NICK
Estaba sentado en el Hall del hotel en el que nos estábamos hospedando.
No había Wifi en las habitaciones así que había tenido que bajar a
recepción y compartir mi tiempo con gente extraña. Ya era tarde así que
saqué el teléfono y me fijé por cuarta vez si Noah me había mandado un
mensaje de buenas noches. No me gustaba como había terminado
nuestra conversación de ayer por la mañana y aunque no empezaba las
clases hasta el día siguiente había querido desearle suerte en su primer
día. Era claramente consciente de que estaría intentando dormir y que a
lo mejor estaba teniendo pesadillas, me encantaba saber que yo era el
único capaz de conseguir que no las tuviera y por ese mismo motivo
odiaba que durmiese sola.
Para mí, suponía un alivio que hubiese aceptado ir a un psicólogo y ya
había estado investigando en internet sobre traumas infantiles y como
superarlos. Tenía una lista de los mejores psicólogos de la cuidad y ya
había llamado a unos cinco para charlar con ellos sobre el tema. Quería
que Noah fuese ella misma, sin miedos ni nada que la frenase a la hora
de ser completamente feliz y si tenía que dejarme un ojo de la cara en
pagarle las horas de terapia lo haría.
A veces pensaba en lo que había tenido que sufrir a manos de su padre y
un escalofrío desagradable me recorría la espalda.
Mi mano se cerró en un puño casi sin darme cuenta y tuve que respirar
hondo para tranquilizarme.
Justo en ese momento vi por el rabillo del ojo como Sophia aparecía,
llevando su Mac en una mano y aquellas gafas de pasta negra que por
algún motivo inexplicable me hacían sonreír: le quedaban fatal.
-¿Que hay, Leister?
-Arkin-contesté regresando la vista a mi pantalla.
Solo la miré un segundo cuando noté que se sentaba a mi lado en el
largo sofá blanco. Llevábamos dos días aquí juntos y tenía que admitir
que no era como me había imaginado en un principio. Podía parecer
superficial y bastante estirada pero no lo era en absoluto. Es más, era
bastante graciosa cuando se lo proponía. Estando rodeada de hombres,
ya que éramos cinco los que trabajamos en ese caso, ella era la única
mujer y se notaba que al contrario de muchas chicas su intención no era
ir llamando la atención, no quería que la tratasen de forma especial y
como hicieses alguna bromita indebida se ponía como una fiera, y si no que se lo dijeran a Rick, un becario un año menor que yo y que
simplemente estaba para observar y aprender.
- ¿No te apetece salir a cenar algo de comida basura?-me preguntó
entonces después de haber estado trasteando con su portátil y cerrarlo
de un golpe.
Levanté las cejas y la observé.
- ¿Tú, comida basura?-dije guardando mi teléfono en el bolsillo. Cero
noticias de Noah, y empezaba a cabrearme.
-No creo que sepas lo que es eso.
Ella puso cara de circunstancias, guardó su portátil en su bolso y se
levantó mostrando que no llevaba tacones sino una simples sandalias de
color blanco.
-Me apetece un Big Mac, y voy a ir contigo o sin ti, te lo decía porque la
comida de este sitio apesta, así que tú decides, ¿vienes o no?
Dudé unos instantes, pero tenía razón, la comida era un asco.
-Esta bien, pero te advierto de que hoy no soy muy buena compañía-dije
levantándome y encaminándome a la entrada. Sophia se colocó a mi
lado y pude ver lo bajita que era sin esos zapatos que siempre se ponía.
Ella soltó una risotada.
-Ni hoy ni nunca, Leister, creo que desde que te conozco no he te visto
relajado ni una sola vez, deberías mirártelo.
Ignoré su comentario y fuimos hasta el parking.
- ¿Qué te crees que estás haciendo?-le pregunté cuando vi como sacaba
unas llaves de su bolsillo.
-El coche lo he alquilado yo, Nicholas-dijo como explicación.
-Lo siento, guapa, pero conduzco yo-dije a la vez que le sacaba las llaves
de la mano tan rápido que ni se dio cuenta.
Para mi sorpresa mis actos no tuvieron una discusión como respuesta.
Sophia se encogió de hombros y se subió al asiento del copiloto.
A cambio de eso la dejé que eligiera la música y estuvimos todo el
trayecto desde el hotel hasta el restaurante escuchando canciones de los
80. Fuera el tiempo era bastante agradable, aunque aquí en San
Francisco hacía más frío de lo que estábamos acostumbrados en Los
Ángeles. A pesar de a que muchas personas les molestaba las calles empinadas de la cuidad, para mí eran lo que la hacían especial, eso y las
casas de colores, todas con ese aire distinguido y agradable a la vista.
Quería traer a Noah, para que viese la ciudad, había tantos lugares que
quería que conociese, desde que salíamos solo la había podido llevar a
Bahamas, y mejor ni recordar cómo habían acabado las cosas.
Evitando pensar en ella durante un rato aparqué el coche delante de un
restaurante que había descubierto cuando tuve que estar aquí una
semana.
-Esto no es un McDonald-dijo Sophia a mi lado desabrochándose el
cinturón.
-Yo no como en McDonald's-contesté apagando el coche y riéndome
cuando me miró con mala cara-Vamos, Sophi, aquí hacen las mejores
hamburguesas caseras de la cuidad, sino no te habría traído.
Sophia levantó las cejas con condescendencia y me dio un manotazo en
el brazo.
-Te he dicho mil veces que no me llames Sophi-dijo bajándose y la imité.
-Lo siento, Sofí.
Me eché a reír al ver su cara pero decidí dejarla en paz. Un camarero
nos atendió de inmediato y nos sentaron en una mesa apartada al otro
lado del restaurante. No me gustó que creyesen que éramos pareja,
pero no podía meterme en la mente de la gente así que lo dejé correr.
-Espero que las hamburguesas de aquí sean mejores que las CBO ,
porque si no me vas a ver enfadada de verdad.
Al final tuvo que tragarse sus palabras porque como yo sabía, las
hamburguesas estaban de miedo.
-Así que al final os vais a ir a vivir juntos ¿no?-me preguntó después de
que hablásemos de todo un poco, sobre todo del trabajo, hasta llegar sin
saberlo al tema Noah.-A pesar de que sus padres no la dejen.
-Su madre-aclaré y proseguí-Parece que todo el mundo olvida que ella es
mayor de edad y que puede tomar sus decisiones libremente.
Sophia asintió aunque hizo un gesto que decía lo contrario.
-Es una cría, Nick-dijo llevándose la bebida a los labios.
-La madurez no va ligada a un número de mierda, sino a las
experiencias vividas y a las cosas que hemos aprendido de ellas.