Culturas

Incas

La civilización incaica, también llamada civilización inca o civilización quechua, fue la última de las grandes civilizaciones precolombinas que conservó su Estado independiente durante la conquista de América. Esta pasó por tres etapas históricas, siendo la primera el Curacazgo incaico (1197-1438), a través de la cual los quechuas consolidaron un Estado que logró sintetizar los conocimientos artísticos, científicos y tecnológicos de sus antecesores tomando como centro la ciudad del Cuzco. Posterior a ello, se da la segunda etapa, conocida como Imperio incaico o Tahuantinsuyo (1438-1533), la cual recogió aquellos conocimientos heredados y los potenció. Conforme se dio la expansión del imperio, este fue absorbiendo nuevas expresiones culturales de los pueblos incorporados, llegando abarcar los actuales territorios del Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Argentina y Colombia, constituyéndose así en el Imperio más grande de la América precolombina. La conquista del Tahuantinsuyo, realizada entre 1530 y 1540 por los españoles encabezados por Francisco Pizarro, puso fin al imperio y con ello a la etapa de apogeo de la civilización incaica, dando lugar al nacimiento del Virreinato del Perú. Sin embargo, focos de resistencia incaicos se mantendrían organizados en un Estado denominado Incario de Vilcabamba (1537-1572), siendo esta última etapa de la civilización.

El desarrollo de la civilización incaica se basó en la agricultura que desarrollaron mediante tecnologías avanzadas, como las terrazas de cultivo llamados andenes para aprovechar las laderas de los cerros, así como sistemas de riego heredados de las culturas pre-incas. Los incas cultivaron maíz, maní, yuca, papa, frijoles, algodón, tabaco y coca, entre otras. Las tierras eran propiedad comunal y se trabajaban en forma colectiva. Desarrollaron también una ganadería de camélidos sudamericanos (llama y alpaca). Por los excelentes caminos incas (Cápac Ñan) transitaban todo tipo de mercancías: desde pescado y conchas spondylus hasta sal y artesanías del interior. Las expresiones artísticas más impresionantes de la civilización inca se edificaron durante su etapa imperial e incluyen templos (Sacsayhuamán y Coricancha), palacios y complejos estratégicamente emplazados (Machu Picchu, Ollantaytambo y Písac). En la actualidad, algunas costumbres y tradiciones de la desaparecida civilización incaica prevalecen aun en los países que formaron parte del Imperio incaico: Perú, Bolivia, Ecuador, norte de Chile y Argentina, y sur de Colombia.

La organización política incaica fue una de las más avanzadas de América precolombina. A decir de Luis E. Valcárcel, el propósito del Estado inca era garantizar el bienestar de todos sus súbditos, a diferencia de otras monarquías históricas que buscaban solo defender los privilegios de grupos reducidos. El imperio incaico «garantizó a la totalidad de seres humanos, bajo su jurisdicción, el derecho a la vida mediante la satisfacción plena de las necesidades físicas primordiales de alimentación, vestido, vivienda, salud y sexo.» Ello se logró organizando de manera meticulosa a los pobladores, considerados ante todo como actores del proceso de la producción económica, de modo que pudieran evitar las hambrunas y estar siempre prevenidos ante los embates destructivos de la naturaleza. El Estado inca tuvo, pues, un alto sentido de previsión social.


La jerarquía

Los cronistas españoles, cuyos escritos constituyen la fuente primaria de la historia inca, interpretaron al sistema político de los incas según su concepción europeísta y occidental. Es por eso que describieron al gobierno inca como una monarquía absolutista, a la cabeza del cual se hallaba un solo soberano absoluto, el Inca. Sin embargo, los modernos estudios nos dejan entrever que existieron dos gobernantes que ostentaron al mismo tiempo el mando. Uno pertenecía a la parcialidad del Hanan Cuzco (Cuzco alto) y el otro a la del Hurin Cuzco (Cuzco bajo). Esta dualidad del Hanan y del Hurin se daba también en los curacazgos, y se remonta a la época preincaica; es pues, típica de la cosmovisión andina. Según Waldemar Espinoza Soriano, si bien en el Imperio había dos administradores o jefes máximos, ello no significa que existiesen dos monarquías paralelas, sino que solo había una, debidamente unificada. Los dos gobernantes tenían sus bienes y posesiones de manera equivalente, aunque era el de Hanan el que reunía más rango por ser el que manejaba la vida cívica, política, económica, social y militar; por eso se le llamaba el Sapa Inca. El otro gobernante, el de Hurin, concentraba en su persona el poder sacerdotal: era el Willaq Umu, y aunque era de menos rango, no por ello dejaba de tener enorme influencia en las decisiones imperiales.

La jerarquía imperial :

El Sapa Inca o, simplemente, el Inca era el máximo gobernante, que compartía el poder con el sumo sacerdote o Willaq Umu. Todos sus súbditos debían acatar con sumisión sus órdenes. El símbolo de su poder era la mascapaicha, una especie de borla de lana roja que ceñía en la cabeza. Ejercía las funciones de su gobierno desde el palacio particular que cada uno se hacía construir en el Cuzco. Allí concedía audiencia todo el día y administraba justicia. Pero también viajaba con frecuencia por todo el territorio de su imperio, llevado en andas sobre hombros de cargadores, para atender personalmente las necesidades de su pueblo.

Al Inca le seguían en jerarquía:

* El Auqui o príncipe heredero. En vida de su padre, ejercía el cogobierno, para ejercitarse en las funciones imperiales. No necesariamente era el hijo mayor del Inca y de la coya, sino que se lo escogía de entre todos los hijos del Inca, recayendo el honor sobre quien tuviera las mejores cualidades para desempeñar tan alta función.

* El Tahuantinsuyo Camachic o Consejo Imperial, integrado por cuatro personajes o apus, que tenía a su cargo el gobierno de cada uno de los suyos o regiones. Algunos autores lo denominan Suyuyuc Apu. A esos 4 apus habría que agregar, según Guaman Poma de Ayala, a otros 12 consejeros: cuatro por cada uno de los suyos grandes (Chinchaysuyo y Collasuyo) y dos por cada uno de los de menor tamaño (Antisuyo y Contisuyo). De modo que el Consejo Imperial estaba representado por 16 consejeros: 4 principales y 12 secundarios.




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