[Capítulo 5]
{Inoha}
Solo pude pensar algo: ¿En qué mierda me metí? Estaba jugando a la seductora y al ver aquella mirada de Daemon, intuí que me había metido en terrenos más que peligrosos. Fantaseé con el momento de acostarme con él, me moría de ganas por hacerlo, pero siempre imaginé que sería diferente, casi como lo relataban en los libros; aunque cuando me miró con aquel brillo peligroso en sus ojos, supe que de literario y romántico no tendría nada.
También pensé que cuando lo hiciéramos sería por puras ganas y no porque quería adelantar las cosas, deseaba volverlo loco de pasión y también de celos. Estaba siendo una maldita al provocarlo con su hermano, pero lo que me dijo Demian era cierto: no importaba lo que tuviese que hacer o sacrificar, obtendría mi venganza a como diera lugar.
— Espera — pidió casi en un gruñido. Me hizo sacar la mano de su pantalón y me miró serio.
Tuve miedo de que se arrepintiera.
— No me salgas con que eres un caballero y soy esa afortunada a la que primero quieres cortejar y después de un tiempo hacerle el amor — satiricé.
Sonrió de lado, divertido y arrogante tras escuchar mis palabras.
— No sé qué mierdas lees o ves en la TV, pero ni soy un caballero y tampoco esperaré a hacerte el amor — soltó burlesco. Sus palabras fueron como una baldada de agua fría para mí y el auch que se formó en mi cabeza no expresaba del todo, lo que me dolieron —. Solo quiero poner seguro a la puerta y ver si tengo condones — explicó.
¡Era un completo cabrón!
Y me habría ido de esa puta habitación sino hubiese tenido un plan trazado.
Lo vi hacer lo que dijo y sacó una tira de condones de su mesita de noche, supe que había notado mi cambio, que sus palabras fueron hirientes, mas lo ignoró y cuando terminó con su tarea caminó de nuevo hacia mí.
— Estamos en tiempos modernos, Inoha — señaló y sin esperar nada tomó los bordes de mi vestido y me lo sacó. Quedé frente a él solo con mi sostén sin tiras y mis braguitas diminutas. Me repasó con descaro y lamió sus labios —. Puedo follarte ya y cortejarte después; ahora los hombres probamos la mercancía antes de adueñarnos de ella y tú ya tenías planeado el que me coma todo lo que quiera — señaló mi conjunto, era a juego y casi sonreí al ver que conocía ese detalle —. Déjame quitarte esa cara de enfado.
Chillé antes de responder nada, me tiró en la cama y reboté en ella; pronto estuvo sobre mí, recargó todo su peso en sus brazos y rodillas y se adueñó de mi boca con un salvajismo que me dejaba sin respiración. El maldito besaba de maravilla, sus labios eran demandantes y su lengua una posesiva; me mordía con fuerza y sus manos no paraban de acariciarme. Se tomó muy a pecho cuando le dije que quería un lobo salvaje y me estaba demostrando que era el más descarriado de todos.
Gemí cuando bajó la copa de mi sostén y su mano grande acunó uno de ellos, en definitiva esas manos ásperas estaban para envolver a la perfección pechos enormes y los míos parecían simples pelotas de tenis entre ellas.
Pero eran mis pechos los que disfrutaban de esas caricias y jadeé fuerte cuando con dos de sus dedos masajeó mi pezón, su boca bajó a mi barbilla y dio un pequeño mordisco, descendió a mi cuello hasta llegar al comienzo de mis tetas. Terminó corriendo el sostén hasta mi cintura y metió el otro pecho a su boca, su lengua envolvió mi aureola y de inmediato de puso más dura que un diamante. Dio un sonoro chupetón que estaba segura que escucharían hasta en la planta baja y no me importó chillar.
No estuve con muchos hombres en mi vida, pero Daemon era un maldito dios en comparación con los demás y eso que solo estábamos en los juegos previos; casi me corrí solo con sus caricias en mis pechos y ver su cuerpo tan enorme sobre el mío. Llegó con sus besos a mi abdomen y sus manos no dejaron de darme de placer, incluso cuando llevó una de ellas a mi boca e hizo que chupara sus dedos; lo hice como si fuera una parte de su cuerpo que esperaba conocer pronto y sonrió satisfecho cuando vio cómo lo hacía.
Volvió a subir su boca a la mía y la abrí para soltar el aire retenido, justo cuando Daemon se adentró en mi braguita y con una agilidad tremenda encontró aquel punto entre mis piernas que me volvía loca. Su dedos estaban mojados por mi saliva, pero que me acariciara ahí hubiera sido fácil aun así no lo hubiese hecho, ya que me encontraba casi empapada. Me miró con sus ojos maliciosos y su sonrisa socarrona dibujada a la perfección, esa que me decía que estaba más que seguro de lo que me estaba provocando, sobre todo cuando mis caderas comenzaron a moverse en busca de más fricción por parte de sus diestros dedo.
— ¡Cielos! — gemí al sentir que metía uno en mi interior.
El deslizamiento era ya algo innato.
Volvió a tomar uno de mis pechos en su boca y supe que no iba a soportar más, otro dedo invadió mi interior y me agarré de sus hombros cuando el orgasmo me llegó como un huracán inesperado. Besé el lóbulo de su oreja y susurré su nombre ahí, justo cuando aquel placer me atravesada de pies a cabeza.
Minutos después mi respiración seguía siendo acelerada y Daemon no dejó de acariciarme en ningún instante.