sentido. 
Esos meses que pasé en la casa de acogida, había echado de menos a mi 
madre, sí, claro que sí, pero también a él... 
había echado de menos que me tratase a mí mejor que a ella, de una 
forma horrible me había gustado ser diferente, ver que mi padre nunca 
me hacía daño, que me quería más que a nadie, que yo era especial para 
él... claro que todo se desmoronó al final porque terminó haciéndome 
daño...muchísimo daño. 
Los recueros, las conversaciones, volvieron a mí sin que pudiese hacer 
nada para remediarlo. 
- ¡Eres mala!-me había gritado una de las niñas de la casa de acogida. 
Éramos cinco y un niño pequeño los que nos habíamos quedado en esa 
casa horrible, putrefacta y con padres de mentira que ni nos querían ni 
se ocupaban de nosotros. 
- ¡Tú me has quitado mi muñeca!-le grité intentando hacerme oír sobre 
los lloros de la niña rubia que estaba a nuestro lado- 
¡si me molestas eso es lo que pasa, ¿es que nadie te lo ha enseñado!? 
- ¡No debiste pegarle!-la niña morena, la que tenía esas trenzas tan 
bonitas no dejaba de acusarme con su dedo sucio mientras abrazaba a 
su hermana de cuatro años que lloraba con la mejilla roja después de la 
bofetada que le había dado. 
Las otras dos niñas, que tenían siete y seis años respectivamente, se 
colocaron detrás de Alexia, la morena de las trenzas. 
Odiaba ver como la querían a ella y no a mí. 
Yo solo había reclamado lo que era mío, esa niña pequeña me había 
quitado mi muñeca a la fuerza, debía pegarle por ello ¿no? 
Eso es lo que se hacía cuando uno se portaba mal. 
-Eres mala, Noah, y nadie te quiere-dijo Alexia irguiéndose en su 
mediana estatura. Era casi tan alta como yo, las dos éramos las más 
mayores de los niños que estaban en esa casa pero ella tenía un mirada 
feroz que yo era incapaz de imitar. A pesar de haberle pegado a esa 
niña, yo solo quería que fuésemos amigas, le había intentado explicar 
que en cuanto yo terminara de jugar podía quedarse con mi muñeca, 
que debimos compartirla pero me la había quitado, me la había 
arrancado de las manos.

-Que nadie hable con ella-dijo girándose a las demás-A partir de ahora 
te quedarás sola, porque las niñas abusonas como tú se merecen estar 
sin nadie que las quiera, ¡eres mala y fea! 
Sentí como las lágrimas acudían a mis ojos, pero a mí no se me permitía 
llorar. Mi padre me lo había dejado muy claro, solo lloraban los débiles, 
mi madre era débil porque lloraba, yo no lo era. 
- ¡ERES MALA! ¡ERES MALA! ¡ERES MALA! ¡ERES MALA! 
¡ERES MALA! 
Las demás niñas se unieron a la canción, incluso la pequeña que había 
estado llorando ahora sonreía y cantaba junto con las demás. Cogí mi 
muñeca con fuerza y salí corriendo. 
Salí de la ducha intentando borrar esos recuerdos. 
Mirándome al espejo me fijé en mi tatuaje. Mi dedo lo recorrió de arriba 
abajo, era pequeño, pero significaba muchísimo. 
Respiré hondo intentado tranquilizarme, no quería que todo esto me 
superara, ya lo había hecho en su momento, no podía dejar que esto 
volviese a afectarme. 
Justo en ese instante llamaron a la puerta del baño. 
-Noah, soy Nick-escuché. 
Cerré los ojos con fuerza y conté mentalmente hasta tres. 
Me acerque hasta la puerta y dejé que entrara. No sabía que se había 
quedado a dormir. 
Le di la espalda, envuelta en mi toalla y cogí la crema que había en una 
de las repisas. No quería compañía, hoy no, hoy necesitaba estar sola. 
- ¿Estás bien?-dijo acercándose-Ayer te pasaste con la bebida, estabas 
como una cuba, Noah. 
-Me duele la cabeza-dije rodeándole y saliendo a mi habitación. Sabía 
que me seguiría, y solo esperaba que comprendiese que hoy no era un 
buen día. A veces éramos capaces de percibir nuestros estados de 
ánimo, y esperaba que hoy fuese uno de esos días. 
Me metí en el vestidor y me pasé una camiseta de propaganda que tenía 
de cuando me había mudado a esa casa. Eran las pocas cosas que no 
había querido meter en mis maletas para llevarme a la facultad. Eso y 
unos leggins era lo que pensaba llevar ese día.



#5019 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amor, culpamia

Editado: 03.01.2024

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