Los iberos o íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a la gente del levante y sur de la península ibérica para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. De estos pueblos destacaron Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón, Avieno o Diodoro Siculo citándolos con estos nombres, al menos desde el siglo VI a. C.: elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelanos, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.
Geográficamente, Estrabón y Apiano denominaron Iberia al territorio de la península ibérica.
Aunque las fuentes clásicas no siempre coinciden en los límites geográficos precisos ni en la enumeración de pueblos concretos, parece que la lengua es el criterio fundamental que los identificaba como iberos desde el punto de vista de griegos y romanos, puesto que las inscripciones en lengua ibérica aparecen a grandes rasgos en el territorio que las fuentes clásicas asignan a los iberos: la zona costera que va desde el sur del Languedoc-Rosellón hasta Alicante, que penetra hacia el interior por el valle del Ebro, por el valle del Segura, gran parte de La Mancha meridional y oriental hasta el río Guadiana y por el valle alto del Guadalquivir.
Desde el punto de vista arqueológico actual, el concepto de cultura ibérica no es un patrón que se repite de forma uniforme en cada uno de los pueblos identificados como iberos, sino la suma de las culturas individuales que a menudo presentan rasgos similares, pero que se diferencian claramente de otros y que a veces comparten con pueblos no identificados como iberos.
La primera referencia que se tiene de los iberos es a través de los historiadores y geógrafos griegos. Curiosamente, los griegos también llamaban iberos a un pueblo de la actual Georgia, conocido como Iberia caucásica. Al principio, los griegos utilizaron la palabra ibero para designar el litoral mediterráneo occidental, y posteriormente, para designar a todas las tribus de la península. También llamaban Iberia al conjunto de sus pueblos.
Polibio fue un historiador griego del siglo II a. C. que vivió un tiempo en la península. Polibio dice textualmente:
Se llama Iberia a la parte que cae sobre Nuestro Mar (Mediterráneo), a partir de las columnas de Heracles. Mas la parte que caqe hacia el Gran Mar o Mar Exterior (Atlántico), no tiene nombre común a toda ella, a causa de haber sido reconocida recientemente. Polibio
Las primeras descripciones de la costa ibera mediterránea provienen de Avieno en su Ora maritima, del viaje de un marino de Massalia mil años antes (530 a. C.):
La mayor parte de los autores refieren que los iberos se llaman así justo por este río,[2] pero no por aquel río que baña a los revoltosos vascones. Pues a toda la zona de este pueblo que se encuentra junto a tal río, en dirección occidente, se la denomina Iberia. Sin embargo el área oriental abarca a tartesios y cilbicenos.
Avieno, Ora maritima.
Apiano habla de pueblos y ciudades, aunque ya habían desaparecido en su época. También describe la parte más occidental de Andalucía. Estrabón hace una descripción de esta zona basándose en autores anteriores, y se refiere a las ciudades de la Turdetania, como descendientes de la cultura de Tartessos. En general, autores como Plinio el Viejo y otros historiadores latinos se limitan a hablar de pasada sobre estos pueblos como antecedentes de la Hispania romana.
Arriano afirma que los iberos estaban entre los pueblos europeos que enviaron emisarios a Alejandro Magno en el 324 a. C., solicitando su amistad.
Para estudiar a los iberos, se ha recurrido, además de a las fuentes literarias, a las fuentes epigráficas, numismáticas, y arqueológicas.
A pesar de que estos pueblos compartían ciertas características comunes, no eran un grupo étnico homogéneo ya que divergían en muchos aspectos. No se sabe detalladamente el origen de los iberos, aunque hay varias teorías que intentan establecerlo:
1-Una hipótesis sugiere que llegaron a la península ibérica en el periodo Neolítico, y su llegada se data desde el quinto milenio antes de Cristo al tercer milenio antes de Cristo. La mayoría de los estudios que adoptan esta teoría se apoyan en evidencias arqueológicas, antropológicas y genéticas estimando que los iberos procedían de las regiones mediterráneas situadas más al este.
2-Otros estudios han sugerido que pueden haberse expandido también a otras regiones mediterráneas como el sur de Francia y el norte de África. Los iberos inicialmente se habrían asentado a lo largo de la costa oriental de España y, posiblemente, más adelante se propagaron por parte de la península ibérica.
3-Otra hipótesis alternativa afirma que formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental y los creadores/herederos de la gran cultura megalítica que surge en toda esta zona, una teoría que los estudios genéticos ha descartado, por cuanto el perfil genético de los linajes paternos entre los iberos es solo estepario (R1b) no hay trazas de ninguno de los linajes paternos de tiempos del Neolítico o anteriores a la llegada de los descendientes de las estepas que llagan a la península hacia el 2500 a. C. Los iberos serían algo similares a las poblaciones celtas del primer milenio antes de Cristo de Irlanda, Gran Bretaña y Francia, aunque estas presentan otros linajes paternos paleoeuropeos que no vemos aún entre los iberos. El perfil genético paterno de los iberos es casi el mismo que el de los vascos de entonces, y algo diferente al de los celtíberos. Posteriormente, los celtas cruzarían los Pirineos en dos grandes migraciones: en el IX y el VII siglo a. C. Los celtas se establecieron en su mayor parte al norte del río Duero y el río Ebro, donde se mezclaron con los iberos para conformar el grupo llamado celtíbero.