Daemonium

III

Apesar de que podían verse las luces del pueblo, los chicos decidieron acampar para pasar la noche. Rigel sabía que tardarían toda la noche para llegar al pueblo, era mejor esperar al día, ya que los Daemonium siempre rondaban en la penumbra. Además, los suministros para el viaje podían esperar.

Ren hizo el fuego y aunque Rigel intentó negarse, Ren solamente le dijo:

—Si hay Daemonium en los alrededores no les importa si hay fuego o no, ellos te detectan incluso en la oscuridad. 

Rigel no podía descifrar al joven de cabellos blancos, sin duda era un completo misterio.  Moría de curiosidad por saber acerca del parche en su ojo derecho, además del guante. Sin olvidarse del cabello, nunca había visto a alguien que tuviera el cabello blanco; eso era completamente nuevo para Rigel. A pesar de que él también tenía sus secretos, de alguna forma pensaba que debía conocer los del joven.

Después de una cena modesta con unos hongos que encontró Ren, los dos jóvenes permanecieron en silencio observando el firmamento estrellado. Fue cuando el joven del parche decidió iniciar una conversación. 

—¿De dónde eres? —preguntó el joven. Rigel se tensó inmediatamente, no esperaba esa pregunta tan directa, y mucho menos pensaba en responderla.

—Eso no te importa.

—Oh vamos, no seas amargado. Si vamos a ser compañeros de viaje, al menos podríamos intentar conocernos.

—¿Quién dijo que éramos compañeros? —preguntó Rigel, irritado. 

—Yo—respondió Ren, orgulloso y con una sonrisa de oreja a oreja. 

Rigel bufó.

—No cuentes con eso.

—Pues yo soy de un pequeño pueblo, cerca de la cordillera de Malkuth. Ese territorio es del templo del mismo nombre. Aunque no son muy conocidos, pero son excelentes Bellator—explicó Ren.

Rigel demoró un poco en ubicar la cordillera de la que hablaba Ren, pero supo dónde era, recordó que ese lugar tenía muchas leyendas extrañas. Aunque el joven castaño no quería admitirlo, quería preguntarle sobre las leyendas de su templo, pero no pensaba darle la satisfacción de iniciar una conversación, para que después Ren pueda hacer más preguntas y él no tenga más remedio que contestar. 

—Esa espada es fantástica—dijo Ren con la mirada fija en dicho instrumento. 

Rigel automáticamente sujetó la funda de su espada, casi por instinto, listo para atacar. Pero, el joven espadachín notó la mirada de asombro de Ren. 

—Es una espada sagrada, pero nunca había visto una—dijo Ren.

—¿No conoces esta?

—No.

Rigel no pudo evitar sorprenderse. Todo con el que se encontraba reconocía la espada y su portador. Y ahora, el chico de cabellos blancos estaba genuinamente impresionado.

El castaño sintió cierto alivio al conocer a la primera persona que no parecía conocer sobre su pasado. 

Justo antes del amanecer, Ren y Rigel despertaron sorprendidos al escuchar una explosión a lo lejos. El humo se extendió a lo largo del pueblo cercano.

—Parece que se divierten—dijo Ren.

—No creo que se diviertan, creo que están en problemas.

Ren se incorporó lentamente, sin apartar la mirada del pueblo en llamas. Rigel esta vez observaba a al chico del parche.

—Bien, debemos apresurarnos.

—Espera, ¿piensas ir ahora? Falta poco para que amanezca, con la luz del sol los Daemonium se debilitan un poco. Son mucho más fuertes en la madrugada. Esperemos a que amanezca.

—Tú quieres ser un Bellator, ¿no es así? —preguntó Ren.

Rigel asintió con cautela. 

—Entonces, ¿cada vez que te enfrentes a un Daemonium esperaras a que amanezca? —había cierto desdén en la voz de Ren. Rigel solamente sintió sus mejillas arder.

El joven de cabellos castaños estuvo a punto de responder, pero en ese momento observaron como las llamas del pueblo comenzaban a aminorar y una espesa niebla cubría el pueblo.

—Está bien, tú espera a que amanezca. Yo iré a ayudar—dijo Ren avanzando lentamente en dirección a la niebla.

Rigel posó sus ojos en el horizonte, deseando ver los primeros rayos de sol, pero parecía que el tiempo avanzaba con lentitud.

—Rigel, debes de tener en cuenta que los Daemonium no van esperar a que estés listo para enfrentarlos. Un Bellator peleará con los Daemonium, aunque todo esté en su contra.

Ren se marchó sin esperar respuesta del espadachín. Y aunque el pueblo comenzaba a adquirir un ambiente tenebroso y lúgubre, Ren no se inmutó ni un poco. 

Rigel pudo notar la vergüenza en todo su ser, las mejillas rojas por el bochorno. Sabía que las palabras del chico del parche eran verdad, sin embargo, por experiencia propia conocía los enormes poderes de los Daemonium en la oscuridad de la noche. Y aunque no quería admitirlo, sintió como el miedo lo invadía. 

Sin embargo, con las últimas palabras de Ren sintió como si le hubiera dado una gran bofetada. Una cruda verdad.

Una vez que logrará ser un Bellator tendría que enfrentarse a los Daemonium en cualquier situación y en cualquier momento.




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