NICK
Miré a los edificios que tenía delante de mí. A veces mirar desde esta
altura podía resultar embriagador, otras te hacía sentir superior,
observando a la gente sin que ellos lo supieran, el tráfico nocturno, las
ultimas horas de un día agotador; las alturas nunca me habían
disgustado, en cambio las distancias... eso no me hacía tanta gracia.
Llevaba un buen rato dándole vueltas a la cabeza, pensando, intentando
entender porque era tan difícil a veces conseguir lo que uno deseaba.
Muchas personas podían llegar a recriminarme esas palabras, no era
una persona a la que precisamente le faltase de nada, pero algo en
particular me tenía cautivado, alguien, en realidad y no sabía cómo
hacer para asegurar que se quedase a mi lado pasara lo que pasase.
Su cara al ver el tatuaje no había sido lo que me esperaba, tampoco
había creído que saltaría de emoción, pero nunca creí que fuese a ver
miedo. El miedo no entraba en mis pensamientos, ni en mis planes, era
muy difícil que yo me asustase de algo.
Aunque sí que había algo que me ponía nervioso, no sé si se podía
llamar miedo, pero si lo era, definitivamente era el miedo a la perdida,
eso, creo que era lo único a lo que temía enfrentarme, supongo que al
igual que la mayoría de las personas.
Noah era una persona que vivía con miedo, lo hacía, me lo había
admitido y yo no podía hacer nada al respecto para poder ayudarla en
ese aspecto. Mi sola presencia conseguía que durmiese sin pesadillas y
atenuaba sus demonios pero no los hacía desaparecer. Temía que esos
demonios terminasen por convertirse en míos también, porque las
personas teníamos un límite...
yo como hombre tenía mis límites bastante marcados, pero parecían
redefinirse al son de esa persona que me volvía completamente loco.
A pesar de que no había esperado que Noah aceptara de buen grado la
mudanza que había llevado a cavo a sus espaldas, me sorprendió que no
me hubiese llamado de inmediato para gritarme unas cuantas cosas. Su
silencio... y mí silencio, era ensordecedor entre ambos, porque ninguno
parecía querer dar el brazo a torcer. Mientras tanto, la dejaba
adaptarse a su nueva vida en la facultad, mientras yo intentaba aclarar
cómo iba a hacer para seguir adelante con nuestra relación.
No me malinterpretéis, no tenía ninguna duda con respecto a que la
amaba con locura, en absoluto, pero Noah era una persona que parecía ocultar tantas cosas y tener tantas caras distintas que nunca llegaba a
estar tranquilo del todo.
Quería conocerla por entera, y cuando creía que lo había hecho me
salía con algo que no había estado preparado para encajar y entonces
volvía a la casilla de salida.
«Vas a hartarte de mí, lo harás y entonces te arrepentirás de esto, lo
odiarás, y me odiarás a mi...»
¿Cómo podía haberme dicho esas palabras? ¿Acaso no había dejado
claro mis sentimientos hacia ella, no era obvio que mi mundo giraba
prácticamente a su alrededor?
Miré hacía el contrato que me habían enviado esa misma mañana.
Habíamos ganado el caso Rogers, un novato como yo había conseguido
sacar adelante algo que todos habían dado por perdido. Jenkins nos
había mandado a mí y a Sophia para que perdiésemos y así conseguir
demostrar que aun no estábamos preparados para tomar un cargo más
complicado, en realidad lo había hecho por mí, Jenkins defendería su
puesto en la empresa con garras y dientes, pero el caso es que le había
salido el tiro por la culata.
Y ahí estaba el papel que siempre había querido leer.
Me ofrecían ocho meses de prácticas en un bufete ajeno al de mi padre,
en Nueva York, con piso pagado y un sueldo de dos mil dólares al mes
que se renegociaría nada más acabar mi periodo de prueba. Una
oportunidad única, la oportunidad de empezar por mí mismo, por mis
logros y méritos sin depender de mi padre.
Y ahí estaba otra vez... ese bonito rostro, ese rostro por el que mataría y
daría mi vida: Noah.
Cogí el contrato y lo metí en uno de los cajones. Sobre este asunto no
había nada más que pensar.
Antes de que pudiese apagar las luces del despacho y marcharme a
casa, el reflejo de unos pelos rubios capto mi atención. Mi despacho
tenía las paredes de cristal por lo que mis ojos se encontraron con la
última persona que esperaba ver en ese instante.
La puerta no tardó en abrirse.
-Tenemos que hablar, Nicholas.
La miré fijamente unos instantes y finalmente tomé asiento indicándole
que hiciera lo mismo.
Miré fijamente el rostro de la madre de mi novia.
-Sabía que tarde o temprano ibas a terminar viniendo-le contesté
respirando hondo y preparándome para algo que no tenía ganas de
revivir. - ¿Sigue sin cogerte las llamadas?
Rafaella frunció los labios y me miró con disgusto.
-Ya han pasado más de dos semanas desde que se fue, Nicholas, esto es
ridículo, y lo peor de todo es que ni siquiera sé donde se está quedando.
He llamado a su residencia y me han dicho que ya no está viviendo allí
¿puedes decirme que es lo que está pasando? Si se está quedando
contigo, juro por Dios que...
- ¿Qué?-la interrumpí- ¿Qué vas a hacer? A parte de conseguir que tu
hija te soporte menos cada día y yo también.
Rafaella me observó como si le hubiese dado una bofetada.
-Tú no sabes lo que le conviene.
Sonreí de lado sin dejar que sus palabras me afectasen.
-Te equivocas-le contesté colocando los codos sobre la mesa de forma
despreocupada-No sé como tengo que explicarte que estoy enamorado
de ella.
-Es muy joven para enamorarse, yo creí estarlo a su edad y mira todo lo
que me paso-me dijo y no podía creer que sacase ese tema delante de
mí-La tuve siendo una niña, una niña que creía que sabía lo que hacía,
mis padres intentaron persuadirme, no escuché a nadie, me largué de
casa, me case siendo una cría y tuve una que tuvo que presenciar cómo
me pegaban día sí día también. No quiero esto para Noah, quiero que
estudie, que se divierta, que salga por ahí, no quiero...
-No quieres que le pase lo mismo que a ti-la interrumpí sintiendo como
mi cuerpo se tensaba-Yo nunca le pondría un solo dedo encima.
Rafaella negó con la cabeza.
-Ya sé que no lo harías, no es eso a lo que me refiero... es cómo la miras.
Fruncí el ceño sin comprender a donde quería llegar.
-Sé que la quieres Nicholas, veo en tus ojos lo mismo que veo en William
cuando me mira a mí, pero lo que temo es que Noah no esté preparada
para afrontar lo que tú quieres de ella.
-La quiero a ella, nada más.
-Noah no es como las demás chicas, todo lo que vivió, todo lo que nos
pasó, la ha marcado de una forma que ni siquiera yo que soy su madre puedo comprender, hay cosas que no sabes Nick, y no me gustaría
remover el pasado, pero solo te pido que intentes darle espacio, si la
acorralas saldrá corriendo.
Estaba harto de escuchar siempre lo mismo. El pasado, el dichoso
pasado que no dejaba de perseguirnos, había cosas que no sabía, ¿qué
clase de cosas?
-Estoy dándole espacio-contesté unos segundos despuésNo estamos
viviendo juntos, si es eso lo que te preocupa, te ha hecho caso, solo que
he intervenido para que no tuviese que dormir en un antro-.Cogí un lápiz
y un papel-Esta es la dirección del piso en el que se está quedando, está
en el campus y solo tiene una compañera de piso.
Le di el papel con el número y la dirección y esperé que eso fuese
suficiente.
Ella se puso de pié y nos miramos unos segundos.
-Cuando la veas dile que no sea testaruda, que recoja su coche y...dile
que la echo de menos.
Vi cierta tristeza en sus ojos y supe que las Morgan ocultaban muchas
cosas. Tanto Noah como su madre guardaban más de un secreto en su
interior y no sabía si iba a ser capaz de descubrirlo y encajarlo cuando
llegase el momento de saber toda la verdad.
Rafaella se marchó unos segundos desp