Cupido por una vez

Capítulo 41

Anuncio oficial: mi vida es un desastre. 

Me enamoré de un amigo, que  me rompió el corazón cuando comenzó a salir con mi hermana.  Me indigné, ofendí a Eros, el dios del amor y sin querer, cerré un trato con él.  Y al final, el idiota confesó sus sentimientos hacia mí.   ¿Así o más ilógico?  Y como si fuera poco, todavía no tenía ni una pareja formada.  ¿Pero cuál era el punto? Si él había liberado mis sentimientos no tenía de qué preocuparme, ¿o sí? 

Sin embargo ese era uno de mis problemas, el otro era mi padre abusivo, de quien no valía la pena hablar.   Por ahora, debía concentrarme en encontrar un medio para pagar mis estudios o volverme una vagabunda sin profesión.  Luego de revisar mi cuenta bancaria, para descubrir que estaba tan vacía como estómago, decidí que tenía que ponerme en movimiento, aunque no sabía bien qué rumbo tomar. 

De lo único que estaba segura era de mis enormes ganas de recibir un abrazo. 

—¿Qué haces? —preguntó Jane. 

Olvidé mencionar que el diálogo con mi hermana había retornado, aunque nuestra relación seguía siendo tensa. 

—Busco empleo —respondí, hojeando las páginas del diario. 

—¿Y por qué? —inquirió. 

«Porque papá no ha pagado mi mensualidad». 

A mi mente regresaron los ojos llorosos de mi madre el día en que se acordó la mediación. 

«No hay que decirle nada a Jane». 

—Nunca está demás un poco de dinero extra —aseguré. 

Mi hermana me miró con sospecha.  Ella me conocía, yo no era precisamente muy trabajadora, se me daba mejor gastar el dinero que ganarlo.  Y no hay que olvidar el escándalo de la noche anterior, del cual ella se había enterado, aunque se resistía a darme detalles. 

—Sí tienes problemas con papá, lo mejor sería hablar con él para solucionarlos. ¿No crees? 

Antes muerta. 

—Jane, no todo lo que hago tiene que ver con  mi papá, a veces sí quiero esforzarme por mi cuenta —repliqué. 

Mi hermana guardó silencio, intentando tragarse mi mentira. 

—El próximo semestre tendrás una práctica pagada, ¿no? —comentó. 

Si es que llego al semestre siguiente. 

—Sí, algo así —confirmé—.  Pero falta mucho para eso. 

—¿Por qué no hablas con papá? Podrías pedirle que suba tu mesada. 

Mi mesada que, por cierto, este mes no llegó. Su comentario me erizó los nervios. 

—Quiero ganarme mi propio dinero, Jane.  ¿Te parece bien o debo pedirle permiso a papá también? —reclamé. 

Mi hermana hizo una mueca de disgusto, pero no insistió con el tema. 

—Como quieras.  Iré a hacer las compras de la semana, ¿quieres que traiga algo en especial? —preguntó, buscando su abrigo. 

«Kilos de helado». 

—No, estoy bien —respondí. 

—Creí que nos quedaba más dinero para las compras del mes —comentó contrariada. 

Me encogí en mi asiento y una punzada de culpa clavó en mi pecho.  Desde que estaba sin dinero era más difícil mantenerme, así que había utilizado parte del dinero que teníamos guardado para comprar alcohol. 

Guardé silencio, esperando no ser descubierta.  

Respiré con tranquilidad cuando escuché la puerta cerrarse a mis espaldas. Me encontré a gusto con la soledad.  Al menos hasta que mi teléfono comenzó a vibrar.  Era un número desconocido, pero aún así contesté. 

—Liz, ¿Dónde estás? —interrogó una conocida voz. 

—¿Cómo conseguiste mi número? —cuestioné de vuelta. 

—Por ahí, eso no importa —respondió Adrian—.  Hoy regresa mi papá, y mi madre está en casa.  Prepárate. 

Mis ojos se detuvieron en el reloj colgado en la pared. 

—¿Cuanto tiempo tengo? —inquirí. 

—Una hora, quizás menos. 

Pese a que su voz sonó tranquila, sus palabras me cayeron como un balde de agua fría.  Era un margen demasiado pequeño para llegar, considerando que vivíamos en extremos totalmente opuestos de la ciudad. 

Suspiré.  Aún así, tenía que cumplir esta misión a como dé lugar. 

—Estaré ahí —aseguré. 

Colgué y corrí a mi habitación en busca de mi arco y las flechas.   Sabía que mi aspecto era horrible, pero en honor al tiempo, me puse una capucha y amarré mis cabellos, nuevamente rojizos, en un improvisado moño. 

Estuve lista en menos de cinco minutos, todo un récord.  Sin embargo, apenas abrí la puerta, me congelé. 



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En el texto hay: romance, cupido, mitologa

Editado: 27.08.2018

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