Dalor and the secret truth ...[escribiendo]

Prólogo

Ninguno creían que esto fuera a comenzar con la simple desaparición de sus padres y que el final, cambiara por completo sus vidas.

 

 

Laia Peeters estaba sentada en su pupitre del colegio, ella cursaba último grado para ese entonces y junto con su hermano mellizo, Kilian Peeters, estaban aprovechando lo que quedaba para terminar la escuela.

Pero ese día, el 6 de octubre, todo cambió.

—Laia y Kilian Peeters, los dos a coordinación. —Se escuchó en el megáfono de la escuela.

Los dos se miraron y se preguntaron que podría haber pasado, será que su hermano estaba en problemas o tal vez su hermanita menor se sentía mal.

Para ponerlos en contesto, los Peeters eran una familia de 4 hijos y dos amorosos padres. Los mayores eran los mellizos, Laia y Kilian, este segundo se podría considerar el mayor de todos, ya que nació tan solo unos minutos más adelante que su hermana Laia. El del medio era Zack Peeters, tenía 15 años y era dos años menor que sus hermanos. Finalmente, teníamos a la menor de la familia, a la consentida Appel Peeters, que con tan solo 10 años podría poner en su lugar a Zack cuando ella quisiera.

—Chicos, pueden salir. —Con esto la profesora dio luz verde a los mellizos para pasar a rectoría y quitarse la duda.

Cuando estaban caminando hacia la oficina, Laia le replicó sobre cualquier cosa que hubiera hecho Kilian y este le respondió totalmente indignado por la falta de confianza.

—Siempre terminas metiéndote en asuntos donde NUNCA te llaman —Lo golpeó suavemente en el hombro y dijo: —. No me sorprendería si todo esto es por algo que tú causaste.

Pero lo que Laia no se esperaba, era que el verdadero motivo de su llamado a la coordinación se debía a la ausencia de sus padres en una reunión importante de los estudiantes de fin de curso.

Laia, le pareció esto un poco extraño, ya que sus padres nunca faltaban a cosas que involucraran el colegio.

—Umm…Tal vez hoy se les presentó algo urgente, usted misma sabe que ellos suelen ser muy cumplidos con temas del estudio. —replicó Laia.

—Si eh, nosotros le avisamos y les diremos que se contacten con ustedes lo más rápido que puedan. —dijo Kilian.

—Bueno, muchas gracias por su tiempo, espero la llamada. Ya se pueden retirar. —replicó la directora señalando la puerta por la que entraron.

—Hasta luego. —dijeron al unísono.

Cuando los dos salieron de la oficina llamaron a sus padres, uno a su madre y la otra a su padre, no dieron respuesta en ninguno de los teléfonos. Esto comenzó a alterarlos y pidieron que sacaran a sus hermanos de clases por asuntos familiares y urgentes.

Cada vez que los pequeños preguntaron sobre que sucedía siempre recibían respuestas de “en casa te contamos”, tornando el ambiente aún más sospechoso de lo que ya estaba.

 

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 Al momento en que los hermanos llegaron a casa confirmaron que, efectivamente, algo no iba muy bien. Normalmente sus padres trabajan desde casa y por esta razón siempre estaban tan disponibles a temas de la escuela, pero ese día no había ni una sola señal de vida en el interior.

—Kilian, ya me están asustando, o me dicen de una vez que pasa o comenzaré a preguntar por el vecindario. —demandó enojado Zack.

—Tenemos que decirles, ya no son unos niños —Susurró Laia a Kilian, señalando con la cabeza a los chicos.

—Llamaron a los mellizos a la oficina del director porque nuestros padres no asistieron hoy a una reunión importante, ¿no? —dijo con obviedad Appel, dejando a los mellizos estupefactos y preguntándose como lo había sabido.

— ¿Cóm-Cómo lo supiste? —preguntó Laia.

—Bueno eso no importa. Exactamente, tal cual cómo lo dijo Appel, nuestros padres no se presentaron a esa reunión y…eso nos preocupó —expuso Kilian.

—Ya, entremos de una vez o vamos a seguir parados —replicó Laia dándose la vuelta para tomar el pomo de la puerta.

Cuando la piel de sus manos alcanzó el frio metal, algo dentro de ella se estremeció. Ignorando esto, Laia giró el pomo y todos los hermanos entraron a la casa.

—Papá, mamá. Estamos en casa…—Sin ninguna respuesta Kilian gritó y gritó, pero algo lo detuvo, una pequeña carta encima de la mesa del comedor que tenía la firma de sus padres en el sobre.

—Oigan, creo que encontré algo —gritó Kilian mientras agarraba la carta y comenzaba a leerla en voz alta:

 

Para mis niños:

 

Lo más probable es que se estén preguntando donde estamos y porque los dejamos sin dar razón, pero esta es la razón:

Fuimos secuestrados y ustedes son los únicos capaces de encontrarnos, porque ni siquiera estamos en este mundo.

Nosotros les ocultamos sus verdaderas identidades porque pensamos que nunca sería necesario recordárselas, pero ahora tienen que descubrirlas y para hacerles la tarea más fácil, dejamos un par de pasos. Sabemos que serán lo suficientemente inteligentes como para descifrarlos:

  1. Encuentren en lo más profundo de su mundo lo que los vuelve especiales.
  2. Encuentren el cuervo azul y sigan su canto.
  3. Crucen al otro lado y encuentren el castillo.




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