Me estoy recogiendo el pelo en una coleta alta cuando tocan a la puerta. Algo notablemente raro ya que eran las diez de la noche y en este pueblo tenemos rotundamente prohibido salir a esas horas.
El año pasado desaparecieron dos chicas de mi escuela y lo único que se supo fue que salieron de su casa a esa hora. Desde entonces el alcalde puso alguna que otra regla, entre ellas el no salir de casa después de las siete de la noche.
Escucho a mamá bajar las escaleras camino a abrir la puerta. No podía negar la inmensa curiosidad que tenía de saber porque llamaban a esta hora a la puerta de mi casa. Pero mamá me prohibió salir de mi cuarto, me había castigado de esa forma por desobedecérla y llegar más tarde de lo acordado a casa.
Me echo una última ojeada frente al espejo y me levanto colocando la oreja en la puerta. Hago mi mayor esfuerzo por escuchar lo que se habla, pero todo resulta ser en vano, ni los murmuros escucho.
Me apresuro a pararme por la ventana que daba a la entrada de la casa y justo en ese momento veo a el alcalde subirse a su coche, un moscovik de color negro muy bonito. Antes de entrar por completo el alcalde le da una última mirada a mi casa y luego posa su mirada en mí ventana. Se me queda mirando fijamente y mi único instinto en ese momento fue esconderme. Me moría de la vergüenza por lo que esperé un rato hasta sentir el carro arrancar e irse. Me levanto y rápidamente cierro las cortinas.
Escucho los pasos de mi mamá subiendo de vuelta y me sumerjo rápidamente dentro de la cama. Atrapó un libro de mi mesita y abro una página al azar, debía fingir demencia. La puerta de mi cuarto se abre y mi madre entra con su aspecto típico de recién levantada, una bata color rosa y su característica trenza.
—El alcalde estuvo aquí —dice luego de un tiempo mirándome fijo.
Creía que se había dado cuenta de que estaba espiando por la forma en la que me miraba. Pero todo lo contrario, vino a contarme el porque de la visita a esta hora.
Dejo el libro a un lado y me siento correctamente en la cama prestándole toda la atención del mundo. Este tema me interesaba, era bastante raro una visita de tal persona a esta hora pudiendo visitarnos mañana en la mañana.
—Informó que mañana en la mañana llegaría una nueva familia al pueblo y quería saber si yo podía ayudarlos con la casa —hace una pausa y se echa a reír—. Ya sabes, ayudarlos con lo único que se me da bien.
Mi madre se había graduado de arquitecta y con el paso del tiempo terminó siendo la arquitecta–inmobiliaria del pueblo. Y bueno, lo que parece ser es que una nueva familia se mudará a Fallin. Este pueblo es tan pequeño y poco reconocido que se me hace raro que alguien quiera invertir en mudarse hacia un lugar prácticamente desolado.
—¡Que Guay! Puedo ayudarte si así lo deseas.
—Victoria, tu vocabulario —uhg si, se me había olvidado que este tipo de "cosas" no se podían decir en presencia de mi madre si no me caía una buena—. Y si, claro que me puedes ayudar. Siempre y cuando no descuides tus estudios.
—Perdona.
Teníamos papá, yo y todos los que entraran en esta casa prohibido el uso de palabras inadecuadas. Para mamá el decir "Guay" "Estoy flipando" y mucho más era algo prohibido e inadecuado.
—Venga, a dormir que mañana es un día largo —se acerca a mí cama y me da un beso en la frente para luego darse la vuelta e irse.
Me quedo un rato en la misma posición pensando en lo de la nueva familia. Estábamos a finales de mayo y casi nadie se atrevía a mudarse en esta época y menos si tenía que hacer reparaciones. Ya que la mayoría de las veces en esta época del año se la pasaba todo el rato lloviendo a mares y la humedad era muy característica. Apago las luces y me acuesto buscando dormirme, mañana pensaría mejor en todo aquello.
***
Mis ojos se abren de par en par. Miro el reloj de mi mesita de noche y este marca las 4:30 Am. Doy vueltas por la cama intentado volverme a dormir pero nada resulta por lo que decido levantarme a por un vaso de agua. Escucho la puerta de un carro cerrarse y me detengo a mitad de la habitación.
¿Serán los nuevos?
Me asomo por la ventana está vez sin abrir del todo las cortinas. Efectivamente en la casa de al frente estaba aparcado un auto. Esa casa permanecía vacía desde hace casi tres años y justo ahora se me hacía muy raro ver algunas luces encendidas.
Un hombre alto sale de la casa y abre el maletero sacando dos cajas grandes y luego volviendo a entrar a la casa. Ahora del auto se bajan dos chicos igualmente altos y una mujer. No logro distinguirles bien las caras por la oscuridad pero al parecer eran una familia conformada por los padres y sus dos hijos varones. Algo muy normal ¿no?
El hombre que había entrado antes vuelve a salir y les dice algo a los dos chicos en el oído. Los tres se giran al mismo tiempo y miran hacia mi ventana. El corazón se me acelera al verlos mirando fijo en mi dirección y rápidamente cierro las cortinas de un tirón.
Me echo hacia atrás asustada. ¿Como sabían que los estaba observando? Ni siquiera me veía bien, era casi imposible saber algo así en plena oscuridad. Choco con la pared y doy un salto del susto, me encontraba llena de miedo y sobre todo de dudas. Espero un rato hasta calmarme y luego salgo de mi habitación para ir a por un vaso de agua, ahora lo necesitaba más que nunca.
Bajo las escaleras lentamente y me dirijo a la cocina. Me sirvo un vaso de agua y me lo tomo casi enseguida. Todo estaba a oscuras por lo que se me hizo casi imposible encontrar el interruptor de la luz.
Ahora tenía ganas de volver a echar un último vistazo. Quería saber qué más hacían y quizás descubrir el porque sabían que los miraba. Por lo que me paro por la ventana de la sala de estar y abro las cortinas para poder mirar. Ya no había nadie afuera, solo estaba el auto. Me pego más al cristal para poder mirar a los lado y asesorarme bien de que no haiga nadie y justo en ese momento un chico alto aparece justo frente a la ventana. Doy un salto y me tengo que tapar la boca con las manos para no gritar.